El proyecto de Luizo Vega no corresponde a una “acción de arte”, sino a una operación de comunicación. El éxito de la operación tiene directa relación con el desconocimiento documentario de los medios involucrados en el desarrollo de las artes visuales en Chile, en las últimas dos décadas.
Los medios han sido dirigidos por la agenda que les impuso Luizo Vega, con recursos bastante precarios. De lo que habría que hablar sería de esta necesidad de los medios respecto de actividades limítrofes, que los hacen husmear de cerca el desborde. La fórmula está probada: las prácticas de borde excitan, enormemente. Los medios recogen el indicio y reproducen sus proyecciones, dando lugar a una bola de nieve que se les escapa. Pero ahí está el punto: producir, bajo condiciones más o menos reguladas, un fenómeno de debe, necesariamente, escapárseles, para correr tras él. Luizo Vega tiene que haber aprendido como funciona esta mecánica del academismo under bonaerense, porque esa manera de inscribirse en el showbizz ha resultado ser una plataforma de acumulación y de reconocimiento inmejorable. Y los medios chilenos no analizaron la oportunidad, más bien, el efímero y des-lúcido oportunismo de Luizo Vega, al introducir un “paquete chileno”1 en este propio medio, entre la experiencia de Tulnik con sus fotos de desnudos en Buenos Aires y el proyecto de hacerlo en Santiago, en la explanada del Museo de Arte Contemporáneo. Lo que ha hecho el tipo es colarse en la hendidura que le ha proporcionado la inflación de espectativas, usando en su provecho la dinámica inscriptiva ya iniciada por el proyecto de Tulnik.
La “acción de arte” no es tal, sino tan solo una operación de imagen promocional del propio Luizo Vega. El sabe, todos saben que una iniciativa apenas irruptora, desencadena una serie de consecuencias que pasan a convertirse en fenómenos de alta rentabilidad simbólica. Quien sale peor parada en este juego es la clase política: ante semejante papa caliente entre las manos recurre a argumentos “de Estado”: minoría de edad de la chica involucrada.
Entonces, aparece la línea de reportajes a su vida escolar y familiar. Los medios acuden al Liceo Cervantes, para entrevistar a la inspectora general, que en su cargo de directora subrogante, entrega informaciones sobre comportamiento y notas. Resulta recomendable a la chica en cuestión, presentar un recurso de amparo ante semejante violación de su carpeta escolar. Si bien el contenido no la dejaba mal parada, la inspectora cometió el abuso de poder que consiste en exponerla de modo superlativo, análogo al modo de exhibición de su corporalidad en el proyecto de Luizo Vega. Y además, amenazarla en cámara: si no viene al colegio le cancelaremos la matrícula. Es evidente: la chica hace dos semanas que no asiste. Está en “otra”. Imagino, después de esta experiencia, lo que podría ser la clase de artes plásticas.
Ahora bien: el recurso de protección del SENAME es de antología. Ciertamente, está en su jurisdicción haberlo planteado. Pero deja en evidencia el hecho de que la sociedad chilena por entero, respecto a la insubordinación de las prácticas visuales, está permanentemente sometida a lo que llamaré “instancia Sename”.
¿En qué consiste la “instancia Sename”? Consiste en declarar, por extensión, al espacio público, como espacio en situación irregular. Por lo tanto, que debe ser protegido. Y la irregularidad está determinada, simplemente, por una cuestión de límite de edad, al mismo tiempo que en el parlamento se propone legislar para rebajar el límite de responsabilidad penal de los jóvenes. Todo esto es, en suma, una pura “leguleyada”.
La “instancia Sename” es extensible a otras manifestaciones y opera como una amenaza constante, bajo la consideración de que los públicos deben ser protegidos del abuso … de los artistas. Y eso es grave. En este sentido, Luizo Vega le hace un caro favor al espacio artístico, porque expone unos problemas en un modo que favorece siempre, a los encargados de “senamizar” los debates.
Nota 1: “Paquete chileno” es un vocablo en uso en varios países de sudamérica. Consiste en la simulación de un fajo de billetes, que en realidad está confeccionado de cortes de papel de diario, teniéndo billetes reales solo para dar la apriencia de que se trata de un fajo real. Es usado en operaciones de fraude.
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