Política y Mala Literatura

Así no se puede. Pensaba tener un domingo tranquilo y reposado. Este deseo fue desmontado por las columnas de Marcelo Mellado en “Artes y Letras” y de Ávaro Bisama en “Revista de Libros”. Con frases tales como “la política siempre habla con el lenguaje de la mala literatura”, no hay sino conformación de lo que ha sido nuestro trabajo en la crítica de arte. Los concejales practican la crítica literaria de facto, de un modo análogo a cómo lo hacen los diputados y jefes de servicio gubernamentales. Resulta ceremonial el gesto de pedir evaluaciones a especialistas cuando las decisiones se traman en otro terreno. No vale la pena gastar dinero y tiempo en esas evaluaciones. Los políticos deben asumir el costo de sus decisiones literarias, sobre todo cuando a través de ellas predican el destino de lo que Marcelo Mellado ya ha descrito en “Informe Tapia”, la novela.

Porque para combatir la facticidad de los concejales no cabe otra que oponerles la textualidad de una producción consistente que, por lo demás, opera como un modelo explicativo de sus propias imposturas. Sin embargo, hay algo aún peor en Valparaíso. Ávaro Bisama no se queda corto al señalar que “la presente versión Premio Municipal de Literatura de Valparaíso está a la altura de esta ciudad escombrada”.

Ahora, Marcelo Mellado se ha trasladado a Valparaíso. Así no le van a dar trabajo. No le pueden dar trabajo. Los poderes fácticos locales ya lo tienen en la mira, por haber trasladado a este puerto el modelo analítico que había ensayado ya, en San Antonio, resumido por Ávaro Bizama como el escenario de unas “cuantas farsas que son en el fondo una excusa para leer o escribir un pequeño relato que refiera los peores aspectos de nuestra historia literaria completa”.

Entonces, como si se hubieran puesto de acuerdo, aunque debo sospechar de que aunque no se pongan de acuerdo de manera explícita, terminan manifestando su acuerdo a través del diagrama analítico que comparten, Marcelo Mellado escribe “Artes y Letras” un relato que titula “La visita”. Lo que hace es llevar a la experiencia administrativa municipal o de una gobernación las categorías ya ensayadas en “Informe Tapia”. Nunca antes una novela (ficción) había tenido tanto éxito como “libro técnico” para un curso de sociología de la educación y de la recepción, al tiempo que es recuperado como un manual de contracultura contra el imperialismo regional de los gestores culturales. No cabe duda que la visita de un alto funcionario es siempre ceremonial y se ajusta al guión que los locales ya tienen preparado, como si no estuvieran a la altura de comprender la propia parodia de la que son dignos montadores.

La lógica del premio municipal a la que se refiere Álvaro Bisama se articula con la producción de protocolo a la que remite Marcelo Mellado. Ambos textos abren, en la estratificación de regímenes textuales mercuriales, una zona de crítica política de los relatos, que en esta coyuntura, corresponde como crítica política en sentido estricto. De todos modos, hay algo en lo que estos deben convenir conmigo; en que el espacio de la cultura municipal y la textualidad decretal del funcionariato logra producir un léxico de intercambio “lenguajero” de gran densidad que se instala como un yacimiento de inestimable valor para el desarrollo de nuestros estudios.

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