Escenas Editoriales Diversificadas: del Champñazo a Cuerpos Pintados
Justo Pastor Mellado.
Octubre 2004

En la cultura popular existe el relato del paco bueno y del paco malo. Siempre andan en parejas. Uno, es el duro; el otro, es el que intenta convencer al presunto inculpado, por las buenas, justamente, de su responsabilidad en algún hecho. Durante la dictadura, había un torturador bueno y un torturador malo. Este último iba directo a las patadas, mientras el primero, en cambio, intentaba convencer al detenido que le resultaría mejor entregarle a él, la información requerida. Todo esto formaba parte de la gran ficción de inteligencia que conocimos. Interesante: apropiarse del discurso del "otro", sacárselo de la boca, a la fuerza. Pero la información que se buscaba ya estaba escrita. Había que cumplir con el trámite de haberlo preguntado.

La semana pasada, PLAN B publicó una entrevista en la que se hacía alusión al champañazo de Agustín Edwards luego del llamado telefónico de su amigo el almirante Merino. Este sería, en la fábula de clases que refiero, el paco malo. En la misma semana, el Ministro de Cultura inauguró la muestra de Roberto Edwards, Cuerpos Pintados, frente a La Moneda.

En una misma semana, respecto de La Moneda, una misma familia hace noticia. El origen del champañazo era el bombardeo a La Moneda. Resulta conmovedor cómo, en nuestro país moderno, las políticas familiares se convierten tan fácilmente en políticas de Estado. Es una cuestión simbólica. Basta que un Edwards se mueva y todos los funcionarios aparecen corriendo. Como me lo decía un amigo trotskysta francés, de la Liga Comunista, "los socialistas son los mejores administradores del capitalismo en crisis". ¡Esta está muy buena! Sobre todo, cuando se trata de CRISIS DE REPRESENTACIÓN. O sea, aquella que tiene que ver con la imagen que los gobernantes y sus agentes de gestión se hacen de sus propias acciones.

Desde que se instaló el primer gobierno de la Concertación, los grandes funcionarios que algo han tenido que ver con cultura, se han caracterizado por actuar como si le estuvieran pidiendo permiso a Alguien. Este Alguien resume y condensa la figura del Pater/Patrón que amarra simbólicamente la "vida chilena".

La obsecuencia ha sido la tónica. Por eso, actual privilegio para las industrias culturales, a objeto de satisfacer el programa no escrito que les han dictado los empresarios del sector. Finalmente, Cuerpos Pintados se instalado en La Moneda indica la demostración del temor de los gestores de palacio, que carecen de la "clase suficiente" para enfrentar la amenaza de los fantasmas identitarios que el paco bueno de la edición chilena se trae. La fábula consiste en que el gestor de la cultura gobernante siempre espera que el Otro le convide un poco de la clase que le sobra.

Mi amigo trotkysta se equivocaba respecto de Chile. En verdad, no era la crisis del capitalismo la que los socialistas iban a administrar, sino la crisis de la conciencia oligarca. Esta es la gran paradoja. La oligarquía ni siquiera necesita moverse de su escritorio. Para eso, los propios gestores de cultura de la Concertación les harán el trabajo, porque ya han recibido la demanda simbólica por anticipado. Esto es lo que se llama "leninismo de la burguesía chilena". ¡Genial título de un antiguo artículo de Armand Mattelard! (Ya nadie lee los viejos artículos).

O sea, ese "leninismo" significa disponer de una "política de masas" que les permite anticiparse, en el imaginario de los gestores con-falta-de-clase. Porque hablando en antiguo, es decir, en marxista, el plus de clase siempre lo tiene la clase que domina. Aunque en clave gramsciana chilensis se tendría que decir "clase subalterna". En este país, esta manera de ser subalterna, no puede evitar meter debajo de la alfombra aquello que la hace naufragar. Los faltos-de-clase hacen el trabajo de blanqueo para los que poseen una clase-de-más, sin que estos últimos explícitamente se lo pidan.

El champañazo del Malo y la farandulización del Bueno reproducen el esquema de la pareja de pacos. Buena pareja para cubrir las fallas simbólicas de una familia, de una clase, de un país. De todos modos, la fábula es de base rural. Es la cuestión hispana arcaica la que se cuela entre las hojas de los periódicos. Todo esto es un chiste programático que tiene que ver con la raza: Agustín Edwards y el modelo del "caballo chileno". Como si en ese gesto quisiera recuperar el impulso "fundacional".

Todo esto es un biografema: ambos hermanos son, mal que mal, EDITORES. O sea, "editan el país". Producen el soporte de su montaje simbólico. El Bueno, con sus adelgazamientos semánticos de la práctica fotográfica, intenta blanquear los efectos de la intensidad sintáctica de la práctica política del Malo. Finalmente, El Mercurio es, antes que nada, POLITICA DE ESCRITURA; mientras que el Bueno trabaja solo a la reproducción de imagen.

En esta situación, la POLITICA DE ESCRITURA sostiene la POLITICA DE LA IMAGEN. Los cuerpos pintados son extremadamente culpabilizables. Apenas pueden desplazar los efectos representacionales de los CUERPOS ESCRITOS. Lo que clama el nombre "cuerpos pintados" es el terror de los "cuerpos escritos" que hablan en la mudez de sus desapariciones, al modo como en un archivo se destruyen documentos.

¿Qué sería un cuerpo escrito? Eso está en la base de la anticipación del arte que ni el Malo de la Limpieza Simbólica ni el Ministro de la Gobernación Adecuada podrán entender. Los cuerpos escritos no pueden estar allí, porque las escrituras de los cuerpos reproducen el discurso del dolor y del duelo interminado. Ese texto está marcado en la piel, no pintado como cosmética blanda.

Finalmente, de lo que hablo es de dos hermanos que ocupan, en una semana, unas portadas de los diarios. No tiene ninguna importancia. No debiera haber escrito nada de esto. A menos que sirviera de plataforma para situar los márgenes de una política de gobierno que desatiende la materialidad de los signos.

En la Plaza de la Constitución, la estructura de Cuerpos Pintados está instalada en el mismo lugar en que se prendió fuego el trabajador Eduardo Miño.

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