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El Sindrome Mitterand. En los 90´s vino a Chile el publicista francés Segala, quien había sido uno de los asesores de la segunda campaña electoral de Mitterand. En una de sus conferencias, mostró algunas piezas relevantes de dicha campaña, entre las cuales destacaba una, de formato apaisado, en que la efigie -el retrato de Mitterand de perfil- estaba situada al costado derecho, muy cerca de la línea de corte, de modo que su mirada estaba dirigida hacia el resto del cuadro, que se desplegaba hacia la izquierda, acogiendo la representación de un paisaje de la Francia profunda. La frase que hacía de pie de foto era simplemente: "Mitterand, la fuerza tranquila". Para hacerse acreedor de una campaña de este tipo, ciertamente se debe tener una dimensión real de la imagen. La efigie corresponde al retrato que se imprime en las monedas. Mitterand, en su segundo período, debía hacer referencia a una actitud romana. Y era lo que correspondía, aunque no se sabe a ciencia cierta si era a la Roma de la República o a la del Imperio a la que hacía mención. A los presidentes socialistas Mitterand les remueve el zócalo simbólico. Cuando Allende era presidente, Mitterand visitó Chile y nadie quería tomarse fotos con él porque era sindicado como un socialdemócrata. En el campo léxico de la época, eso era peor que el infierno. Mitterand anduvo de cachupín, en Chile. Pero se vengó más tarde, declarando que el socialismo internacional debía sacar las enseñanzas del caso y el "síndrome Allende" se convirtió en un secreto leit-motiv que amenazaba la gobernabilidad francesa. Pero en la medida que avanzaba su mandato, mucha gente pensó que Mitterand no era un presidente, sino un monarca. Me parece que la imagen de su efigie en la segunda campaña anticipaba el gesto realista. Esto me hizo recordar la estatua ecuestre de Luis XIV en Montpellier, que abre el parque que antecede a la copa de agua que dicho monarca construye para alimentar a la ciudad con el vital elemento. El viaducto viene de lejos y se levanta por sobre los techos de un barrio medieval, hasta llegar a la colina donde se construyó un parque a la francesa, por supuesto, para celebrar la monumentalidad de esta Obra Pública. Finalmente, el rey imprimía su sello moderno reproduciendo su imagen en la estatua ecuestre, de excelente factura. Pero en el siglo XXI, la noción de efigie se ha desplazado y la acción del Estado se metaforiza en monumentos que reproducen la pulsión romana de los presidentes que, para afirmar su gloria, reproducen gestos monárquicos. Aquí viene la segunda fase del "síndrome Mitterand", que consiste en transponer la efigie del gobernante y fijarla simbólicamente en grandes obras de arquitectura. Lo hizo el presidente Frei Montalvo con la Villa Frei. Era una época, aquella, social-popular. El monumento se ajustaba a los deseos de habitabilidad de los chilenos. El presidente Allende no alcanzó, en vida, a erigir su monumento. Probablemente, el Museo Allende, hoy, intenta satisfacer esta función en el imaginario de su Fundación, al menos. En cambio, Pinochet levantó el Altar de la Patria. Pero en él, lo que primó fue la estética italiana de la "máquina de escribir", como le llaman al Monumento a Vittorio Emmanuelle en Roma. Claro que con todas las providencias reductivas del caso. Así y todo, tenía su monumento frente a la fachada de La Moneda. En la actualidad, el "síndrome Mitterand" adquiere nuevamente visibilidad en el proyecto de lo que se llamó Centro Internacional de las Culturas y que ahora ha pasado a ser denominado en la jerga administrativa, sencillamente, "Centro Cultural La Moneda". Pero esta efigie desplazada que encarnará la concreción edificatoria de la imagen del presidente, será construida "debajo de la plaza", borrando el altar actual, como queriendo instalar la idea de una FUNDACIÓN. ¡Hay que ver la fuerza que tienen las imágenes! O sea, ¡las efigies desplazadas del presidente! que, a través de este gesto, se revela como un Monarca de la Cultura. Será preciso recordar que en el aniversario del Primer Centenario, a la oligarquía chilena se le ocurrió construir ¡el Palacio de Bellas Artes! para celebrar dicho acontecimiento. Para no ser menos, la "oligarquía de hoy" decide celebrar el Bicentenario construyendo un Centro Cultural. ¿Debemos pensar que los museos son como los centros culturales de la oligarquía? ¿Y que gracias al avance del movimiento social fueron abiertos a las clases menesterosas, para que experimentaran la certeza de que eso no les estaba destinado? Porque si hay algo eficaz, y que sostiene encendido el imaginario de las "gentes", es la exhibición de objetos que no les están destinados. En ese principio de discriminación se asienta la dominación simbólica. Y como la "oligarquía de hoy" sabe que el poder no está en las manos de las "gentes", la construcción de un Centro Cultural por delante/debajo de la Casa del Gobierno, es decir, de La Moneda simbólica que no tienen, marca la certeza de que dicha casa no les pertenece y que toda "casa de cultura" no es más que un sustituto compensatorio de lo que les hace (realmente) falta. |
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