Propuestas para una Política Pública de Cultura en la Región Metropolitana (1). Justo Pastor Mellado. Julio 2005 Lo primero para formular una política es solicitar información de lo que hay. Parece obvio. Sin embargo, el Consejo Nacional de Cultura pide formular políticas regionales sin que las regiones cuenten con medios de prospección mínima sobre procesos sociales y culturales locales. A los administradores de flujo ministerial se les ha ocurrido pedir a otras Reparticiones, el recorte de información obtenida en función de otros fines. De este modo, el re-encuadre de informaciones existentes en otros organismos de planificación no se revela eficaz a la hora de reconstruir la ficción de un plan de cultura en el terreno local. De ahí que, lo primero que se plantea, como necesidad reconfirmadora del rol de los funcionarios del nuevo ente de cultura, es la realización de un catastro de centros culturales existentes en la Región Metropolitana. La iniciativa apunta a obtener información sobre el estado de la infraestructura conceptual y operativa de las organizaciones culturales de la región, con el objeto de realizar un mapa de las instituciones culturales municipales y autónomas que funcionan en las comunas más desfavorecidas. El catastro tiene por objeto identificar las falencias de gestión y de infraestructura, con el objeto de formular planes de formación en gestión, programación y animación social y cultural. ¡Brillante! Un animador de centro cultural poblacional no es sinónimo de "gestor cultural" (híbrido conseguidor de recursos-relacionador público-promotor de eventos), tal como se entiende en el "centro" de Santiago. Se plantea, entonces, la necesidad de distinguir entre ambas funciones, ya que corresponden a estrategias de significación clasísticamente diferenciadas. En lo inmediato, se hace necesario realizar encuentros de información y de formación con directores de centros culturales populares, con el fin de recoger directamente sus inquietudes. Esta iniciativa puede ser realizada con directores de centros y encargados municipales de cultura, preferentemente pertenecientes a zonas semi-rurales y de comunas de gran movilidad laboral (grandes contingentes de trabajadores se trasladan de comuna). Esto redefine la importancia de los centros de cultura poblacionales. Aquí no se trata de dinamizar el tiempo destinado al "ocio", sino de articular una red de instituciones destinadas a establecer dispositivos de manejo de la vulnerabilidad social. Se piensa, en general, que los centros culturales recogen las inquietudes de la población. ¡Nada más falso! No perdamos nuestro tiempo en reproducir las ilusiones políticas de nuestras ya desacreditadas autoridades de Cultura. Los centros culturales deben ser reconocidos como lo que son: centros de vigilancia y de control social de nuevo tipo . Sin embargo, la clase política carece del valor y la entereza para aceptarlo como su realidad. Esto es de una evidencia que nos sobrepasa. La clase politica sabe que debe impedir mediante estrategias de control blando, que los centros culturales puedan convertirse en verdaderos dinamizadores de la vida social. Eso fortalecería la sociedad civil. ¡Muy peligroso! El autoritarismo político de la Transición trabaja más bien con la idea de dinamizar los mecanismos de control de la población a nivel microsocial. El centro cultural, como dispositivo de concertación para el control de intensidades sociales, debe ser un dinamizador de la lucha contra la droga y, al mismo tiempo, un espacio de consolidación de actividades escolares extra-programáticas. En este terreno, debemos organizar diplomados en gestión cultural destinados de manera específica a funcionarios de Investigaciones y Carabineros. Un inspector puede ser monitor de cine, un cabo escribiente puede ser un monitor de unidad computacional destinada a la elevación del nivel de las tareas escolares. Esto es, realmente, una política popular de prevención. Pero ni siquiera el Mineduc posee la flexibilidad para implementar esta política de seguridad interior, en el manejo de aula. Esta es la verdadera dimensión que posee la Cultura en la Perspectiva del Bicentenario: control micro-político de las poblaciones . Para eso se necesita disponer de un catastro de la situación actual de los centros, con el propósito de elaborar una política de reconversión de la cultura en seguridad ciudadana. Nuestra clase política sabe que el Consejo Nacional de Cultura puede ser la inversión más rentable de control de población, porque permitiría operar en el espacio de conexión de lo público y lo privado; es decir, de reversión vigilada del uno en el otro. En Consejo Nacional de Cultura debe ser convertido en una sub-secretaría del Ministerio de Interior. |
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