LA VICTORIA FINAL DEL ARTE.

¡Hasta la victoria final…! El puño en alto, Achille Bonito Oliva terminó su alocución durante la inauguración de la Bienal-Siart, en La Paz, el 14 de octubre, ante ministros, expresidentes, autoridades municipales y artistas. Mantuvo durante algunos segundos el suspenso, sin bajar el puño, para agregar la parte final de la frase: … ¡del arte!

Entonces, mientras el público aplaudía a rabiar, las autoridades respiraron a sus anchas, tranquilizadas por el agregado que parecía restar toda eficacia al enunciado. Que el arte tenga su victoria no puede inquietar a nadie. En ese mismo  momento, en Porto Alegre, Erick Beltrán caminaba bajo una lluvia torrencial rumbo a la reunión del directorio de la Fundación Bienal del Mercosur, para debatir sobre las consecuencias que podría eventualmente acarrear la publicación de la fotonovela del artista Pedro Reyes, cuyo contenido había generado una áspera controversia.

Se trataba de un melodrama en que participaban personas pertenecientes al Movimiento de los Sin Tierra, conducidos por el artista de acuerdo a los presupuestos del teatro del oprimido de Augusto Boal. La negociación que tuvo finalmente un efecto positivo, sin embargo hizo retrasar la edición del trabajo, que no pudo ser exhibido el día de la inauguración de la bienal. Pero, ¿qué ocurría en Antofagasta, ese mismo día, en el marco de la Trienal de Chile?

En Antofagasta, el 14 de octubre se inauguraba la exposición que reunía, de vuelta, a artistas de Antofagasta, Salta y Tucumán. Una primera versión ya había tenido lugar en el MAC de Salta hace un mes. En esta ocasión, Geli González, Ana María Benedetti y Pablo Guiot, han viajado especialmente a Antofagasta para articular la presencia de iniciativas de grupos independientes, tales como La Punta (Tucumán) y La Guarda (Salta), que junto a Se Vende (Antofagasta) establecen un mapa de intercambio que debiera suplir las fallas de enseñanza y de circulación de arte contemporáneo en lo que Marcos Figueroa ha denominado Eje Norte-Norte. Sin lugar a dudas, dicho eje contempla la posibilidad de ejercitar una mirada sobre la situación que se plantea en La Paz. Esta plantea una necesaria articulación con experiencias que operan en situaciones de  transferencia informativa bajo condiciones de relativa vulnerabilidad. En el marco de un debate estrictamente boliviano, la existencia de un arte contemporáneo sin concesiones puede ser visto, desde esferas oficiales, como una operación colonial. Justamente, en ese concurso del que Achille Bonito Oliva era jurado, fue premiada una pieza videográfica de Alejandra Delgado, cuyo título era ya suficientemente significativo: Reflujo histórico.

El propósito de conectar estas situaciones es fortalecer la persistencia orgánica de unas tramas mínimas que permitan asegurar diagramas de obra que respondan a unas demandas específicas de las `propias escenas locales. Ciertamente, las intervenciones  de Juan Castillo en la escena de Antofagasta han sido un aporte inestimable al montaje de una ficción local.

En el contexto de las conexiones anteriormente señaladas, la victoria final del arte está directamente relacionada con las formas de reproducción de iniciativas minoritarias, pero con voluntad de reclamar esas tasas mínimas de institucionalización de las que he hablado en otros textos. No cabe duda que las estrategias editoriales ensayadas por el equipo de la 7a Bienal del Mercosur se revelan de una extrema utilidad para su implementación en zonas de fragilidad institucional. Lo que hay que hacer es convencer a los agentes artísticos de la variabilidad de posibilidades que reemplazan la exposición como formato exclusivo de visibilidad. Y más aún: que resulta absolutamente necesario ensayar formas de enseñanza flexible, directamente vinculada a experiencias de inscripción.

Lo anterior permite distinguir entre difusión e inscripción. Los artistas no producen obra para difundirla, sino para inscribirla. Es otro modelo de trato con los públicos. La obra produce el público cooperante de su conveniencia. Esto es lo que los gestores entienden difícilmente. Una obra se sostiene sobre un diagrama inconciente en que operan complejos procedimientos formales.

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