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Las Heridas Pintadas de San Sebastián de Yumbel. Estas festividades de San Sebastián de Yumbel me proporcionan el marco para unas cuantas reflexiones sobre el campo plástico chileno. Como ya se sabe, el problema de esta escena no es el MAC. Quizás el MAC sea un problema para quienes no han sabido resolver sus carencias en el contexto de un plan de desarrollo. El campo plástico resulta ser más complejo. Por cierto, a propósito de San Sebastián de Yumbel, pienso en la pintura colonial chilena. Es un eufemismo decirlo, porque la mayor parte de sus obras no son, republicanamente hablando, chilenas. Pero que va. Al menos así están inventariadas. Lo que pone en evidencia la cercanía de la noción de cuerpo pintado. A eso iba. A la estatuilla de San Sebastián con las heridas pintadas. Desde ahí solo podemos tener acceso a todas las rodillas y manos pintadas de los cristos que hemos enfrentado en nuestra católica biografía. ¡Ah! las llagas. Por eso, al ver la imagen de San Sebastián de Yumbel se acrecienta el carácter fallido de "La fiesta del cuerpo". Podrán exhibir cifras de visitas. Ellos saben que son un fracaso. La cuestión no pasa por las cifras, sino por las dimensiones de la ambigüedad representacional de los cuerpos. Obvio. Me dirán que las estatuillas policromadas no son cuerpos. Es evidente. Solo planteo que hay, en ello, un antecedente. Resulta, bajo esta perspectiva, más interesante que cualquiera de esas pinturas, una obra de Claudio Bravo, porque pinta la carne como si esta fuera una superficie de madera policromada. Es allí que reside su radicalidad. Pero estas observaciones sólo me conducen a formalizar una disputa de poder eclesial. ¿Es posible que nadie recuerde "la batalla de Yumbel"? Casi lincharon al cura. Claro. Al obispo de Concepción y a su equipo de represión se le había ocurrido combatir el paganismo del comercio que se establecía temporalmente para la fiesta del santo. ¿Acaso una festividad religiosa no estuvo siempre asociada a una actividad ferial? Lo poco que recuerdo de historia de la iglesia así me lo señala. ¿Acaso las catedrales del medioevo no eran los únicos galpones grandes que había en los pueblos, y que por eso, albergaban al mercado en los días de invierno? En algún ensayo sobre historia de los mercados lo pude haber leído. El caso es que siempre la fiesta religiosa popular tuvo algo de pagano compartido. Pero el obispo de Concepción de ese entonces, cuyo nombre no deseo recordar por razones políticas estrictas, pensó que había que limpiar las manifestaciones de religiosidad popular demasiado ancladas en tradiciones rurales. Debía llegar la modernidad al desarrollo del culto. Y no se le ocurrió nada mejor que levantar una carpa high tech, similar a las de Cuerpos Pintados, al borde de la carretera, lejos del pueblo, para que los peregrinos verdaderos pudieran tener un contacto con Dios sin la interferencia de la fiesta pagana. Incluso pusieron baños químicos y un gran dispositivo para atender a los viajeros que iban hacia el sur, de vacaciones. Era una manera de poner al santo a disposición de la nueva feligresía en movimiento, que podría detenerse en la cercanía de Yumbel, en su viaje familiar hacia Pucón, Villarrica y Puerto Varas. Pero el obispo no contó con la "irracionalidad" de las tradiciones rurales. Como era un prelado un poco cercano a la legitimación teológica de la dictadura, todo lo que oliera a ruralidad lo hacía temblar, porque veían ello un residuo del fantasma del comunismo. O sea, de la reforma agraria como edificio jurídico del atentado al derecho natural. De ahí que se hiciera famoso, al llegar a la diócesis, por perseguir a cuando cura hubiese estado comprometido con la defensa de los DDHH en la octava región. Entonces, expulsados los curas rojos, había que poner orden en las formas de religiosidad popular. Le anduvo saliendo el tiro por la culata. Sería bueno recuperar los términos de la rebelión de una ciudad en torno a la disputa de las imágenes del San Sebastián. Pero todo esto no era nada más que una larga introducción a la celebración que hago de la jornada del 22 de enero de 1957, cuando Pedro Millar, Maco Gutiérrez, Nemesio Antúnez, Julio Escámez, entre otras personas, se fueron a las festividades de San Sebastián de Yumbel. ¿Qué hacían allí todos estos "comunistas"? Asistían fascinados a una fiesta religiosa y popular. Iban más por lo popular que por lo religioso. Allí se comercializaban diversas expresiones de artesanía popular realizada por campesinos pobres. Pero sobre todo, había cerámica de Quinchamalí y mucha cestería. Pero sobre todo, había fotógrafos de cajón que fotografiaban a la gente, disponiéndolas delante de unos fondos de tela pintados, en los que habían paisajes y representaciones diversas de una ruralidad bucólica. En concreto: los intelectuales y artistas cercanos al comunismo regional, iban a Yumbel para tener su baño de cultura popular, en un momento en que la política mundial de los partidos comunistas apelaba al argumento de una alianza cultural entre comunismo y artes populares. El motivo de este viaje de artistas era entrar en contacto directo con los referentes que poblaban de imágenes sus obras. Esto tuvo lugar en 1957, que es el año en que Escámez pintó el Mural de la Farmacia Maluje. Hace casi 50 años. No deja de ser, todo lo que aprendió Antúnez de la cultura artesanal de los campesinos pobres de este país. |
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