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En Pintura, La Boca es siempre una mancha ovalada. Hablar del túnel, una tarea para cumplir a medias. Porque deseo hablar de figuras constructivas que carecen de dos salidas. De ahí, una vez cruzado el umbral, se viene encima el hoyo negro. Siempre me ha interesado, más bien, la política de los umbrales. Solo desde allí se aprecia la dimensión del hueco. Porque la noción de hueco no es análoga a la noción de vacío. Este último organiza la sistematización formal de la reparación, mientras que el hueco señala la (e)videncia de la herida. Diré que probablemente el vacío viene a ser la productivización programática del hueco: por eso hay Obra. Ciertamente, el programa de acción de puesta en obra de una Obra resulta ser una ficción de regulación de la visibilidad del hueco y que la convierte, en suma, en vacío-de-ser, para-ser. Esta es la razón de por qué Gonzalo Díaz, cuando produjo QUADRIVIUM, instalación en la que dispuso una entrada de túnel sobre una repisa circular que remitía siempre a sí misma, porque iba del muro al propio muro, dando una vuelta auto-referencial que declinaba su Lección retórica. La boca del túnel era como una maqueta de trencito alemán. Lo básico de la referencia lo conducía directamente a la memoria de LONQUEN 10 AÑOS: otro hueco, en la memoria. Es decir, una mancha negra para figurar, en la impresión de la fotografía, la entrada de la mina de cal abandonada. Porque finalmente, para comenzar, ¿qué es una boca, en pintura, sino un ovalo negro? La sola figuración del hueco subordinada a la tecnología arcaica de la expansión de la tinta: los blancos se empastan, los negros se entintan. Esta es una declaración de principios de la ideología manchística "de la Chile" que Díaz reprueba, reproduciendo la expansión "objetual" de sus límites. La representación de la boca (del túnel) carece de profundidad. Más bien, posee la profundidad de la superficie (Valery). Eso habla del espesor y de la densidad de las superficies de recepción de las obras de arte. ¿O no? LONQUEN 10 AÑOS fue montada en 1989, antes del inicio de la Transición, mientras que QUADRIVIUM lo fue una década más tarde, a título de la evaluación simbólica de los efectos de la Transición, habilitada por los "pactos de olvido". Como ir, en la obra, del hueco-de-obra al vacío-de-obra. En definitiva, el Premio Nacional de Arte se organiza para cubrir la dimensión de vacío del ser-de-obra. Del ser-de-obra de (la) Chile. Y en eso, ganamos todos: esto es, quienes se ocupan del arte en Chile. Sabiendo, todos, que el vacío -como productor programático- se establece en torno a la dimensión del hueco dejado por la caída de los dientes, en la frontera identitaria de la boca de una mujer chilena sobre cuya corporalidad ha trabajado la política económica de la dictadura, trascendiendo las barreras de la Transición. La política económica asegura la continuidad del hueco. Ese es el "verdadero ícono" de la pérdida chilensis, y por eso, en la representación inconsciente del "paño de la Verónica" se asienta la reversiva catolicidad de la obra de Gonzalo Díaz. Un diente faltante en la boca de una mujer chilena instala la vigencia del "factor túnel" en la reparación de la corporalidad. O sea, determina el valor del umbral por donde se sisean las palabras y se las dota de una sonoridad deflacionaria cuyas condiciones de audición son inversamente proporcionales a las condiciones de visibilidad de las zonas faltantes. |
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