TEXTOS DE BATALLA (2).

En esta coyuntura, para describir y abordar el análisis pormenorizado de momentos pregnantes en el seno de la escena plástica chilena,  he recurrido a la frase de Umberto Eco que encontré en su introducción a la edición francesa de La guerre du faux: “Los periódicos son hoy día el diario íntimo del intelectual y le permiten escribir cartas privadas muy públicas”.

Ya habrá que saber quién es el destinatario específico de estas cartas, escritas para ser leídas  en el envés de la soledad maquiaveliana que he mencionado en algunas entrevistas, refiriéndome a una plataforma metodológica que compromete el lugar desde donde la teoría menor que sostengo se enuncia, para proyectar una mirada hacia el exterior de sí misma, como si fuese algo cuya conciencia no fuera suya, hacia el lugar donde la teoría se pone a prueba.

En Althusser, el infinito adiós, Emilio de Ipola hace una precisión que es de mi total conveniencia, sobre todo porque se conecta con el prefacio que Fernando Castro Flórez escribe para Textos de Batalla bajo el título la continuación de la política por otros medios.  ¿Cuál es ese exterior donde la teoría se pone a prueba?  “Ese exterior –confirma de Ipola- no es otro que la política efectiva, la praxis política obrando sobre la coyuntura, sobre su referente en el aquí y ahora”.  Es en este contexto que la escritura adquiere la forma de un discurso político preformativo, como lo señala el propio Maquiavelo en la mitad del capítulo quince de El Príncipe cuando plantea el problema de la verita effetuale de la cosa por sobre la imaginación que los hombres suelen hacerse acerca de la naturaleza de las instituciones y del rol que éstas los hacen jugar. Respecto de esta situación, no es la imaginación en sí misma la que ha sido puesta en duda, sino el propio estatuto del saber acerca de los deseos de un pueblo. Para elaborar su estrategia argumentativa, el recurso a los Antiguos es de rigor. Cada cual sacará a relucir los Romanos de su conveniencia. Es lo que plantea Marx, luego, en los primeros párrafos de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. ¿Por qué, para realizar la misión de su tiempo, las clases ascendentes requieren vestirse con el ropaje de épocas anteriores?

Escribir sometiéndose a la prueba de lo político es poner en relación la literatura y la filosofía política, justamente, para poner en situación de excepción el estatuto de la ficción. Pero menciono dos adjetivos que adquieren relevancia crucial: literatura menor y filosofía segunda.  Los aíslo como lo menor y lo secundario en la determinación de lo nominable como escena de fuerzas, donde cada fuerza debe ser descrita en su ensoñaciones; es decir, en el poder de su imaginación, por sobre las consideraciones analíticas destinadas a proseguir con el mandato interpretativo de la verita effetuale.

En todas las entrevistas que me han hecho acerca de la aparición de Textos de batalla, declaro que la crítica de arte es la continuación de la filosofía política por otros medios. Es decir, de la vigencia de mi particular teoría menor.  Ya lo he mencionado en otras ocasiones: la teoría menor proviene de un chiste de Lyotard, en el que señala su aprecio por la filosofía griega de Asia Menor. Es así como se escribe, siempre, desde un cierto exilio. Siempre nos situamos en el asia menor de nuestro pensamiento, porque no tenemos lugar en las atenas del pensamiento de los otros. Los términos son intercambiables: literatura segunda y filosofía menor. Esa es la que encontramos en las páginas de los periódicos diurnos o que escuchamos en los telediarios nocturnos. Basura enunciativa sobre la que se debe correr el riesgo de encontrar las causalidades estructurales operantes de la contingencia radical de cada coyuntura.  La invención del pensamiento se encarama sobre la movilidad de una escritura sometida a la prueba de su consistencia. Y si hablo de contingencia, es para señalar que la mayoría de los textos escogidos para conformar este libro fueron inicialmente publicados en la sección Escritos de Contingencia, en www.justopastormelado.cl ; es decir, esa “contingencia constitutiva (que) ablanda y da plasticidad al tiempo histórico” (De Ipola).

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