Entre la figura del Mono Porfiado y la Fe del Carbonero. Justo Pastor Mellado. Mayo 2005 Las palabras del Ministro Weinstein reproducidas el domingo 8 de mayo en Artes y Letras (El Mercurio) participan al menos de dos atributos que, en el lenguaje común, provienen de dos figuras que en este caso son descriptivas de una actitud política contra la que es imperativo oponerse. La primera figura es la del "mono porfiado". Al ministro se le puede decir lo que sea, en el respeto debido a su cargo. Da lo mismo. Va a seguir repitiendo un mismo discurso, que bordea la euforia del funcionario de alto nivel que tiene absoluta conciencia de estar haciendo bien su tarea. Es decir, ha cumplido con creces aquello que el Jefe Supremo le ha encomendado. Y Artes y Letras cumple con su habitual táctica de "dejar hablar", exhibiendo al mismo tiempo el paquete de medidas, descritas con una falta de especificación sobre las modalidades de gestión, que favorece la desconfianza de los profesionales en torno a los temas señalados. Lo anterior da para sospechar, puesto que en el mismo día, el diario La Nación publica el documento La cultura chilena en el bicentenario . No le cabe, a El Mercurio, comentar en profundidad un documento que es puesto en circulación por el periódico del Estado. Al parecer, algunos consejeros del ente superior de cultura encontraban que era natural que un documento de Estado viera la luz teniendo como soporte al Decano de la prensa chilena. Ocurre algo similar con la ceremonia de lanzamiento del Día del Arte, en un museo privado, cuando hay que dar muestras de iniciativa e independencia. Resulta conmovedor constatar a qué punto los funcionarios de cultura desean ser avalados por el ámbito privado. Pero no responsabilicemos a El Mercurio. La ansiedad de reconocimiento de los operadores de cultura espera "naturalmente" la sanción mercurial para adquirir legitimidad. De este modo, la figura del "mono porfiado" se ve fortalecida por el deseo de ser garantizado por quien sostiene, conceptual y comunicacionalmente, el modelo del libre mercado en cultura. Bien por El Mercurio, que opera como el espectro político que garantiza las prácticas del Estado. ¡Que Estado más frágil, al menos en este terreno! ¡No logra ser capaz de autorizarse desde si mismo! La segunda figura a la que deseo hacer referencia corresponde a "la fe del carbonero". Y tiene que ver con la demostración excesiva de un dogma recientemente adquirido. Aquí, lo que importa es que se vea cómo la gente de gobierno que se ocupa de cultura, trabaja con una convicción que resiste toda prueba. Ya que se trata de un contingente de funcionarios que están animados por la certeza de estar poniendo en pie un dogma, y no poniendo en movimiento un conocimiento; porque en general, no conocen de los temas que dicen dominar. En este sentido, desde Hacienda o Economía no deben ver con muy buenos ojos que la instalación de un ministerio nuevo implique invertir en la formación de una casta de funcionarios sometidos a una dinámica de lealtades que los pone en línea con la defensa inmediata de sus espacios de reproducción salarial. Esto es lo que se denomina, en la jerga de las ciencias políticas, "fomento de la obsecuencia debida". En términos estrictos, entre las figuras del "mono porfiado" y "la fe del carbonero", la cultura chilena se enfrenta a la celebración del bicentenario. Resulta más que probable que un candidato de la Concertación ocupe la presidencia de la república. Los funcionarios de cultura pueden estar tranquilos, ya que poseen -en perspectiva- todas las facultades para hacer mejor, lo mal que lo están haciendo. Eso se llama, simplemente, impunidad, soberbia política, en un marco de autoritarismo de baja intensidad. Es en función de lo anterior que, respecto de los bloques de acompañamiento de pre-candidatas, los artistas y la gente que se ocupa del arte, tenían en esta coyuntura una buena ocasión para instalar la distancia analítica como problema. Ciertamente, el documento presentado no puede sino entenderse como una plataforma de lugares comunes sobre cultura. No puede ser otra cosa. Lo que no puede haber, porque no existe pertinencia para ello, es un paquete de planes sectoriales de desarrollo. De este modo, todas las iniciativas recolectadas y vertidas en el documento, son un acopio de cosas que ya venían sugeridas en documentos anteriores. Solo que ahora posee una estructura narrativa que lo hace operable. Es una herramienta para ordenar lo que hay y dimensionar lo que viene. Pero carece de propuestas. El destino de la institucionalidad cultural no se juega en la literalidad de un documento que enumera tareas e iniciativas deseables, pero en ningún caso puede ser tomado como una carta de navegación. Con solo leer algunas de las 52 medidas referidas por el Ministro Weinstein en El Mercurio, sabemos que en cada uno de los temas planteados, no existe plan de desarrollo alguno que pudiera ser tomado con rigor. ¿Cinemateca? ¿Archivo? ¿Centro Cultural La Moneda? Bienal Internacional de Arte? ¿Museo de la Foto? ¡Por favor! Lo menos que deben hacer los artistas y los agentes de cultura con un mínimo de rigor en la cabeza es pedir que se hagan públicos los planes, los proyectos de implementación, los modelos conceptuales que habilitan dichas prácticas, el monto de las inversiones, los dispositivos de concursabilidad para cada función asignada, etc. Para terminar, reproduzco simplemente un párrafo de mi entrega anterior: "Lo que propongo es simple: es el momento de retraerse. El triunfalismo concertacionista pavimenta el camino de la impunidad funcionaria. Los artistas deben instalar una amenaza simbólica de envergadura. Solo en esa medida la clase política podrá adquirir la mesura respecto de la impostura representacional sobre la que se sostiene su discurso. En una fase en que la política como práctica se ha convertido en un asunto comunicacional, el arte debe introducir la pregunta por el alcance de los actos instituyentes que, disimulados y distribuidos en la pragmática ministerial de cultura, hacen de ella una plataforma encubridora de la imposible equidad en el acceso a los bienes simbólicos". |
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