Bachelet no puede responder.
Justo Pastor Mellado.
Agosto 2005

La pregunta de Alfredo Jocelyn-Holt a Michelle Bachelet permitió descorrer un velo sobre las condiciones de blindaje erigidas por el entorno político de la candidata. Ya no hay temas que no se puedan tocar. Frente a su pregunta, Bachelet solo salió "comunicacionalmente" airosa del paso, pero no respondió al único ataque que valió la pena; es decir, aquel que la ponía en tensión con su pasado.

Sin embargo, no era su pasado personal el que estaba en juego, sino el del propio Partido Socialista. Estudioso de historia contemporánea, en su fundamentación Jocelyn-Holt apuntó a poner el dedo en la llaga en los avatares de una historia sobre la que se ha construido una descomunal omisión; a saber: el militarismo estructural del socialismo . De eso, los historiadores del partido hacen la vista gorda. Los historiadores chilenos que detestan a Jocelyn-Holt también corren un tupido velo sobre esas cuestiones.

Los socialistas chilenos no pueden desentenderse del hecho que han sido los gestores de una concepción conspirativa de la historia. Su propia historia partidaria está determinada por una pragmática entre "vetchekista". Y sobre eso, Bachelet no supo responder. No puede responder más que con el recurso a un argumento sentimental, sobre la reconciliación de los chilenos. Lo grave es que trabaja sobre una hipótesis que desplaza la verdad de los pactos de omisión sobre los que se afirmó la posibilidad misma de la Transición concertacionista. Digámoslo en términos estrictos: el socialismo transó a sus muertos. Les sacó todo el rendimiento simbólico que pudieron. Y era a eso a que apuntaba la pregunta de Jocelyn-Holt.

En tal medida, la pregunta no era descalificatoria, sino por el contrario, retomaba como recurso la argumentación paródica de la crítica de las armas para revertirla en un arma crítica. Fue más descalificante la mención de Bachelet a la pertenencia "opinológica" de Jocelyn-Holt, porque mediante un ardid oratorio situó la pregunta en el terreno de la farándula. Pero no cabe duda que ese fue solo un recurso distractivo; es decir, frágilmente populista.

Lo injustamente necesario en la pregunta de Jocelyn-Holt es que él sabía que estaba formulando una pregunta que el propio socialismo no puede responder. No se trata tan solo de poner en escena su militarismo de base. No haría más que conectarlo con la tradición leninista. Pero, justamente, por esa misma conexión, tendría que dar cuenta de su complicidad estructurantes con las tareas de Inteligencia.

Es más: ha sido la izquierda, mucho antes que Pinochet, la que convirtió la práctica política en un asunto de "inteligencia". Y lo grave de la respuesta autoritaria y evasiva de Bachelet, es que se trata de la propia concepción militarista de la política, fomentada y sostenida por el socialismo chileno, la que se resiste a convertirse en objeto de análisis histórico.

De ahí que la práctica política como asunto de "inteligencia" sea condición de la práctica comunicacional como producción de intoxicación discursiva. La política construye su "diagrama de la verdad" desde las conveniencias de sus prácticas encubridoras. A una pregunta que se le formula como personalidad pública, ella responde con su "biografía". Pero las personalidades del socialismo histórico carecen de "biografía"; ya que la biografía la escribe el Partido en función de las conveniencias programáticas del presente. Por eso Bachelet, no es que no quiera responder a la pregunta, sino que está partidariamente impedida de hacerlo.

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