Coloquio arte y política: los invitados extranjeros.
Justo Pastor Mellado.
junio 2004

En el Coloquio hubo dos tipos de invitados extranjeros. Por una parte, los que ya he mencionado en artículo anterior. Y por otra parte, los que viviendo y trabajando en Chile, son invitados extranjeros en virtud de su exclusión de los dispositivos de legitimación controlados por los organizadores del Coloquio. Su invitación se debe, más que nada, a la necesidad política de proporcionar a los primeros invitados extranjeros la imagen de una apertura académica que en los hechos no existe.

Esto supone que dichos dispositivos de exclusión solo satisfacen la ilusión decisional de la subcultura académica que organizaba el coloquio y consolida una imagen de fortaleza universitaria que hace agua por varios flancos. Cuando se organiza con tal ansiedad un coloquio como éste, ello es síntoma de que, efectivamente, no se tiene el poder que se dice representar. De lo contrario, no sería necesario exponer de este modo las fuerzas.

Una cosa es clara: la única agencia que ha demostrado poseer política exterior, ha sido, sin lugar a dudas, Nelly Richard. Ella no es solo una persona, sino una institución referencial. Para eso, ha tenido que trabajar mucho y soportar, me imagino, el malestar de sus alianzas. No soy quien para poner orden en sus alianzas. Pero advierto la usura que significa soportar semejante vigilancia. Cabe preguntarse por la necesidad que la Agencia Richard tiene de seguir asociada a estructuras que limitan su expansión, cuando no la boycotean directamente.

Es probable que la violencia simbólica que ésta debe experimentar, tanto desde la crítica de Thayer como de los arrebatos de Ferrer, obedezcan al reconocimiento que su trabajo posee en la escena de escritura, diré latinoamericana, para concentrar su campo de acción, tanto en el terreno de las prácticas de arte, en un primer período, como del feminismo y de los estudios culturales en una segunda fase de su producción.

Dicho esto, los otros invitados extranjeros eran aquellos que no perteneciendo a la subcultura intelectual de los organizadores, desarrollan su trabajo en otro espacio, que vendría a ser un espacio de "teoría menor", como ya ha sido designado por los agentes de glosa en numerosos escritos. Los nuevos extranjeros se ocuparían de cuestiones subalternas, vinculadas a la gestión de zonas académicas menores, a la producción de curatorías y, ¡horror!, a las investigaciones historiográficas, que en este terreno carecen de todo prestigio. ¿Cuál sería este terreno? ¡El de las escrituras que imprimieron su sello a la relación "arte y política"!, puesta en forma por filósofos que operan en el campo de las artes visuales como extensión académico-laboral, garantizando políticas de casta que han revelado su eficacia en la constitución de una subcultura intelectual con grados de consistencia relativa, pero que interviene en un circuito subsidiario, a medio camino de la sociología de la recepción y de los estudios culturales con énfasis en cultura visual. Desde ya, no cabe sino saludar la eficacia que ha tenido en esta década el copamiento universitario de dicha subcultura. Esto se debe probablemente al incremento de la competencia laboral en el espacio filosófico universitario y a la incapacidad de los espacios académicos para satisfacer una demanda creciente, por lo que espacios discursivamente más frágiles son fácilmente intervenidos. Es una situación que ya había ensayada por Luis Oyarzún cuando, a fines de la década de los cincuenta, emigra del Instituto Pedagógico (Filosofía) hacia la Facultad de Artes, de la que llega a ser su decano a comienzos de los años 60´s.

Pues bien: al haber sido invitados a este coloquio no podíamos sino hacerlo en tanto extranjeros de la subcultura anteriormente descrita. En el campo abierto de la historiografía y de la crítica no es posible producir subculturas, porque éstas perviven por lo general como recurso identitario de formaciones intelectuales bajo constante amenaza. Más bien, la "teoría menor" opera como núcleos de producción diferenciada, poniendo en valor el objeto de unos estudios que requieren la concertación de múltiples disciplinas, desde la bibliotecología y el archivismo, hasta la iconología y la gestión patrimonial, pasando por el rescate documentario y la reconstitución de escenas de producción artística en el marco general de políticas de transferencia formal en una formación artística determinada.

¡Y a eso vinimos! ¡Coludidos y confundidos con las investigadoras argentinas! Justamente, ¡nos disfrazamos de investigadores argentinos para poder resistir la presión de los Agentes de Glosa! Y me parece que nuestra prestación no estuvo del todo mal. Es que hablar de objetos secundarios, pesquizables en documentos mugrosos, remitibles a recuperaciones iconográficas de dudoso valor, constituye de por si una gran performance discursiva en el seno de la subcultura dominante ya mencionada. Dominante, porque "domina" la amplificada dimensión pánica del eco. Hay un Verbo, referente, y, luego, una Proliferación Pentescostal de la Glosa. ¡Quien lo hubiera pensado! Dicha subcultura estatuye la "grammatologización" de La Lengua, recolectando el eco de una Foné que se estatuye como entidad Ontológica Anterior a la Visualidad. Respecto de semejante construcción, nosotros, los de "teoría menor" no podemos sino dedicarnos a comentar nada más que Portadas de Libros. Hay que saber reconocer "el lugar de uno", que no es El Lugar de (lo) Uno, ni de (H)uno en el Otro.

Y nótese que describí mi lugar en letra minúscula y el uno, como corresponde a un extranjero.

 

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