El Premio (1). La coyuntura de los premios nacionales permite que se pase revista al contingente de la escena. Es decir, que las escenas internas del espacio echan a correr listas de apoyo cuyo primer propósito es hacer el inventario de sus huestes. Lo patético de este asunto tiene que ver en la conversión de los nominables en candidatos. Como todo depende de un jurado soberano, las listas y las declaraciones en la prensa apuntan, no tanto a influir en éste, como a demostrar la existencia de una especie de "apoyo ciudadano", que afirma la ilusión de poder social, no ya de los artistas, sino de los mentores de lista. Según esto, debiéramos pensar que Gonzalo Díaz hizo una muy buena campaña de recolección, para el premio anterior. Pero todos sabemos que la cantidad de firmas no tuvo que ver, como las condiciones de representación de los nombres en el seno mismo del jurado. Quienes hemos estado en jurados, sabemos que éstos poseen una dinámica interna que muchas veces funciona por compromisos de exclusión y compromisos de reparación. Un nombre demasiado seguro puede perder la nominación con la aparición de un nombre menos seguro, pero cuyo ingreso en el debate amenaza la estabilidad de las certezas. Lo cual obliga a sacar un tercero excluido, que entra en carrera para evitar la impasse y la humillación de ministros y rectores. Es el momento en que aparece el "tapado", que corría como alternativa de compensación blanda; esto es, un nombre que hace confluir la conformidad en torno a un tercero. Lo anterior ocurrió en los últimos premios: con Rodolfo Opazo y Gonzalo Díaz. En el caso del primero, no estaba en la primera opción. Incluso, su nombre fue presentado sin campaña previa, justamente, para bajar a otro que se presentaba con campaña "excesiva": Mario Toral. Y en el caso de Gonzalo Díaz, ocurrió una situación similar. Los dos últimos premios han sido definidos en el último momento, gracias al "factor Toral". La política de promoción que éste desarrolló produjo un efecto contrario al deseado por él mismo y las empresas que apostaban por su nombre. Y que esto no signifique rebajar el valor que poseen las obras de Opazo y Díaz para haber merecido el premio. En su ocasión, mencioné que las decisiones del jurado expresaban la existencia de un inconsciente estatal que se resistió frente al amedrentamiento mediático y financiero de las empresas que apoyaban a Toral. Eso fue lo que lo hundió. Pensar que un jurado universitariamente determinante, podía ser presa de ese tipo de presiones, si bien hubo un momento en que Toral estuvo a punto de obtener mayoría de votos, fue de una extrema ingenuidad. De ahí que, en esta versión 2006, la recolección de firmas en favor de Dittborn, por ejemplo, puede hacerle más daño que otra cosa, porque deja entrever que existe una cierta mal escondida ansiedad de unos "partidarios" que están invirtiendo en su nombre, para proseguir con el manejo factual de la oficialidad cultural imperante. La elaboración de listas y la exigencia tácita de firmar apunta, como digo, a juntar a las huestes. A lo que se agrega la visibilidad que adquieren los "gestores(as) de lista". Pero este año, el "factor Toral" ya no opera como una amenaza regulada y el mito del inconsciente universitario se ha diluído. De hecho, la presión que ejerce la Universidad de Chile, como residuo histórico, está divida entre el deseo del director del MAC y el deseo del Magíster en Artes Visuales. Para el primero, el "candidato" debe ser el Grupo Rectángulo; para el segundo, el "candidato" es Dittborn. Sin embargo, el primer deseo no está exento de inexactitudes e inconsecuencias, como es habitual en ese sector, asolado por los relatos de reconstrucción mítica de lugares no habidos. En la opción de Rectángulo, existía primero el nombre de Matilde Pérez. Sin embargo, fue desestimado porque su figura no se adaptaba a las operaciones de reducción que ese sector pretende invertir en la operación. Entonces, el deseo apuntó a Gustavo Poblete, para poder "cargarse" a Vergara Grez, por un lado, y al fantasma -siempre presente- de Balmes. Así optaba por el tardo-comunismo cultural del Arcis. En el Magíster, en cambio, los dados están puestos en Dittborn y los estudiantes parecen "guardias papales" buscando firmas y promoviendo la gloria del Tótem. Pero esto no proviene del propio Dittborn, sino de la "necesidad dittborniana" de los fieles. Justamente, eso es lo que puede hundir esta expectativa. Lo cual da para pensar que les importa un bledo el éxito de la operación, sino que lo que les ocupa realmente es la demostración de la unidad de una secta. Es de suponer que el rector Riveros tendrá que dirimir en este "conflicto de autoridades". Surge, sin embargo, la duda de si los demás miembros del jurado aceptarían que un artista "conceptual" se repitiera el plato. Es muy probable que corra por fuera, la figura de un pintor elegante y quitado de bulla, en cuyo favor Carmen Waugh y José Zalaquett, sin ser miembros del jurado, han iniciado una campaña. Como se comenta, en círculos del coleccionismo, "ese sector" no ha tenido premio todavía. En esta campaña, el rector Riveros, ¿abandonará su sujeción político-académica a un candidato de "la Chile" o se abrirá a un candidato de reparación? |
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