Federico Galende está por publicar la segunda parte de su gran proyecto de entrevistas a sujetos que él considera relevantes, como fuentes de información para su reconstrucción de la escena chilena de artes visuales. Habiéndome encontrado a boca de jarro en la inauguración de DATA (G. DÃaz, MAC) me increpó fraternalmente por no haber escrito comentario alguno en www.justopastormellado.cl sobre la publicación de la primera parte. Supuse que su interpelación apuntaba a exigirme el cumplimiento de un acuerdo tácito que habrÃamos adquirido, lo escribo en condicional, al momento de realizar la entrevista, para la que de hecho, busqué todas las excusas para no realizarla. No estaba de acuerdo ni con el formato editorial ni con la compañÃa. Salvo honrosas excepciones.
No deseaba aparecer formando parte de un frente que no era un frente pero que la decisión de Galende en cerrar esa lista nos convertÃa en uno. Finalmente, me pregunto hasta el dÃa de hoy, por qué cedà a una solicitud que se convirtió en un asunto formal. Acepté la entrevista con la condición de no hablar del objeto manifiesto, que me convertÃa en un eslabón indeseado de una polémica que no me era propia. Entonces, hablé de cosas de antes: en definitiva, de un momento coyuntural y articulatorio que era voluntariosamente omitido por las escrituras del presente. Esto coincidió con mi preocupación por el tema del grabado (serigrafÃa) en la coyuntura cercana a El pueblo tiene arte con Allende, ya que habÃa comenzado a colaborar con José Balmes en la dirección del Museo de la Solidaridad Salvador Allende y preparaba, al mismo tiempo, mi participación en el volumen de Documenta 12 Magazine, destinado a reconstruir algunas hipótesis sobre la articulación entre editorializad y producción de escena en la coyuntura plástica de 1970-1973.
Resolvà participar en el libro y someterme a la baterÃa argumental de Galende. Ahora me pregunto: ¿cuál ha sido el valor de Filtraciones I? Lo que el lector no sabe es que este libro es puesto en circulación en torno a la fecha de la defensa de doctorado del propio Galende. Es el libro destinado a funcionar como la sub/versión de su tesis universitaria. Eso fue lo que ninguno de los entrevistados supo al momento de someterse al ejercicio de diversión académico-polÃtica propuesto por Galende bajo el formato de un cándido libro de testimonios de una escena cuya configuración siempre ha despreciado y de/preciado. Porque Galende es de esos profesores anómalos –en sentido spinozista- que comparte con sus colegas la fobia a la visualidad como soporte de prestigio polÃtico. Pero en Galende se trata de una fobia mantenida como excusa de sobrevivencia en un medio inconsistentemente hostil.
En cambio, sus colegiados no logran comprender cómo unos sujetosmal/formados (artistas visuales) producen una imágenes que les permiten ocupar unos espacios que no merecerÃan, siendo que ellos (profesores de filosofÃa), los bien/formados, manejadores de conceptos, cuyos despliegues discursivos sostienen la legitimidad de esas imágenes, deben conformarse con los restos escenográficos de un sitial de baja visibilidad, que redunda, en definitiva, en una frágil carrera sustituta. Galende estarÃa escribiendo una tesis, con el propósito de intervenir –disfrazado de historiador de comunidades vulnerables- en el espacio reparatorio de esa visualidad organizacional que le proporcionarÃa los elementos empÃricos destinados a demostrar, de manera positivista anglosajona, el anverso de las tesis sobre filosofÃa de la historia de Benjamin. Lo cual, en ese medio, resulta de una astucia agresiva que autoriza la descolocación de los valores discursivos puestos en situación de complejo de presa.
Galende no escribió un ensayo sobre la escena plástica; para eso sostuvo una tesis de doctorado. Para completar la operación no necesita publicar otro libro de entrevistas, sino poner su tesis en formato polémico extra-académico. En cuanto a la escena plástica, su operación de descalificación consiste en transcribir las respuestas a unas preguntas formuladas de acuerdo a un cálculo de referencias más o menos prescrito, donde el objeto especÃfico es inventariar una serie de relatos destinados a contrapesar la inflación imaginaria de lo que se ha dado en llamar escena de avanzada. Pero lo que hace Galende es usar un método de encuesta polÃtica a la antigua, de cuando los militantes hacÃan trabajo de campo para estudiar el carácter de las contradicciones especÃficas de dicho campo. En este caso, el campo forjado a fuerza de inversiones ceremoniales, pero que es puesto ante la (e)videncia de los acontecimientos tramados por las condiciones de producción de las obras.
Al concebir este doble registro editorial de entrevistas, sostenido por ARCIS/CUARTO PROPIO como sello, Galende realizó un acto radical en el seno de esa sub-cultura universitaria, que consiste en refutar el procedimiento de comentar un texto sagrado establecido en virtud de un acuerdo de gobernabilidad académica (el-significante-de-poder-arcis-la-chile). Galende hizo lo que los ordinarios de la investigación social en el Chile de inicios de la dictadura hacÃan para justificar dineros de las organizaciones no gubernamentales, entre las narrativas de fordización y rockefellerización de las dinámicas de recomposición argumental, consistente en recuperar la palabra de los que habÃan perdido derecho a ella.
La audacia de Galende ha sido montar en el 2008 una investigación, apoyado en recursos metodológicos propios de la candidez de 1979, procedente de los residuos orgánicos de obstruidas situaciones de enunciación epi-partidarias. Importa constatar y prefigurar el efecto académico de este tipo de investigaciones, que revalorizan protocolos que en su momento solo fueron pensados para realizar significativas mal/versaciones de fondos. Me refiero a la programática de la investigación/acción destinada a la recomposición partidaria menor.
Resulta sorprendente, sin embargo, constatar el alcance del trabajo de Galende y que constituye uno de los logros de este libro, en el terreno del levantamiento de una censura narrativa relativa a fenómenos y situaciones de las que los propios sujetos habÃan resuelto; no hablar. En parte, porque se habÃa dejado de hacer ese tipo de preguntas, pero sobre todo porque los retenes de la corrupción discursiva sobre la que se levanta el discurso cultural de la Concertación, han estallado y permitido el aumento crÃtico de flujo en los relatos de origen.