La administración cultural y el manejo de las demandas de goce.
Justo Pastor Mellado.
julio 2004

La instalación del Consejo Nacional de la Cultura en Valparaíso ha sido una de las decisiones diagramáticas de mayor impacto en la idea que podemos tener los chilenos de "la cultura" como campo de intervención administrativa. Este diagrama es el dibujo inconsciente de lo que el Estado, la clase política, deja-da-a-ver . Si Santiago es percibido como el lugar del Ejecutivo, instalar al Consejo en Valparaíso resulta des/ejutivizante, porque al tiempo lo "parlamentariza", en el sentido de instalarlo como bloqueo . Lo "parlamentario" ha adquirido una denotación peyorativa en cuanto a figurar el lugar donde las iniciativas, si no se empantanan, adquieren un formato que desnaturaliza su sentido original.

La sola instalación de la estructura del Consejo, no solo en Valparaíso, sino a nivel nacional, está animada por la función de bloqueo. Diré, incluso, de auto/bloqueo simbólico. En el campo cultural, cuando se desea que algo funcione de acuerdo a la lógica de esta clase política que tenemos, lo primero que se hace es "parlamentarizar" las acciones; es decir, subordinarlas, primero, a la decretalidad .

¿Que es la decretalidad? La sujeción a la norma que delimita el horizonte posible de las acciones de una repartición de Estado. Imagino cómo pudo haber sido la instalación, en su momento, de un "ministerio de vivienda". Su existencia parece estar justificada por la ausencia de casa . En ese terreno no existe ministerio para administrar un plus . La falta es lo que define su edificación: no hay justicia; pero hay "ministerio de justicia". No hay salud, pero hay un "ministerio de salud". !Pero hay Economía, a pesar de un "ministerio de economía"! La Economía está en el orden del plus . O sea, de la producción. Pero el goce del plus , si no hubiera "ministerio", estaría localizado en otra parte, en otro lugar. Es la razón de por qué hay "ministerio de cultura" -cuando se pronuncia en sordina la palabra consejo-; porque hay una falta de acceso al goce . de los Bienes Culturales.

Para comprender el alcance de lo anterior será preciso remitirse a los textos de Roger Veckemans, escritos en el momento pre-freísta de la era democratacristiana, para fundamentar la era de la accesibilidad razonable y regulada a los bienes. !Si lo que hizo la Unidad Popular fue acelerar solo la representación de accesibilidad a un goce imposible! Ahí residió su gran irresponsabilidad política: convencer a una parte de la población de que el goce, ese Goce, era posible. !No, no, no! La teoría de la marginalidad suponía la existencia de una cuota de razonabilidad adecuada. Cuarenta años después, la instalación del Consejo Nacional de la Cultura -que se lee como "ministerio" cada vez que se reconoce la palabra consejo- viene a poner en nuestro horizonte, la cuestión de la marginalidad. O sea: la categoría política del poblador ha dejado de existir empírica y simbólicamente. Ya que estando relativamente contenida la "gestión del territorio" (como neutralización de la re-aparición del "paisaje"), la categoría de poblador se ha desplazado desde la amenaza política al "manejo" de la energía social, declarando el campo cultural como "reserva": Reserva Cultural.

En el caso chileno, los agentes administrativos de lo cultural leen a Bourdieu pero se actúan el guión de Veckemans. El nombre jamás pronunciado que sostiene al Consejo Nacional de Cultura es el de "ministerio de la vivienda cultural". Al menos, se reconoce que existe una falta de vivienda en este terreno. Habrá que postular al padre Berrios para que dirija el Consejo. LA VERDADERA FALTA DE VIVIENDA TIENE LUGAR EN EL LENGUAJE. Se dice consejo y se piensa en ministerio.

Al sentimiento de ausencia previamente señalado se agrega el hecho de que el Presidente del Consejo de Cultura es el único "ministro" que no-tiene-firma . Solo posee rango. Y en este terreno, el rango no es suficiente. Solo una manera de legislar como la nuestra genera este tipo de precisiones. Las cosas no son lo que son, sino que solo poseen el rango.

En verdad, para regular la des/regulación de la energía social no se requiere firma alguna, porque la autoralidad se encuentra diluída en la administración de las condiciones de manejo de la reserva. Curiosamente, el montaje de la estructura del consejo -en todos sus niveles- está conducida por una pragmática "naturalista" en que la Cultura Chilena ha pasado a adquirir el estatuto de Bosque Nativo. Lo grave de todo esto es que se sabía, en el modo cómo nuestra clase política es experta en saber (demasiado) lo que no sabe , y además, hacer ostentación de ello.

Quizás, por esto mismo, después de veinte años de "comisionismo" retentivo, desde Manuel A. Garretón a Agustín Squella, de súbito, aparece la aceleración de un montaje que pone el acento en la cartografía pulsional de la cultura como reservación : un campo delimitado para producir nativismo.

Dicho sea al pasar: !Que más nativismo que la celebración de Neruda! Es la voz de los poetas la que ha inventado el paisaje chileno. !Pura ficción seminal que solo un consejo como éste puede formatear mediante una política de congelamiento del Verbo! No es extraño: Veckemans es jesuita. La teoría de la marginalidad está sostenida por un desplazamiento moderno de una teoría de las Misiones. !Sorprendente! !Todos somos guaraníes! Entonces, ¿donde se ubican hoy día los comerciantes portugueses?!En la privatización del manejo de la reserva! ¿Donde están los jesuitas constructores de infraestructura? !En el Consejo de Cultura! Esta es la verdadera mision de estos tiempos.

Como se verá, en los 60´s, para controlar las luchas urbanas, la categoría de poblador expandía la categoría del buen pobre, con el objeto de bloquear la edificabilidad de la teoría del proletariado. Esta era, definitivamente, la amenaza que debía ser conjurada mediante la retención y congelamiento del Verbo Partidario, que era un factor de aceleración de las demandas de goce.

En nuestra época, el gestor cultural pasó a ocupar el lugar del dirigente intermediario y la conflictividad fue sustituida por la regulación y manejo de las demandas. En este terreno, el Consejo Nacional de Cultura es la Promoción Popular del Presidente Lagos .

El inconsciente-promoción-popular es quien define el diagrama de su instalación como estructura administrativa. Lo que la clase política ha dado-a-ver al instalar dicho consejo en Valparaíso, proporciona el tono exacto de su trato con lo cultural: reproducción de la nostalgia del Estado Proveedor, al re-destinarle el uso del antiguo edificio de Correos. Es un saludo culpable a la memoria del "Viejo Estado radical". Pero no solo eso, sino que reproduce un gesto más decisivo aún, que consiste en tapar con la ficción acarreada de la administración de cultura el hueco que ha dejado la des/capitalización de la Quinta Región. Es como si dijéramos que "cultura", hoy, sirve para compensar la falta de industria. ¿Será posible? Así, la "verdadera" industria cultural estaría operando en aquella zona del aparato económico donde el Consejo nunca accederá.

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