La lectura encadenada está sujeta al mito de una repetición desbordante. Es decir, padece de una sujeción que engendra un tipo de circulación que en los textos se experimenta como una merma significativa de sus orÃgenes. Necesidad, a estas alturas, de formular le pequeña teorÃa que justifica esta serie de entregas que se diferencia de los materiales textuales presentes en el sitio.
En este sentido, el propósito de la analÃtica comprometida apunta a recoger una cantidad limitada de referencias sancionadas por su modo de comparecer en la gloria del impreso. Formuló esta hipótesis después de reflexionar sobre el relato que me hiciera Ronald Kay acerca de la función generativa del “fait divers” en las conversaciones que produjimos hace un año.
Los préstamos tipifican el traslado fragmentario de residuos lenguajeros escogidos por su capacidad de concentrar momentos crÃticos a nivel de la materialidad de la escritura. Estos residuos poseen la facultad de hacer erupción sobre la superficie del texto y producir interferencias en la regularidad expresiva de un conjunto de enunciados distribuidos en la página.
Me refiero a la página de un periódico convertida en un campo de fuerzas escripto-visual, en el que la relación de las prosas comprometidas dan lugar a una irrecusable concertación ideológica destinada a satisfacer una literalidad programática extra-formato. AquÃ, la teorÃa del “fait divers” es reforzada por el rito polÃtico del “análisis de prensa” realizado por los productores de insumos para el trabajo del comité central, que ha persistido como un modelo de medición de las ficciones que son capaces de montar los recaderos de Palacio, con tal de justificar lo injustificable.
En el bloque anterior, al momento de hacer mención al extra-formato, pensé en escribir “extra-textual”, sin embargo, la literalidad aludida ya es, desde un comienzo, de carácter textual y opera ejerciendo funciones de Escritura Sagrada, respecto de la cual deben ajustarse todos los signos que configuran las autorÃas permutables de la página concebida como obra de confirmación. ¡Qué privilegio, entonces, disponer de la prensa diaria como despojos de las subjetividades autorales colectivas! En cada quiosco se despliega el mapa de las intensidades cotidianas. Los tres o cuatro meta-editores de medios se disputan la decibilidad del paÃs mientras sus lectores compensan la credibilidad de segundo orden mediante procedimientos de diversión de diversas magnitudes y consistencia.
En este panorama, el analista de Inteligencia busca encontrar en las erupciones lenguajeras aquello que ya sabe, por suficiencia delegacional. La escritura referencial produce los textos parásitos de su conveniencia y permite justificar la dependencia de las acciones.
El trabajo en cuestión es realizado por agentes de gestión semántica, reclutados en la masa laboral formalizada en la práctica de la subordinación representativa. La gestión semántica va a determinar el carácter de la “vocerÃa”, que para su (d)efecto, consiste en el destilado encubridor de lo que en lo real no calza con el programa inicial.
En una muy mala novela de Régis Debray cuyo tÃtulo ni siquiera es para recordar, hay una descripción del trabajo que realiza el equipo de análisis de prensa de una organización insurreccional, que en cuya oficina en La Habana lee el destino de las luchas en el frente interno, interpretando los signos tipográficos de los medios nacionales como si fueran las huellas de un coyote sobre la arena del desierto. Esta sujeción meta-crÃtica proviene de la mitologÃa soviética originaria, que recupera el relato de los corresponsales obreros para ajustar la sinonimia de sus ensoñaciones con el programa del partido, asà como la construcción del periódico para servir de andamiaje al propio partido. De ahà la fascinación bolchevique por la palabra impresa: Iskra. En términos inversos, los conductores de análisis de las situaciones concretas aprenden a leer en la tipografÃa el bloque de indicios que autorizan el control imaginario del presente.
En esta serie de Lecturas Encadenadas, el método ejecutoriado adquiere la consistencia de la inversión mecánica, según la cual, se ha tomado en cuenta la página como una tablilla de arcilla sobre cuya húmeda dimensión constituyente, emergen residuos de signos que han amplificado las ensoñaciones de generaciones completas. Hay que poner atención en las erupciones, como ya he señalado, que ponen en evidencia las interrupciones de la continuidad en las narraciones. De ahà será preciso aislar las zonas inflamadas por los residuos de historias absolutamente secundarias, pero cuya lectura permite reconstruir los daños colaterales de la interpretación, en su condición de merma simulable.
De eso se trata: de gobernar los textos.