Jamás pensé que el nombre de Insulza irÃa a ser pronunciado en un seminario internacional destinado a trabajar sobre conexiones entre pensamiento latinoamericano y artes visuales. Uno de los elementos significativos de este encuentro que se desarrollaba en México DF, fue la presencia de juristas internacionales que disertaron sobre el efecto del trabajo de los defensores de DDHH en las polÃticas de reparación de vÃctimas. A ninguno de los exponentes le cabÃa duda sobre las conexiones que el arte contemporáneo regional establecÃa con las prácticas de desaparición y el compromiso que habÃan adquirido en la delimitación del hueco.
En el marco de un intercambio de puntos de vista crÃtico sobre estas cuestiones, algunos ponentes mencionaron una situación en extremo compleja, que apuntaba a distinguir entre práctica estatal y letra muerta. Fue allà que el nombre de Insulza fue pronunciado, como portador de una contradicción decisiva para caracterizar el perÃodo. Una cosa es la defensa de los DDHH como estrategia de acumulación de poderes fácticos; otra cosa es la actitud de esos mismos portadores cuando logran su objetivo de carrera. Esa contradicción hará que Insulza descalifique en tanto funcionario de Estado, a la hija de Carmelo Soria, recurriendo a un argumento magnÃfico. Lo que a los juristas importaba era el modelo referencial del argumento de Insulza, que ha dado lugar a una preocupación legÃtima entre la gente que discute de estas cosas en centroamérica, por el alcance que pudiera tener este argumento en boca de quien detenta la secretarÃa general de la OEA. El argumento en cuestión era que la hija de Soria no tenÃa derecho a hablar, ¡porque era vÃctima! Cuando este tipo de intervenciones tiene lugar en seminarios internacionales quiere decir que la palabra de nuestros polÃticos tiene valor ejemplar.
A los asistentes al seminario, la sola mención de esta anécdota de proyección significante, le resultó en extremo dolorosa, porque conduce al reconocimiento de una cierta impunidad al respecto. ¿Qué podrÃan comentar, sobre ello, las poblaciones desplazadas? No tendrÃan derecho a hablar, porque son vÃctimas. Insulza es un secretario, en la acepción más antigua de las ciencias polÃticas; es decir, si nos atenemos a los textos de cuando esa ciencia no se llamaba ciencia. ¡En el supuesto que lo sea, hoy, vamos! Pero asà es la costumbre: se les llama ciencias polÃticas.
Insulza es secretario, pero no es PrÃncipe. Solo trabaja diligentemente para el PrÃncipe, como categorÃa estatal. Estando en México, al escuchar la mención que se hacÃa de su nombre como ejemplo del doble Standard que conduce el manejo de la letra muerta, recordé su propio exilio mexicano, que fue el que le permitió adquirir la enseñanza priÃsta en su máxima expresión. Es en la cuenca semántica de dicha enseñanza que el socialismo chileno aprendió a mantener(se en) el poder. Insulza, siempre, en la UP, en el exilio, en la Transición Interminable, no ha sido más que un gran secretario. Digo más: un valiente secretario que se hace portavoz de lo que otros de menor rango que él murmuran en los pasillos.
En el seminario al que me refiero, el jurista que dio como ejemplo de la letra muerta de la ley a Insulza, hizo el relato de un caso de reparación especÃfico, ocurrido en una aldea centroamericana, donde fue posible recuperar la dignidad de las vÃctimas asesinadas por agentes del Estado. La escuela del pueblo lleva el nombre de una de las vÃctimas, cuyo nombre al menos ha podido ser socialmente restituido. Moralmente, al menos.
Este relato fue el detonante para que se me viniera a la memoria como una avalancha andida, otro incidente ejemplar en el que Insulza operaba como un secretario completo, sin restricciones. Fue en febrero del 2001. En ese incidente Insulza demostró que estaba a medio camino entre ser secretario y ser PrÃncipe. Es decir: era un secretariado en si mismo. Lo cual, al parecer, tiene sus complicaciones, porque el prÃncipe lo recalifica en el abandono de sus deberes de secretario, al hacerse visible como amenaza autorizada. Para saber de esto, no era necesario estudiar los comentarios a los textos de Gramsci publicados por Siglo XXI; bastaba hacer fluir el diagrama priÃsta que constituye a Insulza.
En esa situación, la “mesa de diálogo†fue el momento decisivo de su desplazamiento de secretario a secretariado. Lo peor que le pudo haber ocurrido fue el efecto del traslado de los restos de Eugenio Ruiz-Tagle desde Antofagasta a Santiago. ¡Cómo no recordarlo! Unos ciudadanos que habÃan estado detenidos con él reconocieron a uno de sus torturadores. La función de secretario le impidió a Insulza ajustar algunos retenes. Si las vÃctimas no tenÃan derecho a la palabra, porque eran vÃctimas, querÃa decir entonces que un general podÃa llegar a un final de carrera ¡como victimario! Eso es lo se denomina espÃritu-de-la-función.
Mientras continuaba el debate en el seminario mexicano, las compresiones temporales siguieron haciendo de las suyas en mi frágil imaginario polÃtico. Ante la sugerencia del ciudadano que habÃa estado recluido y que habÃa reconocido en el general al torturador de ese tiempo, de que todo torturado en Chile acudiera a los tribunales de justicia a presentar querellas, Insulza tuvo la delirante valentÃa del secretariado sin restricciones más que el horizonte de su deseo, de declarar ante cámara que si todos los torturados iniciaran querellas iban a hacer colapsar los tribunales.
¡Ese es un principiable! ¡Esa es su máxima audacia! Dio a entender directamente que la iniciativa del ciudadano le desarmaba el tinglado de la “mesa de diálogo†como espacio de manejo y de control de una información diferida que se revelaba como un espacio extorsivo de parte de las FFAA. El secretariado Insulza estaba del lado del trato extorsivo y esperaba que aquello que él entiende por ciudadano le diera carta blanca para negociar a su antojo. Es decir, para transar sin parar. Más aún.
En el fondo, lo que Insulza planteaba era muy simple: “déjenme a mà manejar la obtención de información sobre desaparecidos; que sabré sacarle partidoâ€. ¡No me vengan a echar a perder la pega con esta cuestión de los torturados que quieren hacer cumplir sus derechos! ¡Soy yo el que les define el rango y oportunidad de reclamos de dichos derechos! Ese dÃa Insulza nos dijo a todos que él era el que fijaba la lÃnea de tolerancia del Derecho. Esto ha sido inédito en la narratividad polÃtica chilena.
Pedà la palabra, cuando el debate del seminario se habÃa ido para otro lado, nada más que para dar testimonio de lo que mi madre me dijo, esa noche de febrero del 2001, después de ver y escuchar hablar a Insulza en la tele: “Nunca más volveré a votar por la Concertaciónâ€.