El Museo de la Solidaridad se fundó en el marco de la Operación Verdad, durante el gobierno de la Unidad Popular. La responsabilidad de organizar la exposición de la primera recolección de obras le cupo a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile.
Cuando ocurre el golpe militar, las obras de esa primera recolección son guardadas en el Museo de Arte Contemporáneo. En el exterior, quienes habían organizado la primera exposición se dan como tarea iniciar una segunda etapa de recolección. Estos eran artistas y críticos que habían pertenecido a la Facultad, que habían sido exonerados y que se habían exilado, principalmente en Francia. Ellos pusieron su prestigio y credibilidad al servicio de esta tarea. Es así como los artistas franceses, españoles y suecos lograron que en cada uno de sus países, algunas instituciones habilitaran espacios especiales para guardar las obras, a la espera de que el restablecimiento de la democracia en Chile permitiera el ingreso de la segunda recolección de obras.
Fue lo que ocurrió. Solo en ese momento aparece la Fundación, como una solución orgánica que hiciera posible el ingreso legal de las obras al país. Estas se unieron a las que ya estaban en Chile, en el Museo de Arte Contemporáneo. Entonces, el Museo de la Solidaridad Salvador Allende expuso una selección de esta colección en el Museo Nacional de Bellas Artes. Fue una exposición histórica que sancionaba el “regreso a casa” de esas obras.
En verdad, no se trataba de un regreso en sentido estricto, sino un ingreso en forma y una reunión de dos conjuntos de obras que habían permanecido separadas. Esto parece ser una anécdota, pero resulta clave para comprender el destino de la colección y el rol que entra a jugar en ese momento la Fundación. Habrá que hacer recordar que la propia Universidad de Chile intenta, en 1990, retener las obras que habían quedado a su “cuidado” durante la dictadura, esgrimiendo el argumento de que siendo la Facultad de Bellas Artes la institución que había permitido el ingreso de la primera recolección, le asistía reclamar derechos de “propiedad” sobre las obras.
Sin embargo, en el primer procedimiento de ingreso de la obras, la Universidad de Chile solo actuó como intermediario. En la coyuntura de 1972, la Facultad era la institución que debía facilitar la realización de la primera exposición. Pero ello no significaba en caso alguno derechos de propiedad sobre ésta. Sin embargo, como las obras pasaron diecisiete años en “custodia” en el MAC, la Universidad de Chile pretendió convertir esa “custodia” en patrimonio. Este fue un argumento que en 1990 no prosperó y las obras en “custodia” tuvieron que ser remitidas al Museo de la Solidaridad Salvador Allende. La Facultad de 1990 no era la Facultad de 1972. No solo no tenía el mismo peso, sino que la de 1990 ya no podía sostenerse como heredera de la de 1972.
Pequeño dato: nunca ha sido explicado por qué, ni José Balmes ni Gracia Barrios jamás fueron re-incorporados a la Facultad de Bellas Artes. El hecho que la recolección y primera exposición del Museo Allende fuese realizada por la Facultad de 1972 se explica porque José Balmes era su decano y podía dar garantías institucionales para que una iniciativa de esta envergadura fuese abordada. La universidad no hacía más que cumplir con una tarea que le había encomendado el Ejecutivo. Esto no era excepcional. El Estado le había ya encomendado a la misma universidad la responsabilidad de definir, por ejemplo, los envíos de arte chileno al exterior. Era evidente que la única institución habilitada en Chile para la recepción de obras de un museo en formación era la Facultad. ¡Pero la Facultad de 1972!
Pero ya no sería el caso de la Facultad de 1990. Resulta curioso constatar cómo dicha universidad, en 1990, en el fondo reclama un “botín”, al tiempo que excluye de la reparación a quien había sido el decano que había hecho posible el compromiso de la Facultad con la primera recolección de obras del museo.
Es en ese momento que la Fundación Allende entra a tallar y obtiene de parte del gobierno del presidente Aylwin, el cuidado de las obras. Pero se trata, efectivamente, de hacerse cargo de la guarda de las obras en la estructura del Museo. Aquí las cosas comienzan a confundirse, al punto que no le queda claro a la comunidad artística el estatuto bajo el cual esas obras son institucionalmente acogidas.
De todos modos, en el caso de las dos campañas de recolección de obras, está comprometida la misma gente, que puso a disposición de esta iniciativa, su prestigio artístico y político. El Museo de la Solidaridad cambió de nombre. En el exilio pasó a llamarse Museo de la Resistencia. Luego de la reunión de las obras obtenidas en las campañas de recolección ya referidas, tomó el nombre de Museo de la Solidaridad Salvador Allende. En todo este proceso, la Fundación aparece como una entidad más bien “pegada” al Museo. Jamás exhibió pertinencia alguna sobre lo que significa sostener, en forma, un museo. Más bien, depende del Museo para hacerse reconocer como institución. No se le conoce actividad pública, como se podría esperar, a favor de la producción de la memoria política del presidente Allende. Más que nada opera como grupo de influencia al interior de la “cultura socialista”; cuestión sobre cuya legitimidad no cabe pronunciamiento.
Sin embargo, cabe todo el derecho a la comunidad artística para solicitar a las autoridades que corresponda, la liberación de la colección del Museo de la Solidaridad Salvador Allende, que está siendo objeto de secuestro por parte de la Fundación Salvador Allende.
Agosto 2004.