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El Trabajo de la Crítica
de Artes Visuales. [1]
Justo Pastor Mellado
1.- En abril de 1993, el Programa de Maestría
de la Escuela de Arte organizó el Coloquio Crítica de
la historia; historia de la critica, teniendo por objeto la evaluación
de los efectos orgánicos que la producción de la critica
de artes visuales había logrado implementar durante las últimas
décadas.
Efecto orgánico significa procedimientos de inscripción
de una transferencia teórica en una coyuntura intelectual determinada.
Si se piensa en los años ochenta como un momento de aceleración
de dicha transferencia, a partir de la constitución de obras ejemplares,
como las de Eugenio Dittborn
y Gonzalo Díaz ,
entonces habrá que constatar un efecto inmediato en el trabajo
de critica, a partir de los diagramas que las obras de los artistas mencionados
postulaban. Esto quiere decir que hay obras que se inscriben en una coyuntura,
modificando el fondo de las herramientas con que la historia trabaja.
Eso las hace obras ejemplares. Y es un hecho que esas obras plantean
a la critica histórica un cierto número de problemas que
ésta no es, epistemológicamente, capaz de abordar. Sobre
todo, porque la obra misma de Dittborn introduce en la práctica
artística y en la escritura de historia la cuestión de la
transferencia, tanto tecnológica como teórica. Es decir,
teórica, porque tecnológica, si se piensa en la problematización
de la noción de registro, que permite un desplazamiento sustantivo
del modelo de grabado clásico, que afectan de manera estructural
la cuestión de las filiaciones en la escritura de historia.
Como lo he sostenido en otra ocasión [2]:
transferencia y desplazamiento pondrían el acento sobre
las relaciones entre matriz y copia, en un momento de
claridad analítica sobre el hecho de que la historia del arte en
Chile no había sido más que la historia de la reproducción
del arte. El recurso a la matriz, por otro lado, respondía a la
iniciativa de encontrar un modelo de referencia seguro, sobre el cual
poder establecer una ficción de tradicción. Esto significaba
pensar por vez primera la violencia institucional de las inscripciones
artísticas, tomando en cuenta la noción de incisión
y su extensión hacia el análisis del campo de circulación
social de las obras. En función de esto fue posible retrasar las
líneas de constitución de campos polémicos que permitieron
sostener la siguiente hipótesis: la coyuntura plástica de
los años ochenta estuvo marcada por la polémica pintura-fotografía.
Es decir: existen momentos fuertes y momentos débiles
de transferencia informativa en las artes visuales. Cada momento está
definido por la emergencia de una polémica que organiza las fuerzas,
tanto de los agentes de transferencia como de los agentes de resistencia
a dicha transferencia. En esta medición de fuerzas se pone a prueba
la consistencia de las instituciones de reproducción del saber.
Durante la dictadura, en el marco de desmantelamiento de la enseñanza
de arte, la iniciativa de la transferencia semiótica francesa se
inscribe en la exterioridad del aparato universitario, llegando a producir
sus propios mecanismos de inscripción discursiva. En este sentido,
la polémica ya señalada enfrenta dos discursos: el de la
sociología de la recepción de la obra artística -transferencia
francasteliana- con la teoría de la significancia -transferencia
kristevana-lyotardiana-. [3]
De este modo, la primera derrota de la sociología de la recepción
es de carácter editorial [4].
Por lo tanto, política. La segunda derrota es académica,
también política, pero de segundo grado, cuando la transición
democrática plantea la posibilidad de reversión del desmantelamiento
ya señalado.
Pequeña historia de transferencia: es algo tan simple, como que
el arribo de José Balmes
a la Escuela de Arte en 1966, permite la articulación de una política
de relaciones internacionales que se traduce en la edición de una
Maestría en Artes Visuales, realizada en convenio con la Universidad
de Paris. La Maestría significó poner en circulación
intrauniversitaria una bibliografía y un modelo de trabajo investigativo
que ya circulaba en el afuera académico, a través de las
inscripciones de la transferencia semiótica ya indicada.
A lo anterior se debe agregar que en los años ochenta la Escuela
de Arte resiste al desmantelamiento, mediante una política formal
de trabajos que pasa a convertirse en plataforma distintiva, reconocible
como la pequeña tradición de los desplazamientos.
Esto tiene sus orígenes en los talleres de grabado que dicta Eduardo
Vilches ,
cuya enseñanza polémica es recogida en ese momento -años
ochenta- por gente como Arturo Duclos ,
Alicia Villarreal
y Mario Soro .
[5]
Desplazamiento significa trabajar con herramientas conceptuales pensadas
para operar en un medio determinado, pero que son apropiadas para operar
en medios para el que no habían sido concebidas. Este procedimiento
de aplicación indebida, en un medio impropio, es lo que
se llamó política de desplazamientos. La articulación
de la polémica pintura-fotografía estuvo determinada por
esta perversión analítica que tuvo efectos constructivos
de una enorme importancia para la inscripción de una instancia
de aceleración reflexiva en el arte chileno contemporáneo.
Instancia que se verifica en la edición de trabajos de arte dependientes
del concepto de serie y de la práctica de la fotomecánica.
Los trabajos de Gonzalo Díaz en este terreno no harían más
que consolidar esta hipótesis, sobre todo cuando señala
los términos exactísimos del serigrafismo critico
con su trabajo de 1985, KM 104.
Al indicar los rasgos distintivos de esta polémica, me resuena
una comparación que ha revelado poseer un alcance paradigmático:
la transferencia es al desplazamiento, lo que la pintura es a la fotografía,
en el escamoteo mutuo de sus determinaciones en el seno de un campo de
transferencia determinado. En ese momento, desde la fotografía
entendida como dispositivo de grabado, se formula una critica severa a
la representación pictórica. Dicha critica apunta a desarmar
dos cosas: el ilusionismo de la representación y la materialidad
del soporte.
2.- Han pasado veinte años desde esa
coyuntura. Una de las tareas de la actual producción critica es
evaluar la persistencia de dicha polémica. Hoy día son cada
vez más los artistas que trabajan con soporte fotográfico,
pero que no se reconocen como fotógrafos, sino como artistas visuales.
Esto plantea el problema de la legitimación formal de las pertenencias.
Cuestión fundamental, puesto que dicho reconocimiento determina
el campo de interlocución.
No hay, efectivamente, nunca hubo, diálogo fructífero entre
fotógrafos y artistas visuales. Los fotógrafos desean escribir
su propia historia, pero carecen de medios y técnicas críticas
de trabajo en historia. Están en una etapa de reconocimiento testimonial,
tanto documentario como oral. Los artistas visuales que operan con fotografía
ya están inscritos en un espacio discursivo y poseen una reivindicación
formal que los inscribe.
Hubo un hecho que marcó, recientemente, la diferencia entre las
dos criticas. Es decir, entre una critica de artes visuales y una critica
de fotografía, por ausencia. Más bien, por rudimentos.
Me explico: en 1996 se realizó la exposición Los límites
de la fotografía, organizada por André Rouillé,
director de la revista francesa de fotografía, La Recherche
photographique. Los chilenos que Rouillé escogió fueron
todos artistas visuales: Alicia Villarreal, Eduardo Vilches y Gonzalo
Díaz. Estos eran los únicos que podían situarse en
la reflexión formal de los límites. El artista visual contemporáneo
trabaja con la noción de límite, porque la disolución
de los tabiques disciplinares es un adquirido común en las prácticas
de arte. Pero sobre todo porque la noción de límite supone
la noción de lugar: lugar de la teoría en la consolidación
de las prácticas de arte. Es decir, entender el arte como
práctica social y simbólica específica, que funciona
como trabajo humano, poniendo en movimiento unas herramientas conceptuales
y un instrumental nocional que modifica los modelos de su reproducción
formal. En este punto, las cuestiones ligadas a la tecnología no
tienen que ver con la recuperación del oficio, sino que son cuestiones
propiamente conceptuales.
Hay un dato que debe ser considerado, al respecto, y que tiene que ver
con el meollo del asunto: la pintura chilena del siglo diecinueve es antecedida,
en la constitución del paisaje, por la fotografía.
Dittborn sistemátizó muy bien lo que llamó transmigración
tecnológica, a la cantidad de operaciones mediatizadas que
intervenían en su facturación de la imagen. Pensar
el lugar, en este terreno, era pensar el estatuto de las imágenes,
en su puesta en condición teórica, determinadas por la puesta
en funcionamiento de su reproductibilidad técnica. Esto se verifica
en el uso paradigmático que Dittborn hace del gesto, ya codificado
en el arte renacentista, de la Pietá. Desde la figura del descendimiento
en la escultura de Miguel Angel ,
declina el gesto hacia toda imagen en la que participen dos agentes de
Pietá. Imagen impresa, por cierto, serial, repetida y repetila
por las prácticas del olvido. Es decir, en que un cuerpo sostiene
el peso muerto de otro cuerpo. El sostener se instala como una
demanda efectiva en la representabilidad de los cuerpos, en la coyuntura
jurídico-política abierta por la desaparición de
personas en Chile.
Hoy dia, los efectos de la polémica pintura-fotografía,
han dado lugar a una polémica nueva, entre fotografía de
artistas visuales y fotografía de fotógrafos autorales.
De hecho, son los artistas visuales, expertos en artes de la excavación,
los que están mejor dotados metodológicamente, para trabajar
sobre la historia de la historia en fotografía. Independiente
del hecho que deba construirse una historia de la fotografía a
secas.
En este sentido, el objetivo de nuestro coloquio de 1993, critica
de la historia, historia de la critica, no ha sido cumplido. Lo grave
es que su postulación ha planteado otros dos problemas urgentes:
critica de la critica e historia de la historia. Se trata, en
suma, de inventariar los problemas relativos a la ineptitud del trabajo
de enseñanza de historia del arte, si no se inicia la recuperación
de la disciplina, desde el abordamiento de estos dos nuevos problemas.
En este terreno, poco se puede esperar de los historiadores de arte, porque
siguen epistémicamente sujetos a formas ya perimidas de trabajo
analítico. En Chile, el caudal de obras sigue un curso que resulta
dificilmente navegable a los historiadores y especialistas en estética.
Quienes realizan, desde las obras, la historia de la historia
y la critica de la critica, son los artistas visuales emergentes que,
entre la fotografía y la objetualidad, señalan los términos
de las nuevas polémicas que organizan el campo plástico
de hoy [6]. Esto significa establecer
otra distinción: esta vez entre artistas instaladores de polémica
y artistas que solo reproducen los elementos de una polémica ya
instalada.
Qué significa hablar desde las obras. Es algo muy simple: exige
pensar desde su diagramaticidad. Esto es lo que entrega los elementos
que permiten, no solo el abordamiento particular de las obras, sino que
habilita la extensión del modelo analítico que como obra
produce, para ser invertido en el estudio de sus propias recepciones.
Esto quiere decir: sus condiciones de posibilidad extensional, de modo
que pueda tener eficacia el uso indebido de las herramientas forjadas
para operar en un campo de origen diferente. Es lo que ocurre con una
obra como Lonquén 10 años, de Gonzalo Diaz. En
ella, son los métodos de la investigación arqueológica
y los métodos de la investigación policial los que permiten
reconstruir el procedimiento de construcción de obra plástica.
Hay otro caso ejemplar de condiciones de posibilidad extensional, que
en este terreno sería un sinónimo de la política
desplazamientos. Me refiero al empleo que Dittborn hace de la manuscripción
prealfabética, en su obra Leer y escribir 1982. Allí
combina la imagen de la letra de José del Carmen Valenzuela ,
con la foto de un escolar chileno haciendo su trabajo de caligrafía.
La letra en cuestión había sido obtenida del facsimil de
la carta que le enviara José del Carmen al presidente Alessandri
para solicitar el indulto. Dicha carta fue reproducida por un semanario
especializado en crónica roja. El sistema judicial debía
producir a José del Carmen para que éste entendiera la naturaleza
de su crimen como Chacal de Nahueltoro.
La puesta en escena de la manuscripción prealfabética marca
un momento de irrupción en las relaciones de imagen y palabra en
la plástica chilena. La obra de arte se instala como trabajo de
critica histórica, en un doble sentido: critica de las obras y
critica de la Ley. De la ley de las obras y de las obras de la Ley.
La polémica pintura-fotografía instala en 1982 esta subpolémica:
la figuración de la letra. Pero a lo que me refiero es
a la letra del inconciente de obra. Y en esa figurabilidad, es posible
enumerar a los artistas que hacen fisura de estilo, programando
sus frases a medias. De la fisura, estilo.
Es a la medida de este fraseo, que se fue consolidando un pensamiento
de la fisura, que debió expóner sus razones distintivas
respecto de la grieta y de la fractura.
Cuando hay fisura hay faltante. Un faltante de sentido. Los artistas lo
rellenan con un injerto inapropiado, dejando una huella que se afirma
como discontinuidad en la superficie. Eso es lo que yo llamo instalar
una polémica. Cada vez que se pase la mano sobre la huella, hay
efecto de sentido, porque no se puede omitir la existencia protuberante
del injerto mal asimilado.
3.- Los problemas que la critica de arte aborda
en este fin de siglo son los mismos que enarbolaba hace veinte años.
Ha persistido la sordidez epistemológica de los medios de prensa,
que al operar en la critica, ante la inexistencia de un dispositivo de
vigilancia teórica que se les oponga, siguen habilitando la insuficiencia
de los métodos de trabajo en historia, a que ya me he referido.
¿Cuales han sido los nuevos problemas polémicos que han
podido establecerse durante estas dos décadas? Por cierto, la polémica
pintura-fotografía se inscribe en lo que he llamado artes de
la excavación.
Las artes de la excavación aparecen en el arte chileno, a partir
de la combinación de dos elementos: por un lado, la cuestión
de la desaparición como método de aniquilación corporal
de un referente político; por otro lado, con la aparición
del goce de Antígona como significante de la obra de Dittborn
en su último período. Sin embargo, en las artes de la excavación
no hay una concepción unitaria. La obra de Díaz, como ya
lo he planteado, se hará cargo de problemas análogos, poniéndo
en escena los préstamos conceptuales provenientes de los métodos
de la arqueología y de la investigación policial, sobre
todo en Lonquén 10 años.
La cal no fue suficiente para hacer desaparecer estos restos y un extraordinaria
investigación conducida por un magistrado que cumplió con
su deber, dejó al descubierto el primer crimen públicamente
documentado de la dictadura. El libro que consignó dicha investigación
fue prohibido, levantándose la medida en 1989, momento en que Díaz
retoma el caso, poniéndo en escena la cuestión de la ruinificación
de los monumentos y de los cuerpos. Uno de los tópicos en que la
crítica de la crítica se conecta con la diagramaticidad
de las obras es el de la ruina. Es probable que esta sea la vía
y el gozne que permita que las artes de la excavación
giren hacia las artes de la disposición.
La ruinificación monumental del parque industrial, será
una de las exigencias de la modernización del país. La reducción
del gasto público significará en la post-dictadura, el cierre
del complejo minero de Lota. Se trataba de un carbón de baja ley
cuyo sistema de explotación era anticuado, ya en la década
del 60. Pero desde entonces, ningún gobierno había tenido
el valor de asumir el costo político y social de su cierre, hasta
el año 1997. Un proceso de reconversión laboral fue iniciado
para combatir la cesantía. Pero los mineros esgrimen el argumento
según el cual se nace minero y se muere minero, siendo
imposible llevar a cabo cualquier reconversión. Para los analistas
sociales es una forma social arcaica la que se está extinguiendo.
Lo que queda son un conjunto de objetos y herramientas como memoria objetualizada
de dicha forma social. Es fácil disponer de los objetos
cuando los sujetos han sido excluídos de sus labores. La liquidación
de los activos de la empresa debe exigir la constancia de este despojo,
en sus libros. El destino dirá si esos objetos inertes pueden ser
re-dispuestos en un escenario museal. El problema reside en definir a
qué tipo de musealidad se tendrá que adscribir. Si a un
museo de artes y oficios, si a un museo de la conciencia obrera arruinada,
si a un complejo de turismo aventura inspirado en los cuentos de Balmero
Lillo, etc.
José Balmes visitó la mina después del cierre. Ingresó
al local desocupado donde los mineros se cambiaban la ropa para bajar
a la mina. Estos disponían sus pertenencias en canastos metálicos
que luego eran hizados, hasta quedar colgados del techo, asegurados a
barras metálicas ancladas en el piso.
En otro momento, de ahí colgaba el vestuario "de calle"
de quienes exponían en las profundidades su corporalidad. Hoy día
los canastos cuelgan sin contenido, delatando sin embargo -por ausencia-
la memoria de unos cuerpos. Toda su pintura, desde 1973 en adelante ha
estado atravesada por este carácter: hacer brillar la presencia
de los cuerpos mediante la puesta en escena de su ausencia. Pero la experiencia
de Lota lo puso en contacto, no solo con las imposturas de una reconversión
laboral -concebida como "muerte blanca" de una socialidad-,
sino con la reconversión del objeto en el arte chileno contemporáneo.
Esta actitud se combina con la actividad de jóvenes artistas, que
en otro terreno y por otros medios, llegaron a resemantizar la posición
del objeto, distanciándose de las artes de la huella
y de las artes de la excavación, mediante la edición
de unas artes de la disposición. En gran medida, porque
las dos primeras llegaron a un estado de academismo que amenazaba con
sofocar las tentativas de constitución de un nuevo frente de obras.
Sin embargo, las artes de la disposición dependieron de
la transferencia habilitada por las artes de la excavación,
en un primer momento, porque solo se dispone lo que puede ser recolectado.
Esa es la razón de que muchas obras del último período
adquieran rasgos taxonómicos.
Ahora bien: esta obra de carácter taxonómico da lugar a
una obra de carácter combinatorio de objetos que ya no son excavados,
sino recolectados en el fondo de objetos domésticos, ordenados
en la superficie de estanterías, mesones de cocina o mobiliario
de interior. Pero también tienen su origen en las actividades recolectoras
y clasificatorias de locos indigentes que se dedican a "urbanizar"
los sitios eriazos que ocupan temporalmente. Lo único que les queda
es la pulsión mínima de asentamiento, que implica la "limpieza"
(inventario de objetos) de la cercanía inmediata del lugar que
ocupan. Es probable que estos artistas busquen en la figura social de
estos indigentes una metáfora para dar cuenta de su posición.
Metáfora de doble propósito: metodológico y ético,
por cuanto aspiran a una cierta indigencia respecto de las garantizaciones
políticas de las artes de las transferencias iniciales. Se trata
de artistas huérfanos de otra institucionalidad que no sea la institucionalidad
del arte -escuelas, mercado y museos-, si bien desarrollan experiencias
de autoproducción curatorial tendientes a afirmar su autonomía
inscriptiva.
Las tres artes que he descrito en términos generales, se instalan
entre los años 60's y fines de los años 90's. Son casi cuarenta
años de historia plástica, con un quiebre institucional
de por medio y dos transferencias fuertes de información artística,
que definen el carácter de la consistencia orgánica de la
formación artística chilena.
Estas artes definen las coordenadas del espacio plástico de la
última treintena. En efecto, después de la irrupción
problemática de las desapariciones de cuerpos, el arte chileno
no puede ser el mismo. Los modelos de represión han afectado la
productividad misma de las nominaciones, desde el momento en que se instala
en un espacio concreto, el procedimiento de la disposición total
de visibilidad de un sujeto.
Un sujeto sustraído de su visibilidad corporal se configura como
vector de irrepresentabilidad. La tortura, como ruptura de la continuidad
afectiva de un sujeto, es irrepresentable. Una crítica de historia
que ha vivido de la reproducción de las continuidades no puede
hacerse cargo de las rupturas, de las fallas colectivas, de las desolidarizaciones
imaginales. Y son rupturas, fallas y desolidarizaciones, lo que el arte
chileno reproduce en su historia. La historia que se ha escrito de este
arte, ha omitido estas singularidades pesadas que son, en definitiva,
y a pesar suyo, las que lo han hecho avanzar e inscribirse como tal. La
critica que se practica en los medios de prensa no hace sino reproducir
el sentido común de la historia que se ha escrito. Por esa razón,
otra de las tareas de la critica de la critica, es el desmontaje de las
estrategias textuales de la crítica de arte periodística,
como género, y su comportamiento en la activación de las
coyunturas plásticas a que me he referido.
En párrafos anteriores me he referido a las tareas incumplidas
de la critica, si se tomaba como punto de partida el coloquio de 1993.
En verdad, debo sostener que este incumplimiento se verifica en las escrituras.
No hay propuestas analíticas que asuman esa tarea. Salvo excepciones
que confirman la regla. Sin embargo, hay obras de artistas emergentes
que han seguido el camino abierto por las obras de Dittborn y Díaz,
si bien en una perspectiva diferente, como expondré en el punto
siguiente. El caso es que se trata de obras que realizan la critica de
la critica desde sus propias diagramaciones, haciéndose más
refractarias todavía a la critica periodística.
En términos generales, el bloque de obras que ha sido
expuesto, mayoritariamente, durante estos tres últimos años,
tanto en la Galería Gabriela Mistral como en la Galería
Posada del Corregidor, señalan un rumbo nuevo respecto de la polémica
pintura-fotografía, indicado como eje comprensivco para la coyuntura
de los ochenta. El rumbo nuevo tiene que ver con una aproximación
desfalleciente hacia la objetualidad, que pone en jaque el animismo
a que ha llegado a dominar la inflación instalacional.
Hablar de bloque supone hacer mención a la emergencia
de un nuevo contingente de artistas que, habiendo seguido la lección
de los referentes Diáz-Dittborn, se distancian de su lógica
procesual a partir del desmontaje de sus filiaciones formales. Esto los
ha llevado a investigar la genealogía de la instalación,
en una perspectiva de des-escenografización de sus materiales,
produciendo disposiciones objetuales desprovistas de la euforia victimalista
que inunda la última producción gráfica dittborniana,
y distantes de la animización anunciada en la última instalación
de Gonzalo Díaz, dando lugar a un verdadero arte de la disposición.
Entonces, las artes de la disposición vienen a completar
las artes de la excavación, que a su vez, se encaraman
sobre las artes de la huella. Estas son las tres artes que definen
y se definen para proporcionar los criterios de distinción de las
productividades del campo plástico, en un período largo
de cuarenta años.
4.- Hace tres años se llevó a
cabo en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile la primera exposición
de plástica emergente del período de la transición
democrática, bajo el anodino título de Arte Joven de
Chile. Fue la primera exposición "oficial", que
tuvo el valor de reunir a un grupo de artistas cuya dependencia metodológica
respecto a las obras de Dittborn y Díaz era evidente. Sin embargo,
dicha evidencia autorizaba a pensar que las máximas distancias
ya habían sido establecidas y que las obras que habían sido
referenciales durante el último período, pasaban a asumir
un rol académico.
En dicha ocasión, me correspondió escribir uno de los textos
del catálogo. Su título -Del triángulo paradigmático
al bloque histórico en la plástica chilena emergente-
era un chiste metodológico muy adecuado a las circunstancias, ya
que permitía inventariar las condiciones de ruptura de estos trabajos
respecto a las obras referenciales. Este se basaba, por cierto, en el
triángulo culinario, al que sustituí los términos
de cada ángulo por los de Objetual, Pictórico y Gráfico.
Estos tres términos permitían ordenar las obras en relación
a su dependencia tecnológica respecto de los modelos de los "padres
totémicos" Dittborn y Díaz. Era una manera de inventariar
las producciones siguiendo criterios de proximidad y lejanía respecto
de dos polos excluyentes: fotomecánica y manualidad, en relación
al estatuto militante que estos dos términos habían adquirido
durante el período de dominio de la "escena de avanzada",
entre 1980 y 1985. Por último, un lugar especial era ocupado por
artistas que trabajaban con procedimientos taxonómicos. Esto tenía
relación con la pulsión del inventario y de la excavación,
actividades de recomposición decisiva en los años de término
de la dictadura militar.
La exposición del Museo fue visitada durante sus últimos
días de exhibición, por Beverly Adams
, por ese entonces curadora en el Museo de Artes de San Antonio (Texas),
quien concibió de inmediato una muestra. Los nombres de los participantes
variaron muy poco y en junio de 1997 se inauguró en San Antonio,
una exhibición que fortaleció en términos internos
la propuesta que había sido ensayada en el Museo, meses antes.
Si hay algo que debe ser rescatado de esta propuesta es la ausencia de
victimalismo plástico, que todavía parece ser rentable en
la circulación internacional de algunas obras chilenas. Lo que
las obras del nuevo "triángulo paradigmático"
tenían de radical, era su escepticismo, y extremo realismo, acerca
de las nuevas condiciones de habitabilidad del arte chileno.
A tres años de dicha exposición, la situación de
la plástica emergente ha modificado los ángulos del triángulo,
asegurando la hegemonía casi absoluta de lo Objetual, en una perspectiva
que abandonó la preocupación por la taxonomía para
privilegiar las artes de la disposición.
Si los artistas de Arte joven en Chile ponían su atención
en el significante tecnológico, en dependencia distante de Dittborn-Díaz,
los artistas que hoy configuran un nuevo bloque emergente ponen el énfasis
en la d(e)uda de la casa. La "casa del arte".
En el doble sentido que permite en castellano el juego de la tipografía:
de deuda y de duda, en una misma instancia.
La critica de la critica trabaja sobre la juridica de la habitabilidad
del arte. Es decir, sobre las condiciones de reproducción de las
prácticas haciendo de ello, su Lugar.
Los artistas emergentes de este período tienen dudas sobre la pertinencia
de lo que en el arte se adeuda. Dudas sobre las condiciones de respeto
a las filiaciones. Es decir: duda en la garantía de los préstamos
conceptuales y empíricos que caracterizaban el período de
dominio de los "padres totémicos".
Ante la voracidad caníbal de estos "padres", a las obras
emergentes no les quedó más que construir sus propias condiciones
de migración, renunciando a la "horda". La inteligencia
de los emergentes ha sido simplemente dejar la casa de los "padres",
proponiéndose de antemano no cumplir con las funciones bíblicas
que el conceptualismo chileno no fue capaz de superar en el período
anterior. En este sentido, postulan un "interiorismo" crítico
que toma a cargo la negociación con "lo doméstico"
de exponer. Más aún, si entre los objetos considerados,
hay, efectivamente, objetos "electro"-domésticos. Que
en verdad, son objetos que trabajan con la poética de la reconversión
de la noción de domicilio. Al respecto, la Historia con h mayúscula
sirve de fondo a las ensoñaciones del período anterior.
Esta vez, en estas obras, la historia recupera la minoría de sus
dimensiones proyectivas, para recuperar las memorias metodológicas
de "biografías-encontradas" que sirven de eje productivo;
como ocurre con el patológico paradigma clasificatorio de los indigentes
que, "urbanizan" -con una tasa mínima de habitabilidad-
los asentamientos que ocupan temporalmente. En esos indigentes, que han
accedido al grado cero de la domesticidad, los artistas emergentes indagan
las estrategias de inversión de carrera en el arte; siendo, ésta,
un modelo doméstico "tomado en serio".
O bien puede ocurrir que se apliquen a estudiar la "teoría
de las maquetas" y la función de la miniatura, para producir
un testeo paródico de la teoría levi-straussiana
del arte como "modelo reducido". O a practicar la reducción
de formatos para afirmar por antonomasia la necesidad de objetos susceptibles
de conmemoración pública. O a buscar en la conjura de las
memorias bauhausianas una plataforma de disolucion de las historias de
transferencia en el diseño nacional. O, finalmente, simular mediante
paradojales "serialidades manuales" las separaciones de color
de las cuatricromías, adecuadamente descalzadas, para producir
papeles murales que cubren una morada haciendola insoportable, imposible
de ocupar. Esto, porque algunas obras poseen un tamaño que las
hace apropiadas a un emplazamiento "público" (monumental),
y que aquí se fuerzan sin cambiar de naturaleza, a calzar en un
"privado" que obviamente no está habilitado para acogerlas.
Lo que señala una duda sobre la capacidad de las estructuras museales
actuales para acoger obras que carecen de "género".
Artes de la disposición es una categoría descriptiva
que completa la hipótesis del triángulo paradigmático
de hace dos años. No designa la existencia de un movimiento ni
de una tendencia, sino de un espacio de producciones autónomas
y transversales que buscan negociar un espacio de reconocimiento, desestimando
las garantías de rigor que caracterizaron al período anterior
en la escena plástica chilena. Una de sus manifestaciones más
precisas ha tenido lugar en el Museo de Arte Moderno de Valdivia. Bajo
la curatoría del artista Mario Navarro ,
cuya obra fuera un de las articuladoras del triángulo
mencionado, se ha presentado doméstico, muestra
que reúne a artistas, animados por el valor analítico que
ha adquirido el traslado a la escena artística, el concepto winnicottiano
de objeto transicional. Esta es la estrategia que han asumido
para desmontar la dramaticidad narrativa de las "instalaciones"
en la actual coyuntura.
POST-SCRIPTUM
La necesidad de redactar este post-scriptum se justifica por la variedad
de procedencia de los textos que he organizado para redactar este informe
sobre el estado de la critica de artes visuales en Chile. He organizado
el presente texto en cuatro puntos. Los dos primeros se refieren al trabajo
de la critica y la Escuela de Arte. Los dos segundos ponen en operación
los términos de un análisis proyectivo, apoyado en la constitución
de un nuevo frente de obras emergentes. Esto ya ha sido suficiente para
dejar en claro que la critica de que se habla aquí, desde la experiencia
de la Escuela, es la crítica considerada como una creación;
pero una creación de segundo grado [7].
En el espacio académico, esta crítica debe responder de
manera permanente a las exigencias de cientificidad que provienen de las
normas redactadas por las ciencias puras, para satisfacer las demandas
de completud de los formularios de fondos concursables. Esta crítica
de segundo grado no se amedrenta frente a las amenazas epistemológicas,
porque se sabe y se autoriza desde una práctica impura, en la medida
que no omite de su habilitación, la posición del sujeto
que la produce y la inscribe en la superficie de reparación social
en que circulan las representaciones que una universidad se hace de su
práctica académica.
Esta es la razón principal de porqué he iniciado este texto
haciendo referencia a una producción coloquial de Escuela. En efecto,
organizar coloquios es una manera de producir conocimiento, de indicar
perspectivas de trabajo, de enumerar las tareas analíticas, de
medir los esfuerzos intelectuales, de apostar a la autonomía financiera.
En este terreno, la escritura no depende de la existencia efectiva de
fondos concursables, sino del deseo de inscribir una escritura en un debate
determinado.
El coloquio de 1993 remite a una situación ejemplar, puesto que
pone en escena una ficción de Escuela, que ha logrado instalar
criterios nuevos de interpretación del campo plástico. Los
pormenores de esta actividad han sido recogidas en el primer número
de los Cuadernos de la Escuela de Arte, destinados a acoger las actas
de un segundo coloquio de investigación en artes plásticas
[8]. Allí se expone el carácter
de la política de desplazamientos y la utilidad crítica
de dicha noción, forjada a partir de los trabajos ejecutados en
el taller de Eduardo Vilches por un número determinado de artistas,
que en el período de una década serán claves en la
recomposición de fuerzas de la plástica emergente.
El segundo punto de este texto ha estado destinado a señalar las
actuales tareas de la critica. Así como en 1993 hablábamos
de una critica de historía como historia de la critica,
al experimentar una cierta derrota analítica en este cometido,
antes siquiera de resolver el primer problema, aparecen nuevas tareas:
critica de la critica e historia de la historia. Se trata, por cierto,
de una doble dimensión analítica: critica de obras y critica
de los discursos. Se trata de ver de qué manera emergen obras que
en su diagramación contienen una tasa critica que interpela las
discursividades. Tanto las discursividades puestas en circulación
dentro como fuera del ámbito universitario.
Me explico: pese a nuestros esfuerzos, la reproducción del saber
histórico de arte en Chile sigue siendo implementada de acuerdo
a parámetros metodológicos que ya han sido sometidos a una
dura crítica en el ámbito académico internacional.
La actividad crítica radical es autónoma y solo parcialmente
ha sido reconocida por las estructuras académicas. La gran producción
editorial de catálogos criticos en la escena plástica chilena,
configura una masa critica que sobrepasa la producción universitaria.
Las escuelas se sostienen sobre la base de una transacción curricular,
establecida como criterio epistemológico para mantener la estabilidad
laboral de una comunidad artístico-docente dividiva profundamente
por criterios formales excluyentes y antagónicos, pero autoconstreñida
a firmar un pacto de cordialidad minima que permita una reproducción
institucional de bajo perfil. Por cierto, la existencia de una crítica
teórica consecuente en el ámbito universitario, plantea
condiciones favorables para reperfilamientos y definiciones de trazos
programáticos más consistentes, en el terreno de la enseñanza
de historia, de estética y de plástica. Pero dichas condiciones
dependen de los efectos poiéticos que los diagramas de ciertas
obras plásticas paradigmáticas producen en las prácticas
de enseñanza y de investigación-creación. La única
manera de disolver la sordidez epìstemológica de
los medios de prensa en el terreno de los discursos sobre arte, es fortaleciendo
universitariamente la constitución de la crítica
de segundo grado, cuyas tareas he enumerado en el curso de este informe
sobre el estado de la critica de artes visuales, en la actual coyuntura
plástica chilena.
NOTAS:
[1] El trabajo de la crítica de artes visuales,
Revista Resonancias, ·4, mayo 1999, Instituto de Música,
Pontificia Universidad Católica. [volver al texto]
[2] Justo Pastor Mellado ,
La novela chilena del grabado, Ediciones Economias de Guerra, Santiago,
1995. [volver al texto]
[3] Es importante, al respecto, realizar la historia de
las bibliografías y de las inscripciones de los efectos de lectura
orgánica de ciertos textos. En los años ochenta, al menos
la primera circulación de textos de Benjamin, Kristeva, Lyotard,
Barthes y Foucault, entre otros, radicaliza las posiciones analíticas
de la critica. [volver al texto]
[4] A título de ejemplo, se debe considerar, de
partida, la aceleración critica experimentada por la aparición
de Cuerpo Correccional, de Nelly Richard ,
y Del Espacio de Acá, de Ronald Kay .
Ambas obras editadas en noviembre de 1980 y presentadas en Galerúia
SUR, en el marco de las exposiciones de obras de Carlos Leppe
y Eugenio Dittborn. [volver al texto]
[5] La política de desplazamientos es una de las
invenciones formales más consistentes de la Escuela de Arte y desarma
la interpretación histórica mediante la cual se sostiene
la continuidad institucional de su "gesto de fundación".
[volver al texto]
[6] Justo Pastor Mellado, Del triángulo paradigmático
al bloque histórico en la plástica chilena emergente, in
Arte Joven de Chile, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile,
1996. [volver al texto]
[7] Michel Ragon, Da crítica considerada como uma
creacao, in Pierre Restany, Os novos realistas, Editora Perspectiva, Sao
Paulo, 1979. [volver al texto]
[8] Justo Pastor Mellado, Estrategias de desarrollo para
la investigación en artes visuales. Cuadernos de la Escuela de
Arte, 1, Escuela de Arte, Pontificia Universidad Católica, Santiago,
1996. [volver al texto]
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