EL
DESEO DE TITULARIDAD Y CERTIFICACION. En Cartografías del deseo el título se presenta como diagrama de un gesto curatorial. En el título está contenido el alcance estratégico, pero no decide la visibilidad de su retroversión. El título proviene de la obra de Félix Guattari, editada por Francisco Zegers editor, a comienzos de los noventa. Corresponde a una selección de textos realizada por Miguel Norambuena, quien además, ejecuta el trabajo de traducción. Sin embargo, existe una edición anterior, con el mismo título, publicada en Brasil, por Suely Rolnick, psicoanalista institucional. Cartografías del deseo resulta ser una magnífica compilación de las intervenciones de Guattari en el viaje que realiza por Brasil, en 1982 [1986, Editora Vozes Ltda]. Recoge con particular delicadeza y precisión, mesas redondas, conferencias, guiones de conversación, entrevistas a la prensa, debates radiales, sobre la micropolítica del deseo. Primera pregunta: esta exposición que toma por título Este Título, ¿se plantea como una operación micropolítica? Esa es mi duda, al menos. Una cosa consiste en pensar que las obras son universos de complejidad singular que ponen en escena una dinámica de microintensidades. Otra cosa es la políticas de carrera y los retoques de la posición histórica que los artistas modelan, para inscribir de modo autoritario, su nombre, en la trama de recomposición analítica. En términos estrictos, los artistas totémicos ligan el destino de la historia a los efectos de su seminalidad craquelante. Recuerdo un film: Et que la fête commence, de Bertrand
Tavernier. Una mañana, la corte de Francia amanece presa de gran
agitación. El delfin, el futuro Luis XV, ha estampado en la sabana
su primera polución nocturna. Está en edad de procrear.
De fijar su herencia. De asegurar la filiación. Entonces, ¿cómo
le llaman en lenguaje coloquial a esa primera polución? Une
carte de France. (Una mapa de Francia). Lo extraordinariamente lúcido
de esta proposición reside en que la diseminación del monarca
garantiza la reproducción de la Nación, porque El es, el
cuerpo fundador de ésta. Previa inscripción craquelante
de su manchita sobre la sabana-mortaja. [Al respecto, desde aquí,
releer la fascinación dittborniana por la frase “lo que en
la teta se mama, en la mortaja se derrama”, en cuanto al poder de
la digresión eyaculante como determinante pictórico]. Por
eso, en las artes visuales chilena, jamás se podrá pensar
en la diagramación de una “escena moderna” mientras
funcione el inconciente oligarca en la organización del campo .
He ahí el peso del inconciente de las representaciones cristianas:
la pentecostalidad del arte chileno. Justamente, en este terreno, la existencia
de la Facultad de Arte de la Universidad de Chile de “antes de la
guerra”, competía contra la seminalidad oligarca con la seminalidad
plebeya, partidariamente garantizada. Primero, radical, luego, comunista.
Es así que la micropolítica del deseo –hipostalinistamente
garantizada- excluía la masturbación. Atravesada por el
imperativo de la vanguardia genital-leninista –la chispa que encenderá
la pradera- la seminalidad plebeya buscaba siempre satisfacer su deseo
de fecundación progresiva de la Historia mediante la garantización
partidaria. Pero hoy, esa Facultad, no garantiza la micropolítica
del deseo, en la dimensión que la “letra” del texto
guattariano le señala como exigencia de un entramado rizomático.
Precisamente, porque el recurso a la relación “padrino/ahijado”
como soporte de trabajo, desautoriza la rizomaticidad de los procesos.
Cierto: el “ahijado” es, un fruto, del país. | |||||||||||||
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