He empleado la palabra adelgazamiento para referirme a los efectos del proyecto “Cuerpos Pintados”. Se trata, obviamente, de adelgazamiento formal.
La necesidad de remitirse constantemente a las cifras de visitantes suenan como un castigo respecto de las dificultades del público grueso frente al arte contemporáneo. Pero en la estrategia de mercadeo hay una iniciativa que responde por anticipado a una crÃtica que amenaza como un fantasma. ¡Es el fantasma del comunismo! ¡No! ¡Es el fantasma del comunista Balmes! Y no Es un chiste.
Me explico: Balmes fue invitado a participar en el proyecto, pero no se sometió a la satisfacción del imperativo de “paulanización” de los cuerpos y llevó a la modelo que él empleaba en sus cursos de pintura. No correspondÃa con la referencia relativamente anoréxica de las modelos oficializadas. Pero lo que hay que decir Es que el desnudo, en una escuela de arte, trabaja con otros supuestos. Las modelos maduras y “entradas en carne” suelen ser las preferidas por los profesores, justamente, porque la lÃnea de sus contornos permiten dificultades cuyos efectos técnicos plantean interesantes problemas a la representación de la corporalidad. Lo que hizo Balmes fue trasladar, simplemente, un gesto de enseñanza habitual. Pero el carácter preservativo del proyecto expulsaba toda referencia a la “suciedad” de las formas. Es lo que he llamado “paulanización” de la representación de la corporalidad, en Chile. Lo excéntrico debe ser abordado a través de la “fotografÃa indÃgena”. En su excentricidad representacional, el indÃgena (otro) Es “siempre” bello. Su condición no nos afecta, desde el recorte editorial de su puesta en escena gráfica, como lo que hizo Fundación América al publicar algunas fotos de Gusinde. Pero el trabajo de Balmes fue deportado, esa es la palabra, del libro “Cuerpos Pintados” (Cuarenta y cinco artistas chilenos), publicado en 1996 bajo el sello de la misma Fundación América. La indelicadeza llegó a mayores cuando Balmes ni siquiera fue advertido de semejante exclusión. Indelicadeza que bordea el abuso de confianza, para empezar.
Luego Balmes montó su muestra antológica en el Museo Nacional de Bellas Artes, en 1997. Para el cierre, realizó una acción en la que reprodujo, con leves modificaciones, la puesta en escena de la producción de la fotografÃa deportada. Esta fue la respuesta de Balmes a la exclusión de sus imágenes del libro en cuestión. El único diario que publicó las fotos del registro de la acción fue LA EPOCA. Reproducimos la última página de la edición correspondiente.
Pero aquà se plantea un interesante diferendo: ¿de quien son las imágenes? Si Roberto Edwards considera que el trabajo de Balmes no da con el tono de su proyecto, ¿no deberÃa acaso restituir los negativos? ¿O bien, bajo un extraño acuerdo no escrito, los artistas entregan todos los derechos? ¿A cambio de una monografÃa hÃbrida? ¿Qué monografÃa, podrÃa “diseñar”, conceptualmente hablando, el proyecto “Cuerpos Pintados”, sobre el trabajo de Balmes? En esa estrategia de “paulanización”, no hay lugar para Balmes. Y está muy bien que asà sea. El problema no es aparecer en un libro de Roberto Edwards, sino señalar que su editorialidad está montada sobre la exclusión. La operación de inclusión de las fotos de Gusinde, que son de 1922, corresponde a la fabricación de la “inofensividad” de esas imágenes, para tener que excluir simbólicamente aquellas que hacen insostenible la representación de los cuerpos y que, termina valorizando invertidamente la fobia a su reconocimiento. ¡Que curioso! “Cuerpos Pintados” viene a ser un sÃntoma encubridor del mal/trato a la corporalidad, en Chile. En términos estrictos, corresponde a UNA GRAN OPERACIÓN DE BLANQUEO SIMBÓLICO.
Diciembre 2003