Ya lleva dos semanas la exposición montada, ¿y qué? Resulta complicada la operación de saturación museal que invade al MAC. Especie de angustia de la colectivación constante y progresiva de exposiciones,
como si el dispositivo estuviera pensado para compensar el maltrato de la institución “arte-chileno”, reforzada por la operación comparativa de castigo que significa montar, junto a la Transvanguardia italiana, después del discurso de Brugnoli al respecto, una muestra de fotografía chilena. O sea. Se ingresa al MAC para ser interpelado por los rostros de detenidos-desaparecidos. Pero lo que no entienden en el MAC es que dicha inflación de la saturación conmemorativa se hace cómplice de la cancelación pactada del problema. Lo que buscan, en términos directos, es convertir la muestra fotográfica en antesala de la muestra de la Transvanguardia italiana. Y como el esquema de Brugnoli no ha variado desde su discurso de mediados de los 80´s, entonces el MAC viene a exponer la inquietante muestra de poder de un prejuicio historiográfico que puede tener efectos éticos graves.
Ahora, es preciso sostener hoy día –más allá de esta exposición- que no se ha pensado la historia del arte chileno como un efecto complejo de suscripción institucional a revistas internacionales de arte, realizada por las bibliotecas universitarias en la década del 80. ¿A qué estaba suscrita la biblioteca de la Escuela de Arte (PUC)? ¿A qué estaba suscrita la biblioteca de la Escuela de Arte de la Universidad de Chile? ¿Cuánto duraban los números? ¿Quienes se las robaban? ¿A cuántas se le arrancaban las páginas? Hablo de la dictadura plena, cuando todavía no existía el boom de las escuelas de arte. Finalmente, solo se sabe que la compra era, también, individual. La lucha de clases a nivel de enseñanza pasaba por quien estaba suscrito a Flash Art, Art in America, Art Press, Art Forum, etc., y quienes no tenían poder de suscripción.
Probablemente, la falta de poder de suscripción institucional de “la Chile” reproducía una ignorancia ambiental en el seno de la cual los cursos de Couve resultaban “brillantes”. En la Católica, el poder de suscripción no se traducía necesariamente en una política de lectura consecuente. La escolarización estructural de su sistema de enseñanza de historia es suficiente prueba. Resulta curioso, por lo menos, que en el curso de más de treinta años de docencia, algún reconocido historiador no haya querido organizar una enseñanza de teoría a la altura de las exigencias que el campo de historia le había exigido. Hoy día ya es tarde.
El asunto no deja de tener una gran perspectiva asociativa. Las clases de “renacimiento” de Couve coinciden con el desarrollo inicial de la diversidad pictórica neo-expresionista chilena. ¿No se podría pensar que el desarrollo de esta última no haya sido una respuesta al aparato de castración (in)formativa de Couve, cuando dominaba el decano Pedro Félix de Aguirre? Pero eso significaría que la pintura neo-expresionista sería una respuesta no-partidaria al fascismo de la enseñanza, representado principalmente por quienes se sabe. ¿O no? ¿Acaso la militante defensa que hace Opazo de Díaz en el Jurado del Premio Nacional no se podría leer, entre otras cosas, como un blanqueo de su compromiso con el decano ya mencionado? ¡Por favor! ¡No me hablen de estética! Esto es pura política de sobrevivencia administrativa. Y Couve no estaba lejos de esa filigrana fascistizante. Desearía que alguien me lo desmintiera. Pero de ahí a querer definir la emergencia del neoexpresionismo como extensión de la “sensibilidad” de la dictadura, es no solo un contrasentido histórico, sino una acto de mala fe.
Ahí estaba la lucha de clases en la enseñanza, distribuida por el brillo del papel couché de la revista Flash Art. No recuerdo la edición. Cuando en esa época frecuentaba a Díaz, leíamos Flash Art. Pero apenas, a Bonito Oliva, sino más bien a Tomasso Trini. Después vendría el regreso de Smythe en el 85, trayendo los textos de presentaciones de catálogos que le había escrito Delogu. No se ha estudiado la estrecha relación que tuvo Smythe con poetas visivos italianos. Pero eso corresponde a los 80-85 de Smythe en la Florencia en cuyo marco acoge a Díaz, en el 81. La formación de la “generación 80” antecede a los años 80´s. El caso es que no recuerdo la edición, pero nos detuvimos frente a una foto de Mulheimer Freiheit; foto de expresionistas alemanes publicados en una edición de 1984, entre los que se encontraba Dokoupil. La hipótesis de Frigerio funciona, parcialmente, de que no eran los italianos los decisivos sino los alemanes. Pero en el 80, ¿donde estaba Tacla? ¿Pintando qué? Unos pollos acidulados al borde de una piscina a medio llenar de pintura, que delata el pre-chorreo como estrategia representacional. Pero el pre-chorreo de Tacla, de Frigerio, de Benmayor, en los pre-80´s, no tiene absolutamente nada que ver con el chorreo de Bororo del premio de la Bienal de Valparaíso. Hay que tomar en consideración, para un trabajo de historia con un mínimo de recursos, el viaje de Tacla, Benmayor, Frigerio, a Nueva York. Pero sobre todo, el regreso de Benmayor. ¿Cuál estaría siendo el problema? Que la teoría de la mala fe no puede pasar por encima de los porfiados hechos. Este es un recurso literario del discurso comunista: los porfiados hechos. Es efectivo que los porfiados hechos que organizan el neoexpresionismo chileno constituyen una trama un poco más compleja que los efectos de mala fe reconstructiva de la historia presente, que se valida en el retoque forzado de la historia de hace más de dos décadas.
Octubre 2003.