LA DENSIDAD DE LAS FILIACIONES.

El Mercurio del domingo 25 de enero publicó un artículo de dos páginas y media, sobre las fichas elaboradas por la Stasi a algunos exilados chilenos eminentes que residieron en la Alemania Democrática. La lectura del artículo da a pensar que, o bien la corresponsal no supo leer adecuadamente tales fichas, o éstas no contenían información relevante. Tratándose de documentos de esta naturaleza, la relevancia es una producción de sentido suplementaria que sobrepasa la literalidad policial, para ser objeto de un tratamiento complejo de inteligencia política. Por esta razón, la lectura del artículo arroja resultados decepcionantes, convirtiéndose en un acopio mal articulado de informaciones anecdóticas, domésticas, a partir de las cuáles no es posible fundamentar un análisis sobre el carácter de la residencia de los exilados en dicho país. Valga preguntarse por el motivo para un artículo sobre este tema, en El Mercurio, en medio de esta coyuntura política marcada por las polémicas en torno a la designación del candidato presidencial de la Concertación.

Si se tratara de un intento de fijar un carácter al exilio socialista como deudor del “socialismo real”, los personajes mencionados quedan más bien en una posición de victimas. A menos que se conecte la  lectura de este artículo  sobre las fichas chilenas de la Stasi, con otro artículo aparecido en la misma edición, destinado a describir la vida de la entonces exilada Michelle Bachelet en la propia Alemania Democrática. La distinción de los artículos habilita una distinción en los exilados, descritos por extensión como de primera y de segunda. Donde los de primera, en su mayoría habían tenido figuración durante la Unidad Popular, mientras que lo de segunda eran más que nada “gente de a pie” sin figuración.

De los primeros, El Mercurio recurrió solo a retratos actuales, a los que puso en tensión con reproducciones de las fotos de sus fichas, en alto contraste, para dar esa sensación de época de un marxismo monocromático, con la mirada fulminada por un trazo gráfico que asegura la ceguera del propio artículo. Mientras que en el caso de los segundos, lo más importante eran las fotografías de viviendas  del otro lado de la cortina de hierro, para ser vistas sin transición desde este otro lado, con una estética comparativa “a lo Paz-Froimovic”.

Se podría entender la función del primer artículo, en relación a las necesidades de contextualización del segundo, si recuperamos de éste último una frase relativa  a la ficha que la Stasi había elaborado sobre la pareja de la entonces joven exilada Bachelet. En ella se menciona armas de fuego cuyo manejo habría sido objeto de enseñanza. El Mercurio apuntó lejos. Veamos con qué eficacia.

Lo primero que proyectan ambos artículos es la hipótesis de que la “gente de a pie” regresó a Chile con unos objetivos implícitos que parecen no corresponder a los manifestados por los exilados eminentes, en cuyas fichas no aparece mención alguna a actividades de formación de alguna naturaleza “extra-política”.

Lo segundo que estos artículos instalan es la pregunta de cómo una de las representantes menos vistosas de la “gente de a pie”, pudo escapar a los retenes de legitimación que, al menos la mayoría  de los primeros exilados eminentes montaron luego de su regreso a Chile,  como administradores de las facultades de designación política. La pregunta es de envergadura: ¿cómo fue posible que una aparentemente deslucida militante  lograra construirse una carrera que impidió a los viejos y expertos lobby político-financiero ejercer su dominio en la escena? Todo parece indicar que no pusieron suficiente atención, porque abandonaron el estilo de control policial y lo reemplazaron por las narrativas palaciegas, donde la visibilidad de sus operaciones está determinada por un gran manejo retórico y discursivo. La joven Bachelet jamás habría sido retórica, sino “accionalista”, buscando producir efectos de imagen post-discursiva, favorecidos por una pulsión hacia el control de información sustentada en los residuos de la tradición partidaria de la autodefensa.

Al cabo de casi tres décadas, el inconsciente militar del socialismo chileno desplazó a las formas de salón de la renovación socialista y se instaló como discurso efectivo reproduciendo el mito de un partido  de clase “puesto en habla”, cuando a todos ya les habían sustraído la voz por delegación vicarial. He ahí la importancia de las fotos de las viviendas en el segundo artículo sobre la residencia de la “gente de a pie”. Para los ricos, la pobreza es siempre exótica. Para los ricos de la información referenciada, la estética de plan quinquenal siempre es exótica.

Lo que cabría  a los exilados eminentes sería saludar el gesto de El Mercurio, por el blanqueo que les ofrece en bandeja, pero  que a todas luces  adquiere la versión de “una cita envenenada”. El Mercurio, a través de La Segunda, inauguró el género de las citas envenenadas al publicar la lista aquella, de cuyos efectos no hay imágenes “exotizables”. De este modo, el blanqueo ofrecido es un “blanqueo envenenado” que solo es posible por la fragilidad actual de los agentes mencionados y la disposición de una estrategia de escritura correspondiente. De todos modos, el segundo artículo es el que realiza el trabajo duro de buscar conexiones con las determinaciones profundas y no menos ambiguas del accionalismo bacheletiano, cuyo origen estaría simbólicamente subordinado a la mención arcaica del socialismo no-renovado, para terminar conduciendo con eficacia una política económica neo-liberal. Paradojas de la historia.

El Mercurio hace visible la victimalidad de exilados que no solo perdieron a sus referentes protectores, sino que fueron traicionados por ellos. Sin embargo,  cuando El Mercurio victimaliza al adversario, lo que tiene en mente es su descalificación en otro registro. En El Mercurio, nunca lo que dice reside en lo que “dice”, sino más allá, o más acá, o justo al lado, pero jamás allí donde lo declara. Eso es lo “fascinante” de la escritura mercurial: su permanente deslocalización, para afirmar, justamente, la localización de su nombre. En este caso hace evidente una minusvalía política al indicar la falla, la herida mítica, por donde la cultura política del socialismo cojea. Los exilados en cuestión son exhibidos en la plaza pública, no solo como objeto de la traición de sus anfitriones, sino como sujetos que jamás han sostenido de modo explícito una sola línea de crítica sobre los “socialismos reales”, al menos antes de su colapso.

Las fechas y circunstancias son fundamentales en este terreno. Va a ser difícil encontrar algún estudio de exilados sobre la naturaleza del poder político de los países que les otorgaron refugio. En El Mercurio, la producción de victimalidad los conduce sin distinción a la complicidad con un poder totalitario.

A El Mercurio no le basta con hacer explícito un procedimiento de guerra fría, como si no pudiera aceptar la realidad del colapso total del socialismo chileno, que debe subirse al carro de un social-cristiano para permanecer en el manejo de la cosa pública. Preferiría un socialismo a la antigua, pero ya ni los antiguos proporcionan historias, a tal punto se han encargado de desproporcionarlas para sí mismos.

Resulta sorprendente cómo el decano de la prensa no sólo produce la imagen de los exilados eminentes como malas víctimas de un derrumbe político, sino que además les ahorra tener que referirse a unas responsabilidades políticas sobre cuya producción de olvido han trabajado en los últimos veinte años.

Lo que no ha sido olvidado es la pregunta implícita en el segundo artículo que he mencionado. Es decir, aquella que indaga sobre las formas inéditas que asumió la carrera ascendente de la actual Presidenta, para sortear el sistema de restricciones  montado por los exilados históricos, durante al menos tres gobiernos de desnaturalización consecuente de su discurso originario. Esta viene a ser la  pregunta que permite no solo plantear la necesidad de nuevos estudios históricos sobre el tema, sino proyectar el daño demoledor que la defección de Insulza provocó a la generación próxima que lo sustentaba.

No me resulta grato reconocer que esta generación ya no podrá escribir el capítulo mayor de su epopeya de ascenso, desde el MAPU hasta su olvido-de-ser. Lo único que le queda es  actuar conforme  a una escritura de función, depositada al pie de página, como una nota coja del Texto Programático de (un) Otro, en contra de cuyo Padre  alguna vez se levantaron para hacer carrera propia. No faltará el perspicaz que me señalará que esos, justamente, son “socialistas nuevos”, que no representan a la Vieja Guardia. Al final, todo parece convertirse en una lucha por quien tiene un Padre más grande. Pues bien: en esta lucha, a El Mercurio le estaría faltando Padre.

En cambio, la Presidenta Bachelet si tuvo Padre. Solo que El Mercurio no puede admitir su complicidad en su muerte. Lo asesinó primero en imagen, mientras era ministro del presidente Allende. Ahora persigue a la hija y comete la osadía  de publicar “la vivienda y decoración” del exilio de la “gente de a pie”, reprochando a los exilados eminentes el no haber sabido cumplir con la ambición  secreta de los Grandes Infiltrados. A fin de cuentas, el MAPU siempre fue un enclave de la oligarquía, en las tierras de los infieles que correspondía.  Toda la carrera política de la Presidenta fue desapercibida por quienes en su olvido parricida desestimaron la densidad de las Filiaciones.

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