La Fundación Allende se propone secuestrar la colección del Museo Salvador Allende (2).

La Fundación Allende ha adquirido una casa en calle República donde pretende trasladar sus actividades. En este barrio universitario se ha propuesto abrir una especie de centro cultural.

Cuando una Fundación no ha sabido instalarse como referente para la producción de la memoria histórica y política de Salvador Allende, entonces le queda dedicarse al espectáculo de bajo perfil y disputarse un lugar como “peña”. Resulta lamentable que una institución de esta naturaleza termine de esta manera. Es un decir: ¿cómo se puede terminar algo que jamás ha sido comenzado? La Fundación Allende, ¿ha comenzado algo? Lo grave es que en su ineptitud acarrea al Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

He planteado desde éstas páginas la necesidad de liberar al Museo de la Fundación. La palabra es exacta: liberar. El Museo no podrá jamás desarrollarse como tal si permanece bajo el alero de una institución que, siendo parásita, sin embargo se da a conocer públicamente como anfitriona. El único capital simbólico y material de que dispone es la colección del Museo. Si se libera la colección, la Fundación debe trabajar de veras para producir su necesidad como institución. Pero ese Es un asunto que no me corresponde tratar. Lo que me importa es insistir ante las autoridades sobre la necesidad de liberar la colección, con el propósito de salvaguardar su existencia y asegurar su desarrollo. Una colección tan especial como ésta, no se desarrolla solo acrecentando su acervo, sino concluyendo su catalogación y formulando políticas de puesta en valor de sus piezas emblemáticas.


Sin embargo, las autoridades parecen no haber tomado conciencia acerca de las implicancias políticas y éticas que puede alcanzar este asunto. Tan solo pensar en la premura con que se anuncia por la prensa el abandono del edificio de la calle Herrera, con argumentos banales acerca de supuesto mal estado del edificio, o bien, de la inutilidad de invertir en reformas en un edificio del que no se es propietario, etc. La Fundación debiera saber que un museo no se define por su edificio sino por la calidad de su colección. La propia existencia del Museo Allende Es una prueba. Durante años, su colección estuvo guardada en depósitos franceses y españoles, a la espera de poder ingresar las obras a Chile. El museo existía por la voluntad de quienes lo garantizaban, como depositarios y responsables de su mantenimiento en condiciones de excepción.


La propia Fundación ha sido inoperante al no haber consolidado en el edificio de la calle Herrera las condiciones para su mantenimiento como institución. La Fundación sabe que puede secuestrar la colección, escudándose en una hipótesis de derecha que resulta muy conveniente para la ocasión. Esta hipótesis consiste en sostener que la iniciativa del museo fue el asunto de un gobierno, de una familia, de una sub-cultura política; que no es un asunto de Estado. Cuando en verdad, la colección pertenece a Bienes Nacionales. O sea, es del Estado de Chile. Pero, a lo largo de una década, lo que se constituyó como “patrimonio del pueblo de Chile” se ha ido convertiendo, en los hechos, en el patrimonio de una familia. ¡Curioso fenómeno de privatización de una colección!. Para legitimar la nueva condición, la Fundación trabaja en medio de una desidia impresionante, porque esa es la única manera que tiene de validar la supuesta no disposición del Estado para hacerse responsable de la colección.


Inconscientemente, la Fundación trabajó esta hipótesis desde un comienzo, restándole al Estado la responsabilidad que le cabía. El propio gobierno de Aylwin, preocupado en dar garantías de gobernabilidad, no trabajó en la profundización de la idea de que esa colección era responsabilidad del Estado. En esa fisura política, la familia supo extorsionar al recién instalado gobierno, para hacerse de un capital que, en sentido estricto, no le correspondía reclamar, ya que no formaba parte del patrimonio personal del presidente Allende.


El propio presidente no fue más que un intermediario, un vector político, cuya figura encarnó una idea precisa de la solidaridad de los artistas del mundo con un proceso político y a través de éste, con el “pueblo de Chile”. La política de la Fundación ha sido la siguiente: desde un comienzo puso en duda la expansión del concepto “pueblo de Chile”, con el propósito explícito de despojar “al pueblo de Chile”, de este patrimonio.


Resulta sorprendente que autoridades competentes del actual gobierno, en completo desconocimiento de la historia de formación del museo, imaginen fórmulas jurídicas destinadas a fortalecer las condiciones del secuestro de la colección por parte de la Fundación.


En relación a la gravedad de lo que se viene, resulta de una irresponsabilidad política de proporciones no atender este problema con la urgencia y el rigor que merece. Es necesario realizar una investigación sobre el manejo de la colección. No puede ser posible que la autoridad no tome cartas en este asunto. Esto ya está dejando de ser una bomba de tiempo. Ya ha comenzado a estallar. Se acrecienta el número de artistas chilenos que están dispuestos a retirar sus obras. Eso sería un grave precedente en relación a la actitud que podrían tomar otros artistas internacionales.


De hecho, me permito hacer las siguientes preguntas: ¿Cuál es el monto de la inversión que destinará la Fundación para habilitar la permanencia de la colección en las nuevas instalaciones de la calle República? ? Previo a eso, ¿a quien le compra la casa? ¿Con qué patrimonio?


Y luego, es de suponer que en esas nuevas dependencias, no será posible exponer las obras. El recinto parece ser extraordinariamente menor que el actual edificio de la calle Herrera. Eso quiere decir que la colección del Museo de la Solidaridad Salvador Allende no estará en condiciones de ser expuesto a la comunidad. Ni siquiera en las condiciones de una selección. Esto reviste una gravedad cuya dimensión parece no ser advertida por las autoridades.


 


Agosto 2004.

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