Las Nuevas Bases del Arte Chileno.

Las galerías del “extremo centro” de la Capital han abierto sus procesos de postulación de proyectos para exposiciones en el 2005. Esto deja en evidencia, no sólo, la existencia de un “arte de maquetas” (arte de proyectos), sino la persistencia de un “arte de formulario”.

No sabría decir si el primero condiciona el segundo, o si, en verdad, hay arte de maquetas porque primero se instaló el predominio del formulario. Es decir, del ajuste a unas bases. Con ello, el desarrollo del arte chileno se ha subordinado a los reglamentos. Es la herencia del acomodo de la cultura socialista de la Renovación. Durante la dictadura aprendieron –quienes nos gobiernan- a subordinar todo estudio de campo a una estrategia de completación de formulario. Todo formulario definía el límite de lo financiable. El conocimiento se hizo evidente: solo se conoce lo que está financiado; solo se financia aquello que calza con el patrón de desarrollo de los financiadores. El ABC de la teoría de las audiencias, según el criterio que se maneja actualmente en la presidencia del Consejo Nacional de Cultura. La gobernabilidad es un efecto de formulario administrado por la escena de las “ciencias sociales” (chilenas).

Allí perdieron los que “hacían trabajo de base”. O sea, los que fueron desplazados por quienes llegaron, en la mitad de la dictadura, con la marraqueta debajo del brazo y ocuparon el “techo público” que había disponible. Los militantes que habían invertido en el “trabajo de base” para reorganizar el tejido partidario no entendieron que la naturaleza del “trabajo de base” había experimentado severos cambios. El “trabajo de base” se había convertido en “trabajo de relleno de las bases”. Lo que allí ocurrió fue un deslizamiento del sentido de las palabras. Hoy vivimos bajo el imperio de unas palabras cuyo sentido “originario” ya se ha perdido.


Al abrigo de lo anteriormente mencionado, se instaló en el espacio discursivo de las “ciencias administrativas”, un nuevo chiste programático. Ahora, cada vez que se diga “fondart”, en “el fondo”, se debe pensar en francés. Esto viene del hecho que mucha gente del Mineduc y del Consejo estudió en Lovaina. No es el francés de Vincennes sino el de Louvain-la-Neuve el que ha generado las mayores transformaciones del léxico intra-gubernamental. De ahí que deba leerse como “Fond d´art (fondo de arte), relativo a los “bajos fondos” del Arte.


El arte chileno no podía salir inmune de esta “bajeza”; vale decir, de la unificación por lo bajo de los efectos ilustrativos de un arte que siempre aspiró a la “fondarización”. Desde ya, las bases míticas de la “fondarización” hay que buscarlas en la incorporación de la enseñanza superior de arte a la universidad. De ahí que la universidad no haya sido lugar de la vanguardia, sino de la resistencia a la vanguardia. Salvo en el momento en que se instala el discurso y la práctica del Grupo Signo. Su efecto, en la universidad, dura apenas una década. Hasta la UP.


La UP es un momento culminante de la ilustración de la historia. Lo que la dirigencia de izquierda pide es sólo ilustración del programa. El presidente Lagos no lo hace mejor que eso. Hasta Neruda cumple con el requisito de la época, escribiendo “Introducción al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena”. Pensó que podía hacerlo porque tenía Obra. ¿Y los que no la tenían? Debían hacer obra, del programa, porque un “espíritu colectivo” penalizaba las prácticas artísticas. De eso nunca se ha hablado. Del reduccionismo artístico-político de esos años.


Una situación similar ocurre con la gente de “educación” y otras reparticiones, al comienzo de los años Noventa, cuando pretendían convertir al Fondart en una extensión del Fosis.


La culpabilización es una estrategia que rinde dividendos en un país que negocia la victimalidad. De ahí que la “fondarización” se inscribiera en el deseo evolutivo del funcionario que entendía el arte no ya como anticipación, sino como retaguardia hospitalaria.


Dificultades similares tuvo la constitución de la Comisión Nemesio Antúnez. El presidente Lagos, en ese entonces ministro de Obras Públicas, descubrió la rentabilidad simbólica de una ley que existía desde fines de los años Sesenta pero que carecía de articulado. Literalmente, la articuló como generador de recursos para concursos de arte público. Pero primó, en los propios artistas, el factor GENERADOR DE RECURSOS por sobre el vector ARTE PÚBLICO.


¿No es una desgracia?


 


Septiembre 2004.

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