Lo que debe llamar nuestra atención es que el acto de bajarse, supone al menos que se haya uno subido a algo. Lagos enuncia que no le han cumplido ciertas condiciones, para continuar arriba como Referente Inobjetado. Tiene toda la razón; no le han satisfecho unos deseos supra trascendentes. Entonces, se baja. Pero, estaba en el limbo aunque jamás se subió alguna vez a candidatura alguna. Los grandes hombres ni siquiera deben “postularâ€; simplemente son llamados. Esta vez, un ejército de pequeñas personas le han formulado objeciones. Lo que demuestra que el Gran Lobo Gris de los Cárpatos perdió el control de la jaurÃa.
Los jóvenes lobos hacen nata y golpean las mesas, hacen sonar los platos de metal como si fueran una soldadera esperando al caudillo que asegure la distribución de un botÃn aminorado, en un escenario que no se sabe si corresponde a un término de gobierno o a un gobierno terminal. La desconocida que le han hecho a Lagos lospequeños hombres, tienen que ver con la boleta que le han pasado por no haber sabido mantener la Fuente del BotÃn.
En el fondo, el pueblo de los secretarios se levantó contra la mezquindad del prÃncipe. Esto ya ha sido escrito en manuales de escolástica decadente. Nada es más grave para la estabilidad polÃtica que la voracidad incontinente de pequeños pretorianos afligidos por el rencor. A Lagos se le desparramó la “vieja guardiaâ€. Lo que ha sorprendido es que ante una decisión polÃtica, de envergadura adecuada a las circunstancias, asume el gesto del tribuno académico autoritario, como si la clase polÃtica fuese un auditórium universitario. Sin embargo, el auditórium habÃa sido sustituido por un enjambre de agentes de medios. El gesto del tribuno, en la “era Obama†de las comunicaciones, se da a ver como un acto fallido. De este modo, no alcanza a comprender que las cámaras y los micrófonos allà dispuestos, están allà no para transmitir su declaración, sino para registrar su abandono.
Si se estudia la estructura de su mensaje, lo que le dice a sus secretarios en rebeldÃa, es lo que van a perder sin tenerlo como bandera, en un tono que sin embargo, no alcanzó siquiera a ser apocalÃptico. Lo manifiesto de su discurso es que se abstiene de participar en un “debateâ€, en el que no le han garantizado algunas cuestiones básicas. Lo latente es que produce la figura del castigo, montando una ausencia amenazante, cuyo objeto es dar pie a la “novela de la solicitudâ€.
En el fondo, Lagos les dice a los secretarios que no lo merecen; más aún, que el paÃs no lo merece. Un amigo mÃo, comunista viejo de esos que ya no quedan, me señala en su lógica bolchevique revenida, que la paradoja de todo este asunto reside en el hecho que el hombre debe obtener la acreditación de candidato, entre aquellos que sufren directamente los efectos de su mandato, cuando en verdad debÃa ser abiertamente reconocido por quienes lo han sostenido, es decir, el gran empresariado transnacionalizado que lo ha tenido como su mejor presidente. A su juicio, en esta paradoja reside la debilidad de la transición interminada; que para gobernar a la derecha deban depender de la legitimidad que les proporciona la sujeción ceremonial a un léxico de izquierda.
Pero en esta declaración de Lagos hay una cuestión muchÃsimo más cabrona, que ha dejado planteada: elevó la vara  respecto de la ficción de sus demandas, de modo que Insulza se vea obligado a operar en un escenario que no fue dibujado por él. Lagos señala la incompletud de unas condiciones que Insulza parece no haber siquiera formulado.
Insulza no recibe ningún apoyo de Lagos, como se ha querido advertir, sino que es reducido a la posición del que escucha de boca del Gran Hermano, la negativa de participar en una carrera por no cumplimiento de sus exigencias. Insulza aparece de inmediato como un hombre sin exigencias, que en este contexto queda convertido en un hombre sin cualidades. La abstención de lucha de Lagos deja en mal pie a Insulza, ya que le impide ser objeto de su pulsión usurpadora. Lo hace cojear. Que en polÃtica equivale a arrancarle los ojos.
Lo más grave es que en el terreno simbólico, Lagos le restó la posibilidad de haberlo doblegado, en clave de virilidad polÃtica. Con esa llamada privada, Insulza queda como un habilitado público por descarte; como un sujeto al que le han otorgado una autorización para ejercer un dominio delegado. Lagos deja  a Insulza en la posición de alguien  que ni siquiera le hicieron el honor de haberle dado directamente permiso para operar. Lagos se empeñó en declarar el objeto del vacÃo, con un agravante, que consiste en sostener indirectamente que Insulza está allÃ, para suplir la falta que la dirigencia de la concertación se ha hecho acreedora: no cumplir unas condiciones. Es decir, Lagos lo remite a ser jefe de quienes no respondieron a su demanda.
Al castigar con su ausencia, lo que hace Lagos es comenzar a construir la demanda de su presencia, para colmar lo que será visto como una falta colectiva. Lo que ha instalado indirectamente es la necesidad de que haya que ir a pedÃrselo.