NOVELAS DE BAJO FONDO Y NOVELAS DE DOBLE FONDO

Los trabajos de escala han obligado a reconsiderar la consistencia de las masas de textos, con el objeto de sostener en el período la novela política de los movimientos de narración de riesgos. La circunscripción de la novela toma prestado sus procedimientos de las teorías urbanas de fines-de-los-sesenta, cuando era posible –todavía- poner en función el concepto de “pobladores”, tras dejar en el desván del instituto de estudios los manuales prescritos sobre “conciencia obrera”. El Estado tiene la obligación de proveer de relatos de recomposición identitaria a la ciudadanía en el horizonte del Bicentenario. La ficción chilena le debe a la toma de terreno su plataforma historizada para calificar unas luchas: hoy, la casa; mañana, el poder. Dando lugar a un espacio revertido que deba justificar el prefacio que pone fin al loteo brujo de los relatos de origen y a su regularización como título de dominio de la poesía. Esta ha sido, de toda la vida, garante de las utopías que los programas partidarios –pasteurizados- ya no pueden sustentar en los formularios de solicitud de fondos.

Solo hay relato de las distinciones entre novela de bajo fondo y novelas de doble fondo para significar las aventuras del síntoma en la coyuntura del desplome ético del socialismo chileno. El jefe de gabinete me citó a su despacho y me dijo que  adolecía de un problema que ellos debían resolver por la rebaja. El imperativo del respeto medianizador de lo colectivo es el arma de castigo para quienes son descubiertos en posesión de agendas propias.  Me dijo en un tono vagamente amenazante, que era muy complicado que en los textos de servicio recurriera a palabras tales como “persecución política”, porque si en verdad ello fuese efectivo, no estaría sentado  frente a él en ese momento,  ya que me habrían sacado objetivamente de la nómina. Alguien le había hecho un relato insuficiente de los textos, porque la palabra recurrente no era persecución. Más bien había dos palabras que a al jefe de gabinete sacaban de quicio: recadero y parásito. Ambas, empleadas para realizar el giro textual de los formatos ya ensayados, de modo que no se pudiera advertir en qué momento, un texto analítico destinado a tratar  cuestiones de crítica institucional, se convertía en un texto de ficción, en el supuesto de que los primeros no lo hayan sido desde la partida. En tal sentido, la hipótesis de los textos de ficción como refugio político, ponían al propio jefe de gabinete en el rol de un generador de memorias desplazadas, porque si hay alguien experto en operaciones de visibilidad, ese es el jefe de gabinete, una de cuyas obsesiones verbales más recurrentes era la frecuencia con que la palabra protección y sus sinónimos eran empleadas en la formulación de su amenaza. Al punto que todo daba a pensar que para lo único que me citó a su despacho fue para delimitar las ilusiones sobre las expectativas que había edificado sobre mi función como curador independiente, co-responsable de formular el concepto de un acontecimiento de artes visuales, sobre el que me anunciaba la necesidad de mi retiro autoral en provecho de amigos suyos expertos en ocupar lugares abandonados por individuos de mayor pertinencia. Esa debía ser la novela chilena del topo que vive convirtiendo en carroña, iniciativas rigurosas que deben ser desactivadas.

La posibilidad variable en el texto, no era ya la carroña, como elemento empírico, sino el trabajo de carroña, que es mucho más estratégico y que abarca una sabiduría corporal que proviene de la ensoñación balzaciana puesta en obra en la figura del Poussin de “La obra maestra desconocida”, que tanto nos ha servido para trabar la historia de  la pintura de la pintura como una plataforma (posible) de ascenso social. Si bien, el carroñero trabaja para el fisco, justamente, como vector de desactivación de la novela contralora, que vendría a ser la condición del funcionamiento político del texto, dejando la iniciativa a las palabras “jefatura” y “gabinete” como conductoras alegóricas de las fases excedidas en los contratos de filiación partidaria.

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