DISPOSITIVO DE ACOGIDA.

Leo en La Nación del 15 de diciembre las primeras declaraciones de Carolina Tohá: “Representamos algo que en la sociedad tiene mayoría y tenemos que lograr que esa enorme cantidad de ciudadanas y ciudadanos se sientan acogidos, apoyados y escuchados”.

¿Cómo se puede pensar que Frei representa a la mayoría si me está pidiendo el voto? Y me lo pide porque soy de aquellos que votaron en primera vuelta por Marco Enríquez-Ominami. Es decir, Carolina Tohá me hace pertenecer a esta franja de ciudadanos que debe sentirse acogidos, apoyados y escuchados. Esto es un vuelco en su discurso: primero, la extorsión con la amenaza del arribo de la derecha; luego, esta ficción de acogida, pero sin ningún gesto que la sostenga.

La noche del domingo Pancho Reyes estaba en el estrado. ¿Cómo es posible que se deje utilizar como bufón? El teatro chileno reproduce una actitud de obsecuencia impresionante frente al gobierno que sea. Pancho Reyes en el estrado es carencia de poder. Si lo tuviera, tendría que sustraerse. Queda feo que por vía de la conyugalidad asociativa, la campaña misma se vuelva una extensión de Santiago a Mil. La teatralidad chilena solo anima el estrado del candidato: lo cual hace pensar que Urrutia se des/anima de la campaña para no causar más daño del que pudiera causar, por contigüidad.

Escuché a Enríquez-Ominami formular la hipótesis de un gesto garantizador de parte de la cúpula de la Concertación. Si quieren nuestros votos, hagan un esfuerzo por dibujar algo parecido a la humildad. Latorre esgrime que lo de Marco es un chiste. Latorre necesita mi voto. No puede hablar así. Esa no es manera de acoger, ni de apoyar, ni de escuchar.

Es muy probable que mientras pasen los días, Carolina Tohá se imponga sobre la versión de los jefes de partido. Pero debe abandonar el rictus de la vocera de gobierno, para pasar a ser conductora de un comando. El desafío personal y político reside en cómo abandonar a la “vocera”, para establecerse como un dispositivo subjetivo de acogida.

Si me traslado al sector Cultura, siguiendo la lógica de Enríquez-Ominami, muchos de quienes votamos por su candidatura veríamos como un acto de franca acogida, el que los anfitriones pidieran a la cúpula de Cultura del gobierno –en el comando- dar un paso al costado, para dar garantías mínimas de recepción. La presencia del funcionariato de Cultura en el comando freista desalienta la conquista de votos. Porque de eso se trata, ¿verdad?

¿Cómo sería posible que yo me fuera a sentar en un comando, por ejemplo, con la gente que dirigió desde las bambalinas, la Trienal de Chile, convirtiéndola en un acto institucional fallido? Traspasaron su modelo de trabajo al comando de Cultura. Lo mínimo que debiera hacer la gente de ese gabinete es pedir disculpas. ¡Y eso que todavía no aparece a la luz el resultado de los estudios de Contraloría, sobre la Trienal, mismamente! La credibilidad del propio Frei en este terreno amerita tomar unas decisiones que ofrezcan garantías de que el funcionariato más abyecto sea, por lo menos, alejado de las tablas.

Ciertamente, hay una memoria de las cifras y una memoria de los desvíos. Tenemos presunciones, de que la Trienal fue una plataforma de desvíos. Uno de los miembros del directorio de la Trienal es miembro del “comité estratégico” de Frei. Su nombre ha estado vinculado a otros tantos desvíos conceptuales y políticos, que ya no se sabe si debiera estar en la candidatura de Piñera, por el modo cómo ha capitalistizado su capacidad lobbysta. Mientras estas presunciones existan, la credibilidad de los proyectos de cultura de la candidatura freísta queda en entredicho. Contraloría debiera intervenir. En algún lugar, eso se llama “transparencia”. Le ayudaría a Carolina Tohá a instalar su dispositivo de acogida.

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