En la edición dominical de El Mercurio, la ex-ministra Mariana Aylwin reproduce un gesto polÃtico que sintomatiza la ausencia de lealtad de los miembros de un equipo de gobierno.
Un equipo de gobierno no está constituÃdo solo por quienes lo representan en los más altos cargos, sino también, por aquellos que saben expresar su confianza manifestando con pulcritud la memoria su gestión. En este sentido, Mariana Aylwin no ha sido leal con su memoria, porque ha requerido, para validarla, exponer su desconsideración hacia el ministro Bitar.
Ella ha señalado que Sergio Bitar ha tenido “mejor prensa”. ImplÃcitamente, reconoce que mientras fue ministra, no tuvo “buena prensa”. Y por otro lado, está afirmando que la buena visibilidad de la acción del Ministro Bitar obedece, más que nada, a un asunto comunicacional. La desconsideración polÃtica a la que me refiero tiene que ver con la habilitación de una metáfora sorprendente; a saber, ella serÃa el objeto de una hipocresÃa polÃtica fomentada por una prensa predispuesta a leer su acción ministerial, como se debÃa.
¿Y cómo habÃa que leerla? La metáfora crÃstica del milagro en el dÃa sábado, cuando no se podÃa trabajar, apunta a producir la ficción mediante la cual ella habrÃa realizado, efectivamente, “milagros”, pero en el dÃa que no correspondÃa. Esto es, aquel dÃa, en que la prensa guardaba ayuno y no podÃa asistir a la manifestación del milagro. Pero el problema no reside en la prensa, sino en las condiciones del milagro. Mariana Aylwin olvidó instruirnos en derecho canónico, para entender cómo es preciso establecer los procedimientos para reconocer un milagro. En todo caso, una metáfora como ésta, podrÃa no ser la más adecuada, analÃticamente, para señalar un marco de lectura a su acción.
Con la sorprendente metáfora, Mariana Aylwin es puesta al descubierto por el propio formato de la entrevista. El Mercurio hace su trabajo: simplemente, la expone. Mariana Aylwin no alcanza a percibir la necesidad polÃtica de no exponerse, hoy, en el mismo dÃa que en las elecciones internas de la democracia cristiana, el sector de su padre y garante polÃtico es practicamente arrasado por el grupo de ZaldÃvar. Porque, en términos estrictos, lo que sus palabras ratifican, es la fragilidad anunciada de sus propias condiciones de visibilidad polÃtica futura. Ya que al mencionar, ella misma, la inoportuna visibilidad de sus “milagros”, deja planteada la necesidad de realizar el inventario de éstos.
Es decir, tantos “milagros” cuyas reconstrucciones pueden resultarle polÃticamente problemáticas. Entonces, ¿para qué hablar de la “buena prensa” de Bitar? ¿Era una manera de decir que lo único que lo sostiene es la “buena prensa”? ¿Era necesario?
En Chile, eso tiene un nombre popular: hecharle la culpa al empedrado. Pero en polÃtica, simplemente se puede leer como soberbia institucional o como ceguera analÃtica. Por eso, ella no debió dar esa entrevista. Pero no tuvo consejeros de imagen que la contuvieran, en la pulcritud que exige la lealtad de las memorias ministeriales. Cuestión grave, puesto que ello tiene lugar en el momento en que se instala la amenaza simbólica de un desplazamiento del caso MOP-CIADE, hacia el MINEDUC.
¿Y si esto se hace efectivo, cual podrá ser la metáfora adecuada para designar la “hipocresÃa” de la prensa? Se da por entendido que en este terreno, resulta incorrecto el intento de lavarse las manos antes de que se haya configurado la descripción de un procedimiento, que puede ser tipificado entre una amplia gama que va, como se sabe, desde lo administrativamente inapropiado a lo delictivo.
Mayo 2003.