CENTENARIO.

En noviembre del 2009 el Museo Nacional de Bellas Artes (MBNA) publicó la obra “Centenario 1910-2010”. En el año previo a la conmemoración literal del Bicentenario, el MNBA apostó a levantar su propio monumento editorial para celebrar su Centenario. Alguna vez sostuve que cuando una clase edifica un museo es porque está segura de que su vanidad ya realizó la completación política del Estado. Aún cuando dicha completación exhibiera fallos reprochables. De todos modos, cuando la oligarquía expandida y recompuesta conjure la amenaza de la dictadura militar como fantasma decisivo, de seguro, construirá su museo de arte contemporáneo. Ese podría ser el sello para una ficción de irreversibilidad histórica para la que, de todos modos, no existe garantía alguna más que el habitus democrático.

El hecho es que existe un libro del que la crítica más relevante de nuestro país no se ha hecho cargo. Mezquindad analítica e institucional para abordar un esfuerzo que amerita una diversidad de observaciones. De partida, el hecho que sea un libro de la colección del museo pero que aparece para celebrar el centenario del edificio. El museo ya existía; lo que faltaba era su emplazamiento adecuado. Hoy día, se construyen los emplazamientos, adecuados por la voluntad de levantar instrucciones carentes, tanto de concepto articulador como de un modelo de gestión consecuente. En este caso, lo que esa época podríamos haber denominado modelo de gestión, ya había sido por el carácter de una colección. Todo esto, independiente del juicio que podamos tener sobre la calidad de un determinado acerbo y acerca de la modalidad que mediaron las adquisiciones.

Lo segundo: este es un libro “que por primera vez investiga, analiza y presenta la Colección de Arte Chileno del Museo” y tiene por objeto “articular y ordenar los imaginarios simbólicos que integran (dicha) Colección”. Son palabras de su director, Milan Ivelic, que no escatima en parquedad estilística para señalar con claridad cual fue el alcance de su decisión. Milan Ivelic estará de acuerdo conmigo si sostengo que esta decisión debe ser entendida como el trabajo colectivo de un equipo liderado por su persona y que contó con la participación de Ramón Castillo, Angélica Pérez y Patricio Zárate. Es decir, tuvo la ventaja de disponer de un equipo de investigación curatorial que tomó la Colección como su “campo de maniobras”.

Puedo pensar, incluso, que el equipo se constituyó en el curso de la factura editorial y material del libro. De modo que al final del proceso, Milan Ivelic pudo darse cuenta que había conducido un equipo de investigación, que hasta ese momento había sido reconocido solamente de manera administrativa, en la medida que eran sus asistentes. He aquí una hipótesis explicativa para la omisión de la crítica. Sabemos que por crítica chilena hay que entender más que nada un género de vigilancia universitaria. Lo que les resulta insoportable, en verdad, es que el museo haya hecho lo que la academia ha sido incapaz de hacer.

¿De que manera un asistente pasa a ser investigador de la colección? Es preciso invertir la pregunta: ¿en qué momento unos investigadores iniciales aprenden a ser investigadores maduros, pasando por el “servicio militar” que significa ser asistente en un “museo incompletado”? !Justamente, el libro se propone conjurar la representación de incompletad-en-forma que la institución ha acarreado durante un siglo! De algún modo, Nemesio Antúnez rompió con la ideología del “museo mausoleo”, en un momento en que hubiésemos deseado al menos, un mausoleo-en-forma.

En los años sesenta, el síndrome del “museo-centro cultural” contribuyó decisivamente a la fragilización institucional, al punto que en un momento fue percibido más como una Galería Nacional de Arte que como el museo que ilusoriamente hubiésemos deseado tener. Todo cambió con la transición democrática, porque ésta requería montar la ficción de un republicanismo dudoso pero que tendría en la colección del museo un índice encubierto de su desarrollo. Lo que el MNBA debe lamentar, en este sentido, es que la primera “pintura plebeya” no tiene lugar en la Colección; sino que está, mayoritariamente, en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción.

!Esa es una espina! Sin embargo, el equipo de asistentes se configura como equipo de puesta en relevancia de la Colección, después de la exposición del 2000. Lo cual quiere decir que en esa coyuntura no estaban las cosas para sostener una empresa patrimonial e historiográfica de esta envergadura. Porque tampoco se trataba de sostener una línea de recuperación conservadora, sino de correr un riesgo interpretativo.

En definitiva, este libro ha sido el producto del trabajo de casi una década, en el que se debe entender que la serie de experimentación curatorial en torno a la Colección y que tomó el título de “Ejercicios de Colección”, ocupó un rol de avanzada retórica fundamental en esta empresa. En efecto, la Colección supone un trabajo de puesta en valor delimitada por exigencias metodológicas nuevas. En este caso, estas exigencias provinieron de la literatura y no desde la historia del arte. Ramón Castillo, durante su estadía de estudios en Barcelona leyó apasionadamente “Ejercicios de Estilo” de Raymond Queneau. A su regreso pudo poner en práctica un programa que implicaba hacer el relato de una historia en otra historia, de modo que una obra de la Colección era un factor de lectura de sus contigüidades. Una pintura es forzada a operar como blasón paródico de la propia historia en que esta pintura debe naufragar. Porque la Colección, antes que nada, es también, la medida de un hundimiento simbólico. Lo que no estaba previsto es que desde un referente de la vanguardia literaria pudiese ser montado un programa de revisión crítica de una Colección, poniendo en ejecución una ficción museográfica destinada a romper con el darwinismo historiográfico de las grandes ediciones fallidas de arte chileno contemporáneo.

Si bien “Ejercicios de Colección” hizo lo suyo en el montaje de un sistema de lectura, el otro elemento que debe ser considerado es la adquisición de obras contemporáneas, cuya inclusión en la Colección estuvo determinada por dicha lectura. Es casi como decir que las obras contemporáneas fueron adquiridas no para “romper” con una tradición y acelerar sus activos , sino para confirmar las líneas que ya habían sido reconstruidas -precisamente-, gracias a los “Ejercicios“; dando lugar al montaje de una operación reversiva que, finalmente, pone en riesgo la propia radicalidad del propósito. Es decir, que el libro establece más homogeneidades de lo que hubiese sido pertinente para validar la “mirada teórica” que lo sustenta y que puede ser recuperada desde la enumeración de sus capítulos, ya que cada uno de ellos responde a una línea de trabajo que incluye su propia estrategia de validación. Lo cual conduce a la pregunta por la determinación de dicha titularidad capitular como delimitación de los problemas relevados: Imaginario Religioso, Narración Histórica, Retrato(s), La Mirada en Reposo (El objeto cotidiano), Convergencia y Divergencia (abstracción), En torno al Paisaje, El Cuerpo en el Arte.

Esta capitularidad puede ser discutida y ajustada, pero señala unos espacios que jamás habían sido abordados desde la Colección misma. Lo cual cierra un tema abierto por el propio Milan Ivelic, en un escrito de mediados de los años ochenta, en que afirmaba que en ese momento era imposible reconstruir la historia del arte chileno -hablaba de la pintura de fines del siglo XIX y comienzos del XX-, porque la mayor parte de las piezas estaba en colecciones privadas. Esto ha sido desmentido por la “estratigrafía” de la Colección en su dimensión Pública. En ella están las líneas gruesas, en cambio, en las colecciones privadas solo sus expansiones no decisivas. Nada hay, en las colecciones privadas, que determinen un “cambio de mirada“. La interpretabilidad está suficientemente asentada en sus líneas centrales, por el estudio diagramático de la Colección Pública referencial, que es la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. El libro “Centenario 1910.2010” debía ser un fiel reflejo de esta voluntad política y editorial.

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