Pequeñas Historias Comparadas 2.
Justo Pastor Mellado.
julio 2004

El miércoles de la semana pasada falleció en Santiago, en un accidente, Miguel Budnick. No lo conocí de cerca. Me fue presentado hace un tiempo y su nombre siempre me rondó en el discurso de otras amistades que lo consideraban un amigo histórico . Por esta vía, a propósito de su fallecimiento, me enteré que era un entrañable amigo de Mariano Aguirre, que es otra persona a la que conocí portando el atributo de amigo histórico .

De hecho, los amigos históricos forman una cofradía que carece de un club referencial topográficamente localizable, pero que se articula de manera nómade en la mirada y en la memoria de sus miembros. Si hay algo que comparten es el escepticismo político, el humor analítico y un gran dolor. Son históricos. Son amigos. Fueron averiados en sus relaciones por el golpe militar, que los condujo al exilio, y a algunos de ellos, a la muerte.

En 1972, en la Plaza Roberto Arlt, de Buenos Aires, Victor Grippo montó su obra Construcción de un horno de panadero . Ese año, Miguel Budnick, Mariano Aguirre, Patricia Israel y otras personas, vinculados al periodismo y a la plástica, registraban políticamente la dimensión de las imposturas del proceso chileno, llegando, un año más tarde, a experimentarlas en carne propia. Mariano Aguirre conocía la escena argentina. Sabía de Ediciones de la Flor. Comentaba a los cuentistas argentinos. A tal punto, que Buenos Aires fue el primer lugar en que pensó, en su salida de Chile. Tanto conocía dicha escena, que en 1971, en el número 30, del 11 de noviembre, en revista Ahora , publicó una reseña sobre el libro que el artista argentino Luis Felipe Noé acababa de publicar, bajo el título Una sociedad colonial avanzada . Efectivamente, en Ediciones de la Flor. ¿Y quien tenía a su cargo la coordinación editorial? Oscar Smoje.

No hay de que preocuparse. El libro de Noé no fue recogido en la escena chilena. Incluso, a pesar de que Noé vendría a Chile en varias ocasiones y participara en los coloquios -de arte y política- que organizaba el Instituto de Arte Latinoamericano de la Universidad de Chile. Pero, ¿quién dirigía ese instituto? Miguel Rojas Mix, que era socialista. La Facultad de Arte estaba dominada por los comunistas. Los socialistas hacían política de extrema-izquierda y se habían subordinados al discurso cubano. En una ocasión, para la inauguración de un año académico, los socialistas invitaron al dirigente poblacional Victor Toro, vinculado al Mir, a que diera la clase magistral. Los comunistas acudieron en masa desde la Fech, para reestablecer el orden.

Los comunistas, respecto de Cuba, eran más responsables. Pero ese es otro debate. Lo cierto es que resulta complejo pensar que el revolucionarismo del mencionado instituto colaboró con la regresión discursiva que tuvo lugar en dicha coyuntura.

Noé viajó a Chile junto a una gran delegación argentina, para preparar la asistencia de los artistas del cono sur al segundo encuentro de cultura de La Habana, que tendría lugar a fines del 72.

En Santiago, el único que había reparado en el libro de Noé, era Mariano Aguirre, amigo histórico . Pero nadie reparó en la obra de Grippo. Esta solo sería conocida una década más tarde, a través de Jorge Glusberg. El vino a Santiago y se alojó en el Sheraton. Los artistas harían cola para presentar sus dossiers. ¡Que magnífica ingenuidad! Durante la dictadura vendría mucha gente para ver "arte chileno". En otra ocasión, escuché decir a una asistente de J.-H. Martin, de visita por este continente mientras se preparaba la exposición Magos de la tierra , que era muy poco probable que invitaran a Gonzalo Díaz porque su obra era demasiado europea.

Claro: hoy día ya no viene gente. Y los que vienen lo hacen en la extensión del ticket, cuando vienen a Buenos Aires o Sao Paulo. No hay nada excepcional. Es un país demasiado normal, en que el victimalismo ya no da dividendos. Complicado asunto. ¿= no?

Pero en 1973, Mariano Aguirre tuvo que salir rápidamente de Chile, junto con Patricia Israel, por el Paso Libertadores, en el Austin Mini de ésta última.

La última vez que vi a Miguel Budnick fue en la inauguración de la exposición de Patricia Israel, en Galería Artespacio, hace dos semanas. Ella lo vió en Isla Negra tres días antes de su accidente. Era un amigo histórico y debía estar ahí. También estaría Pepe Iz. Todos ellos, junto a Mariano Aguirre, se habían encontrado en Buenos Aires, en 1973-1974, en situaciones extremadamente dramáticas. Habrá que imaginar lo que sería pasarse un tiempo en un casa de playa, camino a Mar del plata, prestada, para refugiarse momentáneamente de la persecución de las fuerzas represivas argentinas. Mariano Aguirre y Patricia Israel se re-refugiarían en Caracas. Miguel Budnick los visitaría en varias ocasiones.

Pues bien: en esta exposición, uno de los cuadros exhibidos reproduce bajo unas veladuras el fantasma mecánico de un Austin Mini celeste. Era, probablemente, el homenaje anticipado de Patricia Israel a Miguel Budnick, cuyo nombre siempre me fue mencionado en un tono de extrema fraternidad. Los amigos históricos son así. Se recuerdan. Se buscan. Se lloran. Se acarrean consigo. Pero sobre todo, reproducen la memoria dolorosa de una derrota. Son sobrevivientes. Ellos tenían, en 1973, apenas treinta años.

¿Por qué hago referencia a las obras de Noé y de Grippo? Simplemente, porque producen una trama que permite hacer resonar las "obras nuestras" en la memoria de su olvido. El arte chileno vive olvidando, voluntariosamente, sus condiciones de manejo. Es por eso, que, probablemente, entre los artistas chilenos de después de 1973, ya no haya amigos históricos, porque tienen toda una historia por delante que manejar.

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