En La Nación Domingo del 12 de febrero se publica un artÃculo sobre Morgana RodrÃguez, coordinadora del Centro Cultural Palacio La Moneda. El titulo la designa como la Walkiria del Palacio. Que no queda duda: descalificador. Y la mención a su hijo diabético, anecdótica. Ningún dato sobre el rigor de las condiciones de manejo de crisis de un niño de cuatro años. Morgana RodrÃguez tiene más de un MagÃster en ese terreno. Aunque el relato estaba destinado, de todos modos, a desautorizar su nominación por ser la madre de un hijo del Rumpy. Resulta curiosa esta campaña de farandulizar a la coordinadora.
Al respecto, hay que hacerse esa vieja pregunta comunista: ¿a quien le conviene el tÃtulo del artÃculo? ¡Todo está invertido en la polÃtica del tÃtulo! Y luego, en la bajada: ¿A quien le ha ganado, para estar allá? Lo que hace suponer que el lugar en el que está Morgana RodrÃguez es extremadamente deseado por otros. O sea, que la pregunta expresa, por delegación, el dolor de otros.
¿Quiénes, que han ganado algo, debieran ocupar ese lugar? Sin embargo, ese lugar, ¿es para alguien que haya ganado algo? A lo mejor, por su indefinición institucional, no debiera ser el objeto del deseo de nadie que haya ganado algo. Desear este lugar es, justamente, demostrar no haberle ganado a alguien, en este terreno.
Pero la pregunta apunta a poner en duda cualquier capacidad de Morgana RodrÃguez. A mi juicio, es una atención que desestima la “verdadera” pregunta y el “verdadero” interlocutor; a saber, el Ministro Weinstein. Ahora que está por dejar su cartera, se podrÃa uno preguntar respecto de su nominación: ¿a quien le habÃa ganado, en cultura, para estar ahÃ? Pero esa pregunta no se le hace a un ministro. El era un brillante sub-secretario de educación. Resulta obvio que su nominación en cultura era una señal para todos aquellos que pensaban haber ganado un lugar en esa área. O sea, algo asà como que fue nombrado -entre otras razones- para que otros no estuvieran allá. Uno no puede pretender que siempre está en un lugar por si mismo. Es más que probable que se está en un lugar para impedir que otros lo están. Algunos piensan que asà se forja una buena polÃtica de equilibrios.
Lo anterior permite hacer la pregunta siguiente: ¿la nueva ministra de cultura, está en ese lugar, para impedir a quien? Los cargos se validan muchas veces por el valor de los omitidos. Dejemos esto para más tarde.
Siguiendo esta lÃnea de argumentación, habrÃa que preguntarse por la herida abierta en quienes habrÃan sido desplazados de una posible nominación en el Centro Cultural. De ese modo, Morgana RodrÃguez estarÃa ocupando un lugar que no le corresponderÃa. Pero las nominaciones de este nivel expresan las polÃticas de un directorio y dependen de un tipo de confianza institucional especÃfica. Es muy probable que grupos de presión acostumbrados a obstruir toda iniciativa en la que no tienen participación efectiva están operando en este terreno.
La atención del artÃculo podrÃa haberse centrado en la composición del directorio del mencionado centro.  ¡Esto si que proporciona mucho paño que cortar! Sobre todo en el campo de las luchas de influencia, en las ineptitudes crÃticas, en los desequilibrios representativos, en la desinformación de muchos de sus miembros sobre las áreas de intervención, en los cambios al proyecto original, por mencionar algunos temas.
Someterse a la pregunta “a quien le ha ganado tal o cual” resulta impresentable, a estas alturas. ¿Debieran estar, en los cargos de responsabilidad, solo los que hayan ganado algo? ¿Y quien estarÃa de jurado? ¿Por qué no se avanza alguna lista de nombres garantizadores? Los que han ganado -efectivamente- algo, no tienen necesidad de recurrir a la pregunta. Por eso, mi recomendación es que se indague, más bien, sobre quienes han perdido.
Lo que falta en el artÃculo sobre Morgana RodrÃguez es su desempeño efectivo en el centro. O sea, en su capacidad para gestionar un espacio complejo en pleno rodaje y su pertinencia para conducir los planes de desarrollo en las áreas del archivo, de la cinemateca y de la programación de salas. De eso, apenas, algo, sobre la cinemateca.
El problema que el artÃculo no aborda, y habrÃa que preguntarse por qué, es aquel que dice relación con el concepto de público que debe producir el centro, tomando en cuenta la variedad de sus objetivos. El problema es cómo diseñar una estrategia de servicio para públicos extremadamente diferenciados: público de investigadores en arte, público de cinéfilos, público de artes visuales, público de exposiciones temáticas.
De eso es de lo que hay que hablar. Y en estos temas, en Chile, ¿quién le ha ganado a quien?