Al proyecto casa le volaron el techo.
Justo Pastor Mellado.
julio 2004

El año pasado, cuando conocí la existencia del proyecto de un Centro de Arte (para) Santiago (CASA), pensé que realmente el empresariado chileno tenía la posibilidad de tener, por fin, su propio monumento "museal". Una vez que se conjuró la amenaza espectral del socialismo y que la dictadura permitió la reposición simbólica de la oligarquía, sostuve la hipótesis por la cual, un signo de la recomposición de su conciencia quebrada por un modernismo de comienzos del siglo XX que no supo acoger ni conducir, consistía en su capacidad de levantar el monumento a su propia vanidad como clase.

El museo me pareció configurar la concreción de una operación de esta envergadura, porque en tanto "lugar de memoria", entraba a competir en el terreno lexical con los "memoriales" que se han levantado y, que en el fondo, condenan su sujeción a las prácticas represivas de la dictadura. Esto quiere decir simplemente que se hizo efectiva la frase por la cual "con una metralleta en la raja, cualquiera trabaja". Así fue sustentable la recuperación simbólica de la oligarquía, hasta que se cansó de delegar el trabajo sucio, porque ya no había más que hacer. Solo debía esperar el sello de su tarea con un monumento al olvido.

En este complejo marco simbólico emerge el Proyecto CASA.¡No hay mejor bálsamo que la ostentación del control sobre el arte! Y CASA debía ser un nombre arrancado de los trabajos que algunos de nosotros, en el terreno crítico, veníamos trabajando sobre la hipótesis del "deseo de casa" del arte chileno. ¡Pero como siempre ocurre, a veces, nunca se sabe para quien se trabaja! No va a comenzar uno, a estas alturas, a reclamar por la autoría identificatoria de un síntoma. Los textos están ahí, para servir de instrumentos de prueba.

El empresariado, entonces, tenía una interesante ocasión para disputarle al gobierno, pero a la izquierda en particular, la hegemonía de la representación en lo cultural; sobre todo, en una coyuntura en que la palabra socialismo ya no solventa garantía societal alguna. Además, esto podría tener lugar en un barrio poblado por iniciativas culturales de la izquierda. ¡Toda una operación en pleno barrio Brasil-Matucana! Sin embargo, esta no era una cuestión fácil. Para implementar el proyecto CASA, sus sostenedores debían ingresar, necesariamente, en la política. El marco electoral no era el más adecuado para ello, puesto que había que entrar a disputar con los operadores lavinistas en Santiago, esferas de influencia específicas, que permitieran que el alcalde mantuviera su compromiso de ceder el inmueble, y más que un inmueble, para poder hacer efectiva la operación.

Pero el Proyecto CASA era formal y políticamente confuso, ya que aspiraba a convertirse en un centro de arte, un asiento de colección, un centro de documentación, por nombrar algunas funciones declaradas. ¿Un centro de arte? Había que sostener una política económica superior, por lo mínimo, a Matucana 100, institución directamente competidora. O sea, había que superar la calidad de Matucana 100. Para eso, no era posible "pirquinear" como de costumbre. ¿Dónde están los empresarios? ¿Por qué abandonaron el proyecto? ¿Lo habrán abandonado?

Veamos el tema de la colección. Se hablaba de acoger en "comodatos" algunas obras fundamentales del conceptualismo chileno. ¡Que lástima! Me hubiera encantado poder apreciar montajes de Leppe, Dittborn o Díaz en ese lugar, cumpliendo con las exigencias de montaje que cada una de ellas hubiese requerido. Y sobre todo, hubiese sido interesante, en el momento político, apreciar las razones de semejante "comodato". Y si ello no era posible, ¿arrendarían obras relevantes? Pero, ¿es eso lo que se entiende por colección? ¿Préstamos? ¿Donaciones? ¡No, no, no! La cuestión de la colección es un tema demasiado serio para dejarlo en manos de .quien.finalmente?

No olvido el centro de documentación y el archivo, porque resulta curioso que una iniciativa de esta envergadura, con el frágil piso político con que contaba, se adjudicó una cuantiosa ayuda de parte de una fundación privada de apoyo a la cultura. Se entiende que en el trabajo de archivo existe un tipo de expertizaje que ninguno de los sostenedores del Proyecto CASA posee. ¿Política de contración de personal especializdo? ¿Políticas de recolección de documentos? ¿Política de acopio, de clasificación y fichaje? ¿De qué estamos hablando? La mentada fundación debiera tener conocimiento de iniciativas ya avanzadas en este terreno, que cuentan con el apoyo de prestigiosas entidades extranjeras en la materia.

Todo lo anterior indica que el propio Proyecto CASA no estaba suficientemente LIADO. Hablo de liar una masa. Masa crítica, en este caso. No consistentemente asentada. ¡Eso!.

Pero hubo un punto mayor: la falta de sostenimiento político y la ceguera de Lavín. El inmueble que había prometido para que CASA funcionara lo redestinó a un programa de tercera edad. ¿Es eso efectivo? ¡Bien por la tercera edad! Eso daba que pensar que habría una alternativa mejor. Pero al parecer nada de eso ocurrió.

¿Qué enseñanzas es posible sacar de todo esto?

Primero, que es lamentable que la derecha no tenga su propio monumento museal identitario. Esto hace pensar que no necesita un museo para monumentalizar su memoria. Habrá que pensar en que su deseo de reparación toma otros cauces; el de la culpa social, por ejemplo, razón por la cual invierte en la "cultura de la caridad".

Lo segundo, es que para solventar un proyecto cultural, se requiere de una fuerte inversión en el campo político. Y eso exige actuar en consecuencia. Es muy probable que la alcaldia de Santiago haya puesto en duda determinado tipo de fidelidades que se exigen en momentos como éste. ¡Quien sabe!

Y lo tercero, es que no se puede confundir conceptualmente un proyecto de centro de arte con un híbrido institucional que combine pseudo-políticas de archivo, con pseudo-políticas de colección, con pseudo-políticas de proyección de un arte que navega en la endogamia.

Entonces: ¿ceguera cultural de Lavín o fragilidad conceptual del proyecto?

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