La Productividad en las Artes Visuales.
Justo Pastor Mellado.
Julio 2005

En La Nación del 7 de julio, Ernesto Ottone, director del Centro Cultural Matucana 100, aborda con dureza la crítica del criterio de productividad en el teatro como factor de evaluación en los proyectos Fondart. Luego defiende al Fondart de la crítica que le cabe por "amistocracia". Y en tercer lugar, aceptando mi critica al efecto epistemológico del formateo de los proyectos, promueve sin embargo la necesidad de contar con un formato de presentación por tratarse de fondos del Estado.

En cuanto a lo primero, Ottone apunta contra un argumento que se maneja con extrema irresponsabilidad de parte de gestores que afirman la calidad y la legitimidad de una programación en la cantidad de boletos cortados. Pero el asunto es más grave. Este criterio no solo contamina las discusiones formales en el teatro, sino que se traspasan a las artes visuales. De este modo, el conteo de público sería el aspecto decisivo de una exposición. No se quiere entender que una exposición no es solo la exhibición material, sino la puesta en edición de un catálogo, la producción museográfica como enunciación, la articulación de un dispositivo educativo, la producción de comentario especializado, la relación mediada con el mercado, la garantización de otras instituciones, etc.

El punto crucial de este asunto reside en la definición de productividad en el arte. La productividad en artes visuales no está referida, solo, a la rentabilidad económica directa, o al retorno económico de una exposición. El retorno no va por ese lado. Hay una productividad directamente vinculada al diagrama de las obras. Hay una rentabilidad social compleja que se juega en el manejo del discurso de la posteridad de la obra. De este modo, una exposición involucra las acciones de la industria editorial, de la industria de seguros, de la industria de transporte, de la industria de enseñanza, de la industria de construcciones de interior, etc. ¡Vaya! ¡Que "cadena de valor"!

El segundo punto que aborda Ottone es el de la "amistocracia" y defiende la transparencia de la gestión de Maria Eliana Arntz y de su equipo. Estoy de acuerdo. Sin embargo, no se trata de una cuestión de personas, sino de impunidad estructural. El solo estudio de la determinaciones de secciones indica que éstas fueron armadas "a la medida". Por ejemplo: ¿Cómo explicar la conveniente invención de una sección de Artes Integradas, y luego, de Proyectos de Excelencia? Todas las decisiones tomadas en ese sentido, en los últimos cinco años, hacen pensar que la discriminación programática ejercida por un grupo decisional específico funcionó como una práctica habitual. Sin mencionar las presiones políticas que universidades tradicionales han ejercido en la atribución de proyectos que en una primera instancia habían sido desaprobados por el equipo de evaluadores. De este modo, yo no hablaría de "amistocracia", sino de extrema permeabilidad a un modelo muy chileno de amedrentamiento institucional.

El tercer punto al que se refiere Ottone es el del formato. Ciertamente, tiene toda la razón. Tiene que haber un formato de presentación de proyectos. El problema, sin embargo, reside no solo en la definición de "proyecto de arte", sino en la sujeción de dicha presentación a un formato cuyo diagrama implícito está definido por el modelo de "presentación de presupuesto" o de una "licitación". Lo cual introduce unas prácticas discursivas decisivas que regulan la enunciación de problemas específicos del arte. El triángulo Objetivos-Fundamento-Descripción sitúa al enunciado artístico bajo la tutela de una Metodología de la Investigación generalista, que no distingue la especificidad diagramática de la producción de obra. Los artistas chilenos ya no tienen obra; solo acumulan "proyectos".

Lo anterior tiene que ver con mi hipótesis acerca de LA MALVERSACIÓN DEL FONDOS del Fondart. Es decir, que el propio Fondart malversó su fondo conceptual. Es una malversación conceptual porque se lo subordinó a una plantilla que proviene del "onegismo" practicado durante la Dictadura; es decir, la "ciencia del acomodo nocional". Pero es, además, una malversación de dinero, porque se ha diluido la Creación/Producción de obra, en provecho de la Difusión/Extensión. Se dice Creación, pero se practica Difusión. En términos estrictos, es extremadamente reducido el número de obras que han significado un aporte significativo al desarrollo de la escena plástica. Más que nada, se ha trabajado el Fondart en artes visuales con criterio de subsidio habitacional. Lo cual es totalmente coherente con una política de Estado que, en las artes visuales, reproduce el fantasma de la "falta de vivienda" como dispositivo de control de una población de artistas trabajada como espacio social vulnerable.

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