La estupidez discursiva de la crÃtica dominante en los años ochenta llegaba a sostener que no era lÃcito emplear referentes teóricos contemporáneos para escribir de pintura. El pacto de olvido en torno a estas polémicas no logra impedir la reconstrucción de las lÃneas del debate, en que la objetualidad era declarada garantÃa de radicalidad proletaria. Exagero: esta palabra ya habÃa sido deportada del léxico. Pero Lyotard no podÃa ser empleado para sostener la vigencia de pintura alguna. En esos años, escribà sobre DÃaz y sobre su mentor académico en la Facultad, Adolfo Couve, hasta que el primero tuvo que negar tres veces al segundo, porque su proximidad dañaba la exitosa carrera que ha sobrellevado y que lo recibe en el pináculo germánico del arte hiper-contemporáneo; léase, Documenta, hasta donde lo ha conducido el prestigio internacional de ZaldÃvar, la menor.
El caso es que no se podÃa citar a Lyotard para “apuntalar” un texto sobre pintura; ya fuera de DÃaz o de Couve. La crÃtica en cuestión exigÃa que a lo menos, la pintura fuese bien contemporánea. Con lo cual, daba a entender que incluso la pintura de DÃaz no lo era tanto y que debÃa hacer otros méritos. Incluso, colegas actuales de su administración académica señalaban, en ese entonces, que no habÃan hecho suficientes esfuerzos en desterrar la pintura de su escena, como para que alguien viniera a auxiliarla con textos que debÃan ser empleados en otras empresas de validación. Este fue el comienzo de la creencia muy actual de que un texto habilita el inicio de una carrera. Los jóvenes de hoy lo saben muy bien: se les enseña en las escuelas a preparar el dossier.
El asunto no es preparar un dossier con fotos y CD incorporados, sino en qué circuito se lo hace funcionar, a partir de qué interlocutores, combinando una sutil y delicada noción de relaciones de trabajo, en que las cuestiones de complicidad formal pasan por encima de las relaciones públicas.
Nuestro jóvenes artistas emergentes piensan que la subordinación a los profesores les asegura una buena plataforma de relaciones públicas y dependen de su aval para participar de los rebalses de la fondarización.
La exhibición de la pintura de Monory en el Museo Allende, me trae a la memoria la primera circulación en esta escena de las hipótesis de Lyotard, sobre pÃntura. Resulta gracioso constatar que hubo Lyotard solo para las polémicas sobre “post-modernismo”. Los textos sobre pintura fueron omitidos. Estoy hablando de 1980-1985. Una década y media después, profesores de arte con lecturas tardÃas vinieron a “descubrir” el texto “La pintura como dispositivo libidinal”, justo en el momento en que era preciso reformar una malla curricular como método de exoneración de profesores. Señalo que ésta es una práctica fundacional “de la Chile”: en 1932, fue asà como se sacaron de encima a Gazmuri, acusándolo de cubista.
En “la Católica”, gracias a los votos de Cienfuegos y Campaña en el consejo de escuela, no solo me prohibieron hacer clases en virtud de mis “malas calificaciones académicas”, sino que empezaron a no “encontrarme” un cupo para mis servicios, en la malla. Fue el momento en que supe que habÃa que huir de ahÃ. El Decano me habÃa dejado caer. No cumplà con su concepción ampliada de sumisión académica.
Cada vez que hay que exonerar a un profesor opera una máquina chilena muy eficiente que consiste en montar un dispositivo de ablandamiento, en el que la producción de pruebas resulta clave, asà como la modificación excluyente de malla. En esta misma página ya me he referido al esfuerzo que pone la escena chilena docente en reformar mallas académicas, como si el destino del arte chileno dependiera de una “buena enseñanza”. La inscriptividad de una escena local en una escena mayor, su reconocimiento simbólico y material, pasan por el sostenimiento de esfuerzos múltiples que pueden pasar a constituir una polÃtica exterior de artes visuales. En ese esfuerzo, los efectos de enseñanza, la musealidad, el coleccionismo, la critica dura, conveniente articuladas, pueden asegurar esta inscripción.
El arte de profesores es lo que ha impedido que exista masa crÃtica. Los artistas jóvenes son formados en la creencia que heredarán, si se portan bien, las tierras administrativas de sus profesores. Estos últimos han forjado su permanencia en la estructura, destinando sus esfuerzos “creativos” a la defensa paranoica de sus haberes más que al desarrollo formal de una Obra.
Esa es la ley de la enseñanza superior de arte: la sujeción a la herencia y no el desarrollo autónomo de iniciativas de emprendimiento.