He sostenido que existe un público específico de arte que carece de humor. Todo análisis acerca de un texto o situación en la que se ha tramado la acción de un agente cultural es leída como una ofensa personal.
Si me refiero a la actividad del MAC y de su director, los cercanos a dicha institución buscarán los motivos que tendría para comentar adversamente sus sacrificadas tentativas por sacar adelante el proyecto del museo. Y de partida, ante semejantes observaciones no puedo sino sucumbir a “mi carácter”, según el chiste del escorpión que iba sentado en el lomo del sapo para cruzar el charco. Dicho museo: ¿tiene proyecto? Si la programación procede de las determinaciones de los aparatos culturales de diversas embajadas, ciertamente, tiene un proyecto. de las embajadas. Si la programación procede, en cambio, del aporte de los privados, también tiene proyecto. ¿Pero de quien?.
Me dirán: tenemos un proyecto curatorial de recuperación del acervo del museo. Responderé: casi para satisfacerse en el convencimiento de que se trata de un museo universitario.
Por debajo dirán: es un profesor de la Católica que habla en contra de la Chile. No habría que introducir dicho argumento, porque habilita la extorsión académica para controlar la crítica sobre el espacio artístico. De ese modo, no se podría comentar, siquiera, la producción de arte de “ciertos colegas”.
Regreso al MAC. Entonces, cuando Brugnoli fue nombrado director, Cecilia Valdés Urrutia, en El Mercurio, publicó un artículo que sugiero sea releído a la luz del premio que a éste le acaba de ser atribuído por la Sociedad de Amigos del Arte: Premio a la Gestión Cultural. Yo no busco; encuentro.
No es mi intención sobre-interpretar el artículo de Cecilia Valdés, pero finalmente, ella lo escribió, en un momento de cambio de dirección, para saludar por posición la actividad del equipo de dirección anterior, sin haber indagado siquiera un momento en las razones que motivaron en rectoría la realización de dicho reemplazo. Pero lo más decisivo, en ese texto, que -repito- habría que republicar, era la referencia a la amenaza fantasmal que el arribo de Brugnoli significaba. Hablando claro, se trataba del fantasma de la marxistización del espacio.
El premio de Amigos del Arte a Brugnoli puede ser leído como un desmentido que el tiempo le ha hecho a Cecilia Valdés. Incluso, podría esperarse una explicación de su parte. ¿Pero por qué? Nada de eso.
Al contrario. Hoy día se puede releer dicho texto como la demarcación que ciertas instancias decisorias, para no tener que escribir “poderes fácticos”, le hubiesen señalado, en cuanto a cumplir , en un plazo mediano, con un programa visible de desmarxistización efectiva de la memoria del lugar. Es decir, que Brugnoli habría cumplido efectivamente, eficazmente, la misión que dichos grupos le habrían “inconcientemente” encomendado. ¿Qué de grave hay en sostener esta hipótesis? .
Lo grave es que el MAC es un indicio edificatorio de la memoria de la Facultad, que fuera la articuladora del espacio plástico chileno entre 1932 y 1973. El premio de Amigos del Arte vendría a celebrar la des-plebeyización del lugar. Lo que había que sepultar, era el espectro determinante de ESA Facultad, en la historia de Chile. En la historia de la Universidad de Chile, como institución de todos. los chilenos.
Curioso: esto sólo ha sido posible bajo ciertas condiciones de legitimación de la ruinificación del lugar.
Agosto 2002