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Coloquio arte y política: las potencias desplazadas. En verdad, este coloquio se caracterizó por las ponencias desplazadas . No solo hubo dos que se salieron del programa, sino otras que fueron pensadas como pre-ponencias. Me refiero a los videos documentales del día de la inauguración. El análisis de las tres piezas arroja lo siguiente. El primer video era como la ilustración de un ejemplar de Icarito, con música incidental. Su estructura reproducía el tono de "vieja televisión", de cuando Gaspar Galaz realizó "Derribando el muro". Tenía ese aire de nostalgia que obligaría al documental a rematar con la voz del presidente Allende. En el fondo, los videos eran un poco maniqueos, porque alternaban entre la sobre-allendización y la sobre-pinochetización del carácter de los períodos. Al primer video le hizo falta la música incidental de la película "Morir un poco", de Alvaro Covasevic. En cambio, el segundo video, a cargo de Nelly Richard, se delimitó en la exhibición estricta de materiales de archivo, algunos de ellos prácticamente desconocidos por las nuevas generaciones de estudiantes. La reproducción de obras, dispuesta en secuencias marcadas por citas a textos referenciales del período, fueron un reforzamiento audiovisual de la respuesta a Willy Thayer que apareció, justamente, en el último número de Revista de Crítica Cultural, en la medida que expuso las pruebas que Thayer, en su argumentación, desestimaba. El gran momento formal del segundo video estuvo cuando la voz de Allende comenzó a tropezarse consigo misma, hasta convertirse en una banda sonora des/realizada, rompiendo la sujeción mimética de la representación histórica. El tercer video, destinado a la última década, fue conducido por Nury González. En el formato, se ajustó a la retórica del clip autopromocional, pero realizado de acuerdo al modelo de entrevistas del programa que tenía Jorge Estévez en TV13 Cable. Su estructura narrativa se afirmó en la preeminencia de Galería Muro Sur (En Receso), para dar cuenta del carácter del último período, haciendo depender de dicho núcleo las iniciativas más relevantes de la escena, que habrían concluído en la brillante y no menos espectacular iniciativa que bajo su conducción tomó el nombre de Extremo Centro. La estructura de entrevistas estuvo destinada a exhibir el triángulo paradigmático -que legitima la propiedad del sello "arte y política"- conformado por la reproducción de las "voces" de tres grandes referentes: Dittborn, Díaz y el Decano Oyarzún. Montada en la discursividad de los mencionados, la conductora logró fijar los límites de la permisividad institucional del último período. Lo paradojal de esta pieza, sin embargo, es que al recoger la voz de Dittborn, como instancia legitimadora de su narración, ésta fue mucho más allá de lo que Nury González comprimió en su intervención decisional. Dittborn fue el único artista que fijó el estatuto de lo que debía ser el coloquio. Si de arte y política me preguntan, dijo, yo respondo que la única política es la política de obra . Esta debió ser la última franja de enunciación con que hubiese podido terminar el video de Nelly Richard, en el sentido de que había fragmentos corridos. Reproduzco las palabras de Dittborn de memoria. Pero resulta más que claro: lo central de los debates debió estar en las políticas de obras. Lo político reside en el procedimiento. Así como el mismo Dittborn señalara, otrora, que lo político de su obra estaba en los pliegues, se me ocurre que en este coloquio, lo político estaba en la sujeción a los procedimientos de trabajo. Ahora bien, si nos atenemos a la sesión del miércoles, antes de la presentación de Alfredo Jaar, se pudo apreciar cómo los filósofos institucionales ponían en escena su palabra en un formato deudor de una "ceremonia de té", en donde se hacían cosquillas con pequeños argumentos contenidos y afilados, devolviéndose pullas relativamente púdicas acerca de palabras robadas y oraciones reinvertidas como encubrimiento de la real disputa. Nelly Richard exhibió en público una cordialidad que no se compadecía con los argumentos difamantes e históricamente desinformados que Thayer había esgrimido. en la propia revista de la universidad, que por añadidura dirige Galende. Un dato a resaltar: Nelly Richard ha tenido que usar su propia plataforma editorial para responder. Ha sido correcta: lo ha hecho en su propio terreno. Ya me parecía extraño que en los dos primeros números de Extremoccidente aparecieran ataques escalonados en su contra; primero, en una entrevista Brugnoli/Galende, y luego, en un artículo de Thayer. Quizás esto anticipe el tipo de trato que los agentes de esta subcultura se manifiestan entre sí, si se piensa en la permisividad atribuída a Rita Ferrer en su inmoderada moderación del debate del día viernes por la mañana. En suma: el "debate" del día miércoles no fue un debate sino un diálogo de sordos. ¿Homologación del Golpe con la Avanzada? ¿El Golpe como "puesta a término de la representación"? ¡No! ¡pero si la representación es in / terminable! Por eso, Nelly Richard refuerza sus argumentos exhibiendo las pruebas de archivo; es decir, la reproducción de las obras. En este terreno, lo político fue la exhibición del desplazamiento encubierto. Todo esto, en el contexto de un rito punitivo sobrecargado de buenas maneras que no lograban disolver la tensión de lo que se denominó "debate". Resulta plausible que el malestar del ministro de Cultura -al que me he referido en otro texto- tendría que ver con la atribución de fondos públicos a una actividad de auto-exhibición de las performances discursivas de una subcultura intelectual determinada, que se ha apropiado espectacularizadamente del sello "arte y política". Ciertamente, existen otras maneras de abordar esta cuestión y éstas se manifiestan en múltiples formatos y ocasiones micro diferenciadas, sin tener necesidad de montar una plataforma ostentatoria de presencia, que en el fondo revela la dimensión pánica de su malestar inscriptivo.
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