PUNTA ARENAS.

Invitado por la artista Paola Vezzani desembarqué en Punta Arenas para intervenir en el Diplomado de Artes Visuales de la Universidad de Magallanes. Esta fue una ocasión inmejorable para conversar y discutir con los artistas puntarenenses  sobre la consolidación de las escenas locales, en el mismo instante que en el MAC de Salta se inauguraba una exposición de artistas de Antofagasta, Salta y Tucumán, y que en Iquique el artista argentino Tulio de Sagastizábal realizaba una clínica de dos semanas sustentada por la iniciativa de los artistas y del Consejo Regional de Cultura. Contrariamente a lo que muchos sostienen, las escenas locales son posibles, existen y se desarrollan, sin tener que dar “la vuelta del tonto”; es decir, sin tener que pasar por Santiago para conseguir una referencia garantizadora.

La propia escena santiaguina ha alcanzado tal grado de auto-obstrucción que ya carece de fuerza para garantizar absolutamente nada. La existencia de quince escuelas de arte asegura el imperialismo de una docencia que solo reproduce la frustración y sentimiento de fracaso de la gran mayoría de los agentes de transmisión. La endogámica burocracia legitimante de las salas con “vocación institucional” solo habilita una lista de alumnos preferidos, ya sancionados por la sujeción a padres totémicos que manejan el acceso a los espacios de exhibición. La ausencia de coraje para sustentar proyectos que pongan a las producciones en contacto con la competencia real del circuito internacional, convierte a esta escena en un refugio de artistas que se ahogan en su propia borra, mantenidos a raya gracias a una fondarización de baja intensidad que los hace navegar en la asistencia depresiva.

Las escenas locales se desarrollan en medio de la orfandad y las autoexigencias, teniendo que superar sus propias limitaciones ideológicas, entre las cuales se cuenta un regionalismo esencialista que reproduce políticas defensivas que perpetúan el tardomodernismo que las define. Pero luchan contra la desinformación montando programas de autoformación que los obliga a inventar nuevas formas de relacionarse con escenas de otras latitudes y producir situaciones de fortalecimiento institucional. Hay ciudades donde no hay escena, pero existe una tasa mínima de institucionalización de experiencias de transmisión. Todo esto conduce a la producción de condiciones de inscripción reparatoria, que encuentra su legitimación y reconocimiento en el montaje de situaciones de confraternización, de colaboración y de solidaridad entre artistas.

Punta Arenas exhibe una frágil condición de escena, que sin embargo persiste por la relación que los artistas establecen con los científicos y navegantes, como en ninguna otra región del país. Esto les proporciona un marco de aproximación rigurosa al territorio y al paisaje, apoyado por métodos de observación de campo que influye en el retorno analítico en las obras.

A título de ejemplo deseo mencionar dos grandes empresas de abordaje cuya existencia  resulta más que  significativa: el arte rupestre  y los bosques en miniatura del Cabo de Hornos. Esta última denominación debe hacer entender que no estoy hablando del sur del país, sino de la región subantártica; es decir, un lugar donde opera un modelo de extremidad consistente. Como extrema puede ser la dificultad de la pintura teniendo como referente las monumentales expresiones de pintura mural de Río Chico, Río Ibañez y la Cueva La Leona, por mencionar algunos sitios. Esto indica hasta qué punto existe un “minimalismo implícito” que define unas actitudes que obligan a repensar las perspectivas del trabajo artístico en la zona.

En Punta Arenas, los bosques en miniatura de la Reserva de Biosfera Cabo de Hornos pueden ser tomados como un modelo de comportamiento para el desarrollo de las escenas artísticas en general. Para exponer esta hipótesis, cito textual un párrafo del libro Los bosques en miniatura del Cabo de Hornos (Bernard Goffinet, William Buck, Francisca Massardo y Ricardo Rozzi): “Los líquenes y algunos musgos reciben el nombre de “pioneros ecosistémicos” debido a su capacidad para colonizar rocas desnudas y formar suelo fértil a partir de ellas. Esta capacidad es esencial en una región glaciar como el Cabo de Hornos. Muchos líquenes que contienen cianobacterias poseen la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico. De esta manera actúan además como fertilizantes naturales de los suelos. Este proceso permite la sucesión ecológica que comienza con la colonización de las rocas por líquenes crustosos y algunos musgos, que permiten la llegada de líquenes fruticosos y pastos, que a su vez forman el sustrato necesario para que puedan establecerse arbustos y árboles”.

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