Campaña Electoral: El Bloque de Acompañamiento.
Justo Pastor Mellado.
Abril 2005

Los artistas chilenos han perdido una ocasión inmejorable para fijar una posición real y radicalmente crítica respecto de la miseria programática en Cultura que, las dos pre-candidatas de la Concertación han sostenido -por omisión y/o elusión- en lo que va de la campaña de nominación. Las fotos de rigor no se han hecho esperar, ya que la contigüidad corporal en el campo de la toma hace pensar en el destino de un cargo cercano. El solo reconocimiento de próceres dispuestos a estar, por lo menos, en la foto, proporciona una razón consistente para no tener que estar allí o no apoyar la fórmula que dicha contigüidad expresa.

Artistas asistidos por internacionales fondos de recursos, escritores vinculados a ministeriales personalidades de mediano peso político, marginales de profesión que han hecho del manejo de la exclusión (todo) un capital de referencia, críticos obsequiosos que viven con crisis de pánico historiográfico, artistas-docentes en situación de abandono institucional, promotores de mercadeo cultural de intensidad piolita, artistas históricos bajo amenaza de jubilación anticipada, todos ellos, forman un contingente convertible fácilmente en BLOQUE DE ACOMPAÑAMIENTO.

Lo que sorprende, en verdad, es la rapidez con que este bloque se hace atribuir un rol protocolar específico, que supone convertible en influencia social y política a nivel de un Gobierno. Ellos no saben que la trama de las determinaciones en ese nivel es mucho más compleja y los supera absolutamente, en términos de cálculo, de proyección y de utilidad pública. Los artistas que piensen que se establecen relaciones equitativas con la clase política, bajo esta consideración, merecen ser llamados, no solo ilusos, sino francamente pusilánimes.

A los presidentes, cuando viajan, les gusta hacerse acompañar de empresarios, de algunos políticos de oposición y de artistas. La naturaleza e importancia de los viajes determina la proporción del acompañamiento. O sea, la lógica de los acompañamientos tiene precedencia presidencial. De ahí la premura que hacer figurar a un bloque de acompañamiento de artistas como esa contigüidad, parece ser una cábala pre-presidenciable.

Los artistas suponen que la cercanía foto-generable del Príncipe es transformable en influencia social específica. He ahí la base de la ilusión del poder. Pensar así expresa la dimensión de poder que no se tiene. La clase política lo sabe. Quien acompaña reconoce tácitamente su falta de poder. En una campaña, formar parte del bloque de acompañamiento, significa poner en duda la consistencia de un nombre, que generalmente está ligado a una política de obra, que por esta vía se ve rápidamente reducida a ser percibida, nada más que, como política de carrera. Acompañar a un candidato es demostrar que se carece de vanidad. De ahí que en el momento mismo de la manifestación de compañía, el candidato sabe cual es el rango de debilidades institucionales en juego.

Entonces: ¿cómo reemplazar la pulsión de acompañamiento por una DINÁMICA PROPOSITIVA? Este es el punto en que las candidatas exhiben su mayor debilidad programática en cultura, lo que es una gran fortaleza política. Los artistas, desacostumbrados a las prevenciones que hay que tener con la cercanía de la clase política, han caído una vez más, en la trampa. Lo primero que hacen es dar señales de buena conducta poniéndose a disposición para elaborar una plataforma de cultura. En verdad, es la clase política la que debiera dar muestras de buena conducta en esa materia, porque las plataformas actuales y la pragmática que han puesto en forma, los desautorizan para abordar con rigor estas materias.

Sin embargo, no se trata de elevar el rango de la noción de buena conducta. La confusión proviene del hecho que los artistas RENUNCIARON A DAR UNA SEÑAL. Es muy importante que la clase política llegue a dimensionar el nivel de desconfianza inscrita en el diagrama de las prácticas de artes visuales. De hecho, son las únicas que le pueden hablar, hoy día, de la estructura de su impostura.

Respecto de esto último hay que hacer una precisión: las obras de arte anticipan la crítica política. No era necesario que viniera Jacques Rancière a decirlo. Eso lo sabemos desde hace más de dos décadas. Desde el modelo de la Obra Leppe o de la Obra Dittborn, por ejemplo.

Curiosamente, con la Transición Democrática, los artistas que en coyunturas anteriores produjeron obras radicales, convirtieron sus diagramas de producción dichas, en mapas de carrera que, lamentablemente para ellos, no los han conducido a los niveles de reconocimiento y reparación que esperaban. Justamente, porque la estrategia no era esa.

HAY QUE REGRESAR AL DIAGRAMA DE LAS OBRAS PARA PROTEGERSE DE LA SUBORDINACIÓN POLÍTICA AL BLOQUE DE ACOMPAÑAMIENTO.

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