En Buenos Aires, el jueves 11 de diciembre recién pasado se entregaron los galardones del Séptimo Premio Fundación Telefónica a la Investigación en Historia de las Artes Plásticas, organizado por el Fondo de Investigación de Arte Argentino (FIAAR) y Fundación Espigas.
La convocatoria en torno a las interrelaciones entre el arte argentino y el arte latinoamericano del siglo XX había sido lanzada a fines del 2002 y los trabajos fueron presentados en junio de este año, El jurado formado por Maricarmen Ramírez, directora del ICAA (Instituto para el Arte Contemporáneo de las Américas) del Museo de Bellas Artes de Houston (Texas); Marcelo E. Pacheco, curador general del Museo de Arete Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), y quien escribe, iniciamos la lectura y el estudio de catorce ensayos, de entre 70 y 200 páginas.
De partida, es un privilegio acceder a un panorama de la producción crítica argentina emergente. El número de ensayos y la temática planteada permite comprender las bases de sustentabilidad de los trabajos, entre los cuales había algunos que correspondían a avances efectivos de tesis doctorales. Esto señala, de manera muy simple, que en la Argentina existe, en historia del arte contemporáneo, un espacio universitario consistente. (Y no solo en arte contemporáneo). El punto que se verifica tiene que ver con la calidad de doctorados existentes y en curso, así como una política de invitaciones a historiadores extranjeros, habilitadas por apoyos financieros y académicos de fundaciones de diverso origen. Resulta obvio para un conocedor de la escena argentina, que estoy hablando de la UBA. Porque el polo universitario es uno de los tres factores que proporcionan sustentabilidad a la producción crítica.
Los otros dos polos que debo mencionar son la existencia del MALBA y Fundación Espigas.; o sea, la musealidad y la documentalidad. En fin: una cierta musealidad, que se ha caracterizado por instalar un criterio curatorial que ha interpelado, en más de una medida, el trabajo universitario. Porque aquí se plantea un problema que para nosotros resulta ejemplar; a saber, el peso que ha tenido el coleccionismo en la re-escritura de la historia. A veces, haciendo sentir un peso que ha pretendido forzar algunas interpretaciones, afectando el redimensionamiento de algunos artistas históricos. Pero sobre todo, permitiendo el reconocimiento de bloques de obra cuya conservación las ha convertido en fuentes primeras de un valor incalculable, en la medida que dichas obras pudieron acceder a un discurso de posteridad que las hizo inscriptibles en un relato.
En concreto, el arte argentino contemporáneo ha producido una consistente “novela de origen”. Ello no hubiera sido posible sin la dimensión que ha llegado a adquirir la producción de exposiciones. Ello ha implicado poner en pie unas condiciones de montaje, pero sobre todo, unos guiones curatoriales que transformaron la visibilidad de los propios artistas históricos. En otro momento debiéramos hablar de esas exposiciones. Será preciso mencionar que en estos mismos instantes, coinciden en Buenos Aires una retrospectiva de Liliana Porter en Recoleta, una retrospectiva de Jorge de la Vega y una monográfica de De la Vega / Berni en el MALBA. Baste, por ahora, señalar que el trabajo curatorial de Marcelo E. Pacheco, ya antes de llegar al MALBA, había colaborado de manera decisiva a abrir dicho campo.
Queda por mencionar la documentalidad, representada en este caso por Fundación Espigas, que cumple una década de trabajo destinada a la producción de archivo. Es decir, a la producción de fuentes accesibles al trabajo de historia, concentrando su tarea en arte argentino contemporáneo y sus relaciones con el arte latinoamericano.
En resumen: solo ha podido constituirse una masa crítica emergente porque ha tenido, particularmente en ésta última década, la posibilidad de sustentarse en la articulación de estos tres factores: curatoría, investigación universitaria y politica de archivo. La inteligencia de Fundación Telefónica (Argentina), en este contexto, ha sido la de recuperar y sancionar, con su apoyo financiero, una actividad de infraestructura; es decir, de apoyo básico al desarrollo de la investigación en historia del arte.
Diciembre 2003.