Panorama del Arte Chileno (2).
Justo Pastor Mellado.
febrero 2004

La IV Bienal del Museo ya ha tenido su consagración mercurial. No solo me refiero al artículo de Macarena garcía, sino al comentario de Mario Fonseca, el sábado 8 de febrero, en que sostiene: "La razón del doble comentario no es sólo la dimensión de la exposición, con 22 artistas convocados, sino su importancia como muestra culminante de un período que se ha denominado la "post transición" en las artes visuales nacionales. Tal índole culminante, sin embargo, afecta en parte el carácter propositivo o innovador expectable de una bienal, pues varios artistas conocidos muestran más de lo mismo y ninguno de los por conocer contribuye a la apertura de nuevas tendencias. Aun así, y a pesar de la ausencia inevitable de una docena de artistas, para el gran público esta bienal se constituye en una buena oportunidad de revisar el estado de situación de nuestro arte contemporáneo".

De partida, no me parece correcta la denominación de "arte de la post-transición", no tanto por el arte, sino porque la transición se ha vuelto "interminable". No hay post. Apenas ha habido pre. En todo caso, coincido plenamente en la carencia de innovación. En verdad, el experimentalismo no existe, por más que la gente del Arcis se afane. Solo hay transferencia tardía de bibliografías. Lo otro Es que no se puede calificar una exposición por la gente que "debió estar". No estar es una manera de estar. Lo que ocurre en esta bienal es que, en términos estrictos, estos son los artistas que hay en función de un standard más o menos reconocible.

Una periodista penquista preguntaba a Patricio Muñoz Zárate por qué no había artistas de regiones. Pero si la respuesta es clara: en regiones hay, difícilmente, arte contemporáneo. Una bienal como ésta no obedece a una repartición parlamentaria.

Pero lo más polémico está, nuevamente, en el artículo de Macarena garcía. Ella simplemente expone el habla de Arqueros y machuca y deja que se hundan solos cuando delatan el malestar de la Chile / Arcis respecto de la curatoría. Pero no lo hacen de frente. Usan el mismo estilo de cinismo aparente, demasiado conocido como tic analítico como para ser tomado en serio. Su posición es legítima, pero ineficaz para su propio sector, donde el malestar ha pasado a convertirse en una consigna: no comer ni dejar comer. Eso, en el discurso, se manifiesta mediante textos que solo esbozan excusas y permanecen solo en las condiciones de posibilidad de las cosas, cuando las cosas ya existen y se manifiestan en unos lugares a los que estos agentes de glosa ya no tienen acceso. Todo indica que se han quedado acompañando a una secta.

Si hay IV Bienal, en las internas, debe haber la petición efectiva de una política exterior. En vez de reproducir el estatuto de las condiciones para lo incondicionado, hemos optado por pensar en las posibilidades de expansión del arte chileno para el 2004. Lo que supone reconocer la existencia de una obras expansibles. En este sentido, no hay obras innovadoras. ¿Respecto de qué lo serían? La expansividad, en cambio, supone la complicidad con obras referenciales nacionales e internacionales, que prefiguran un campo de recepción adecuada. Esto hace pensar que aquello que aquí no es innovador puede serlo en otro contexto, así como lo innovador en otro contexto puede interferir en la continuidad de la reproducción de información interna. Por lo tanto, todo funciona en términos de transferencia. ¡Era que no! A ver si los artistas destinan más sus esfuerzos a preparar proyectos fuera del país, que a llenarse de horas de clases para no tener que trabajar en la obra o a disputarse el cupo en exposiciones de patio chico.

Tan solo tomando en cuenta la IV Bienal del Museo, resulta grato considerar que Alonso Yáñez, Ignacio Gumucio y Patrick Hamilton preparan sus maletas para exponer en Bélgica, en Ecuador, en Finlandia. A ello Es preciso agregar que Francisco Valdés reside en Holanda y que Demian Schopf lo hace en Alemania. Resulta positivo recuperar el hecho de que Josefina Guilisasti estuvo en la exposición neoyorquina de Muro-Sur, al igual que Gumucio, y que Livia Marín estuvo en la IV Bienal del Mercosur. A ello se agrega el hecho de que Correa y Preece estuvieron, al igual que Hamilton, en l Bienal de La Habana. Y no hay que olvidar la reciente exposición de Francisca García en Hamburgo. Esta sería, entonces, desde un punto de vista expansivo, la bienal de mayor potencialidad que todas las que han tenido lugar.

En cuanto a la categoría del soporte, la fotografía, el video y el multimedia han sido mayoritarios. En pintura, la dupla Gumucio / Oyarzún dialoga formalmente en un terreno que hace prever grandes perspectivas de desarrollo. Ahora bien: fuera de la pulsión clasificatoria de Livia Marín, las "esculturas" se han convertido en objetos sobre-diseñados. Está bien, me parece, combatir el carácter granítico de la escultura de aseo y ornato, pero eso no salva del reblandecimiento referencial que ha experimentado el "género" en los últimos años.

Por otro lado, si nos atenemos al eje de la "critica de la critica", la cuestión de la crítica de la musealidad parece asunto de niños. Nada que pueda ser rescatable para la discursividad dura sobre la condición de la musealidad chilena. En un país sin musealidad fuerte, o prácticamente, sin musealidad, resulta "graciosa" la sujeción argumental a una política implícita de des / musealización que se ahoga en consideraciones domésticas sobre lo local-local. No hay que desestimar lo local, justamente, a "condición" de obligarse a levantar la mirada hacia comparaciones con otras producciones locales, para evitar la caída en la referencia escolar.

Recuperemos un bloque efectivo: Alonso Yáñez, Paola Caroca, Francisca García, Patrick Hamilton. Así como en 1997 fue posible reconocer un bloque que no necesitaba seguir declinando a los "totémicos", hoy, el soporte fotográfico es la base de una nueva política expansiva. Esta es una cuestión política. De política de arte.

Cuestiones a recordar: hubo "corte y confección", hubo "el deseo de casa". Ambas plataformas se autofagocitaron. Terminaron produciéndose como objetualidades académicas, vigiladas y compuestas. No implicó política alguna de recomposición que permitiera un reconocimiento exterior consistente. Como he sostenido, la ausencia de política exterior refleja el estado endémico de la recomposición local. Esta vez, a lo menos, intentemos una política diferente, poniendo el énfasis en la expansividad, para revertirla sobre la situación interna y romper el circuito de la endogamia. La IV Bienal ha planteado esta necesidad.
artículos relacionados
[deje sus comentarios en el
Pizarrón de Mensajes]
   
www.sepiensa.cl

Sitio Web desarrollado por ©NUMCERO-multimedia - 2003 [webmaster]