LENGUA, TRABAJO, HISTORIA.

En la galería Traversee, de München, Ingrid Wildi acaba de inaugurar la muestra “Procesando lo invisible”. En ella exhibe tres ensayos videográficos:

1.- “Retrato oblicuo” (2005): producto de un trabajo de 3 meses en que Ingrid Wildi entrevista a su hermano, Hans Rudolf, quien se encuentra internado en una institución de salud luchando contra una larga depresión. Sentado frente a una cámara nos habla en una voz monótona, desencantada, sobre su desarraigo, sobre su filosofía de vida, aborda su condición física al estar en permanente consumo de tranquilizantes, se refiere al racismo cotidiano y a la inmigración (11: 45 min.);

2.- “Los Invisibles” (2007), en que mediante cámara fija y excluyendo las cabezas de los entrevistados aborda las problemáticas de los inmigrantes ilegales en Ginebra. Aquellos que hablan no deben dar la cara por temor a ser identificados en sus orígenes y procedencia. Los protagonistas son hombres y mujeres de Colombia que están permanentemente absorbidos por el sufrimiento y el temor de ser deportados (35 min.);

3.- “De Gerardo” (2008), es un video ensayo que reproduce el intercambio de E-mails con un desconocido pintor de la Plaza de Armas de Santiago de Chile, el cual se pone en contacto con la artista para hablarle de Hans Rudolf, de la migración y de su realidad en Chile.

Junto a esta videografía, Ingrid Wildi presenta 10 fotografias de fachadas de 10 empresas diferentes en las que trabajó la artista durante 18 años. La serie se titula “Lengua. Trabajo. Arquitectura”. No es posible monumentalizar la memoria de las migraciones, de los traspasos y de los procesos de movilidad social cuya visibilidad es puesta en suspenso por el manejo reductivo de la palabra. Sobre la lengua se edifica la construcción del acceso a la subjetividad cívica en un país como Suiza, que en este caso, resume la nueva política europea sobre movimiento de poblaciones. En este terreno ya no es posible hablar de convivialidad, porque ésta se planteó como letra muerta desde el momento en que la ilusión relacional de convirtió en la nueva moda de artistas satisfechos en la completud de sus referentes.

En el mismo momento en que Ingrid Wildi inaugura en München, Elena Varela lleva a cabo su prisión preventiva en la cárcel de Rancagua. La documentalista detenida y acusada de terrorismo practica un documentalismo duro, en los que reconstruye las condiciones de reproducción de una lengua cuyos portadores son migrantes en su propio país. Si en el ensayo videográfico de Ingrid Wildi los migrantes colombianos no deben dar la cara y su facialidad se construye en la cadena del habla, en el material requisado a Elena Varela la fiscalía busca identificar a presuntos culpables de haberse puesto en cámara para monumentalizar unas peticiones que finalmente los clava con el estigma de otro modelo de deportación. Esto tiene lugar en nuestro país, respecto de sujetos que habitan la “Suiza chilena”. La lengua edifica el lugar del sujeto en la historia de las movilidades adscritas al porte de los nombres.

A su regreso a Berna, Ingrid Wildi se entera que uno de los entrevistados en “Los invisibles” ha sido detenido por la policía en un control de documentos y que ha sido deportado sin siquiera despedirse de su familia. Por noticias recogidas entre sus amigos se sabe de su arribo a Bogotá, que lleva varias noches sin dormir y que está pidiendo dinero en la calle para pagar el boleto de autobús de regreso a su pueblo. Aquí, el regreso al origen no es metafórico.

Las operaciones de los servicios represivos aceleran la historia de las comunidades y se convierten en vectores de las socialidades reales. No existe la posibilidad, en estas condiciones, de postular siquiera la hipótesis de restablecer los vínculos sociales.

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