El Peor negocio de Isabel Allende (1).

La entrevista a Isabel Allende aparecida en El Mercurio del 19 de diciembre habrá sido su peor negocio. Frente a los hechos consumados, a los ciudadanos nos queda la defensa del análisis. Ya estamos acostumbrados a este tipo de golpes en el plano cultural.



En cultura, vivimos bajo un estado de excepción discursiva, analítica, administrativa, en provecho de la validación de un programa de subordinación a la espectacularización. La iniciativa de Isabel Allende y su familia siguen las normas de lo que ya se conoce como implementación de bajo perfil de un nepotismo blando, que opera mediante la explotación sustentable de una extorsión simbólica que, ligada al Nombre Allende, todavía rinde sus frutos .


De otra manera no se explica el apoyo financiero del Estado francés para desarrollar el nuevo proyecto. No se conoce ningún estudio riguroso acerca de la factibilidad de este proyecto, pero sobre todo, de su necesidad. Más aún, si se toma en cuenta la producción de conocimiento francesa en torno a la producción y manejo de nuevas instituciones culturales.


Al respecto, solo planteo una pregunta: ¿existe un plan de manejo del nuevo Centro Cultural? ¿Cómo resulta posible que el Estado francés invierta el dinero de sus contribuyentes en un proyecto que no ha sido, siquiera, discutido con la comunidad artística directamente comprometida? De seguro, en Francia existe una meridiana claridad sobre la especificidad de un Memorial, de un Centro Cultural, de un Museo Anómalo. Entonces, vaya nuestra pregunta a los responsables políticos franceses. Finalmente, son ellos quienes deciden cómo gastan su dinero.


Así como también, vaya nuestra pregunta a los representantes políticos españoles, que invirtieron sumas apreciables para poner en condiciones el actual emplazamiento del museo. ¿Con que cara se les dirá hoy día a los valencianos, por ejemplo, que aquello para lo cual se les pidió dinero, resulta que no tenía destino? ¿Habían hecho mal los estudios?


La entrevista de Isabel Allende permite, al menos, conocer su palabra. La satisfacción, la autocomplacencia con que expresa su posición, sabiendo que no posee razones, sino que tan solo dispone de un capital político que la autoriza a operar con la impunidad expresada, nos señalan que vivimos en un país en que se encubre voluntariosamente el debate público sobre cuestiones elementales.


¿Por qué sostengo que no posee razones? Sus propias palabras dan cuenta de la fragilidad de su proyecto. A lo largo de más de una década, ha dirigido una Fundación destinada, se supone, “a manejar el legado político” de Allende. De otro modo, ¿cuál sería su justificación? Dejémoslo así: tienen derecho, el partido socialista, la familia, a explotar el Nombre. Hay que preguntarse, entonces: ¿qué ha hecho, como actividad contundente, la Fundación, en relación a este objetivo?


¿Algún coloquio? ¿Alguna edición? ¿Algún proyecto de archivo? ¿Alguna iniciativa para desarrollar un centro de documentación? Y dicho centro, ¿qué recolectaría? ¿Los discursos? ¿Las fotos? ¿La literatura crítica sobre su trayectoria política? ¿La literatura crítica sobre la Unidad Popular? ¿Alguna estrategia de investigación sobre su pensamiento político? La Fundación, ¿sostiene programas de becas para sostener estudios sobre aspectos insuficientemente conocidos de la trayectoria de Allende?


En fin: como a cualquier Fundación que lleve el nombre de un “icono” político, se le pide que exhiba su programación a lo largo de estos años. Estamos a la espera. Pero también, podemos aprovechar para que Isabel Allende explique con qué presupuesto funciona, la Fundación, y el Museo. Y si es posible conducir un plan de desarrollo, diferenciado, como Museo y como Fundación, con ese presupuesto.


De ahí que de sus palabras surjan otras preguntas, que a estas alturas, tendrán que ayudarle a responder sus actuales apoyos políticos y financieros, a juzgar por la envergadura de la “consumación de los hechos”.


La ciudadanía debe saber que en la medida que se ha demostrado no tener una gestión exitosa como Fundación, no hay garantía alguna para que bajo la nueva figura legal pueda, en efecto, cumplir con lo que sostiene. Si la gestión de un museo le ha quedado grande, me pregunto cómo va a combinar la producción de programación de un Centro Cultural y el montaje conceptual de un Memorial Allende.


 


Diciembre 2004.

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