NOTA SOBRE LA REPOSICIÓN DE UN TEXTO.
Justo Pastor Mellado.
Agosto 2002

A comienzos de 1985, Gonzalo Díaz colaboró con Adolfo Couve en la concepción y montaje de la exposición que éste realizó en Galería Visuala. Hacía ya algunos años que Adolfo Couve había dejado de exponer, sosteniendo un discurso de “abandono de la pintura”, en provecho de una práctica literaria que lo situó de inmediato entre las escrituras más inquietantes de la escena literaria. La exposición en Visuala adquiría los rasgos no suficientemente manifiestos, de su “retorno” a una escena plástica, fuertemente recompuesta por las prácticas fotográficas y objetuales. Incluso, para Adolfo Couve, las nuevas posiciones asumidas en la escena por Gonzalo Díaz, eran consideradas como una “traición” a la pintura, aunque podía entender perfectamente que se trataba de un desplazamiento formal, que sin embargo no compartía. Ello no le impedía abordar el trabajo de su antiguo ayudante, con la diligencia y respeto analítico debido. De hecho, cuando ese mismo año, Gonzalo Díaz produjo y expuso una obra como Pintura por encargo, apreciando el gesto formal, sin embargo le reclamó amistosamente y no sin firmeza, “te va a castigar Dios, esto no se hace”. En efecto, en esa obra, Gonzalo Díaz se hizo retratar por Jaime O´Ryan, en pose de pintor, frente a un caballete que sostenía uno de sus cuadros pintados a fines de la década del setenta. Pero en esa pose, el pintor mantenía entre sus brazos, a un cachorro de pastor alemán. Eso había sido la gota que rebalzaba el vaso. El perro velazquiano sometido a semejante acto paródico, afirmaba una escena de la disputa que se traían desde lejos. En seguida, Gonzalo Díaz hizo sacar una copia de esta toma, que luego remitió al señor Solis, que era el pintor que realizaba los grandes cuadros de anuncio del Teatro Santa Lucía. Pintaba por metro cuadrado. Ese gesto era resentido, por Adolfo Couve, como una soterrada agresión de quien fuera su flamante discípulo y amigo. De algún modo, entendía que ese era una comentario pictórico, por delegación, que Gonzalo Díaz hacía a su escrito sobre Las meninas, publicado por Adolfo Couve en una revista de arte que editó la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en los inicios de la dictadura. Era un artículo sobre Velázquez, en el mejor estilo impresionista, absolutamente conservador, en que Adolfo Couve reproducía el sentido común histórico sobre la escena pictórica allí expuesta. De hecho, es sabido que ese texto de Couve era señalado como bibliografía básica en escuelas de comunición visual, justamente, como un ejemplo de “impresinoismo crítico”, que resultaba útil leer antes de pasar a la introducción de Foucault en Las palabras y las cosas. Couve, de algún modo se tomaría la revancha contra la hegemonía del formalismo en la plástica chilena, escribiendo La comedia del arte, hacía finales de la década.

Pero la coyuntura de 1985 era compleja. No solo estaba marcada por el regreso de José Balmes del exilio, porque ello agitaba fantasmáticamente el análisis que realizaban gente vinculada a los despojos de la “escena de avanzada”. También estaba marcada por la consolidación relativa de un poder comprador de pintura, afirmando la arremetida de la pintura de Benmayor, Bororo y Matías Pinto d´Aguiar. Es el año de la primera visita de Francisco Smythe a Chile y de la concresión de su distanciamiento total con Gonzalo Díaz. Lo que Smythe establece con su venida es una ficción que resulta de gran utilidad inscriptiva, ya que le permite al neo-expresionismo chileno de entonces la invención de una filiación que los hace provenir de Matta, de Antúnez, de Opazo. Ciertamente, Smythe y Díaz habían jugado un rol determinante en la formación del grupo neo-expresionista, durante el período en que, justamente, Couve se exilaba de la pintura, para poder montar, a su vez, la ficción de su “regreso” en 1985. Fue, entonces, en este contexto, que Couve me fue presentado por Díaz. Yo ya conocía, históricamente, su trabajo. Ya había escuchado los relatos míticos de sus exposiciones de nocturnos, con Nelson Leiva. Sabía que en los talleres del Departamento de Estudios Humanísticos, en la misma época en que Dittborn y Kay editaban sus históricos catálogos de 1876, Díaz editaba la novela de Couve, El tren de cuerda. Estaba dispuesto a escribir sobre lo inactual, en pintura, en una momento que me parecía crucial abordar la historia de los mitos pictóricos chilenos, ligados a la tradición manchística de la Universidad de Chile. Pero allí, lo inactual aparecía como una reivindicación formal positiva que no fue del gusto de los despojos de la “avanzada”, que ese mismo año de 1985, se presentó en su exposición terminal de la Galería Sur, con el título de Fuera de Serie. Fue en esa exposición que Díaz, incluído –finalmente- en la “avanzada”, presentaría su famosa Pintura por Encargo, que tanto perturbara a Couve. La operación consistía, desde la “avanzada”, en declararme indeseable por defender, con mi escritura, a un tipo de pintura que “ellos” habían con tanto esfuerzo colaborado a desterrar. Y a ello agregaban que yo hacía un uso indebido de referentes contemporáneos de crítica, para revertirlos sobre un objeto fosilizado. El argumento era increíble. Los rumores sobre mi decaimiento analítico apuntaban a la deslegitimación de mi trabajo crítico. Escribir sobre Couve era un síntoma de mi “desvarío” programático. Pero junto con el texto sobre Benmayor (Galería Sur, 1984), y los textos sobre Díaz para KM104 y Pintura por Encargo (Galería Sur, 1985), así como el texto sobre Smythe, (Galería Arte Actual, 1985), el texto que titulé Sobre Couve, formó parte de mi esfuerzo por instalar una escritura autónoma, como efecto de mi trabajo contra la “dictadura del significante”. De ahí que el propósito de Sobre Couve [ver articulo] no fuera legitimar su “regreso”, sino una ocasión inmejorable para poner en circulación unos textos que se abrían a la reconstrucción de las problemáticas que la pintura chilena sintomatizaban, en relación a la “mancha” y a la representación de la corporalidad.

Adolfo Couve, cuando realizó la lectura de Sobre Couve experimentó una gran decepción. Esperaba un texto heroico, celebratorio, consagratorio, que reprodujera en otra voz su propia “ideología pictórica”. Se encontró con un texto que problematizaba tanto su práctica como el modo de concebir su reposición en la escena pictórica. Pero la posición de Gonzalo Díaz como editor pudo más que su malestar y el texto fue publicado por la Galería Visuala en un pequeño formato.

A diecisiete años de su publicación, Sobre Couve es un texto que guarda toda vigencia, no solo en cuanto a la reconstrucción de la mirada sobre la obra de Couve, hoy día, sino además, en relación al estudio historiográfico de la coyuntura plástica del 85.

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