La Historia de la Enseñanza Superior de Arte como Relato de Purgas Académicas.

Mientras en otras escenas plásticas los artistas se convierten en agentes de inscripción y transferencia, en Chile destinan sus energías a realizar reformas curriculares. Esta es una costumbre que se instala desde fines de la década de los Veinte, cuando se realiza la primera reforma del plan de estudios de la Academia de Pintura que la convierte en Escuela de Bellas Artes. Esta es la escuela que cierra el ministro Ramírez en el marco de la “contrarreforma” educacional de 1929. Este fue el cierre que ha sido saludado como un gesto de modernismo por historiadores desatentos. En verdad, el ministro Ramírez envió a un grupo de alumnos y profesores a Europa, para que estudiaran artes aplicadas y regresaran al país a colaborar con el desarrollo de la industria nacional. El marco de dicha decisión era de un nacionalismo autoritario de carácter antioligarca que le atribuía a las “bellas artes” una dependencia simbólica con un mundo aristocrático y ruralizante. No Es un gesto que favorece el advenimiento del arte moderno, sino un acto de resistencia formal a la influencia de las vanguardias históricas.

 


Sin embargo, mientras los artistas viajeros están fuera, cae la dictadura de Ibáñez y, antiguos estudiantes y algunos artistas que no pertenecían a la histórica escuela cerrada, se toman sus locales, restituyendo su continuidad. Entre quienes se toman los locales se encuentra Hernán Gazmuri, que ya había estado en Francia por sus propios medios y había asistido a la Academia de André Lhote. Era el único artista que había tenido contacto directo con una enseñanza cubista de segundo orden. Cae Ibáñez y se reorganiza la enseñanza superior de arte, de tal modo, que la Escuela de Bellas Artes es “re-fundada” y pasa a formar parte de la Universidad de Chile. Cuando regresan los viajeros se plantea un problema: ellos llegan a formar la Escuela de Artes Aplicadas. Son los derrotados que los envían a unos viejos locales a la calle Arturo Prat cerca de Avenida Matta. Desde allí se crea ese doble standard: Artes Aplicadas y Bellas Artes.


 



Desde un comienzo, la existencia de la Escuela de Bellas Artes en el régimen universitario está marcada por las reformas de planes de estudio. Nacida de una reforma, se convertirá en motor de reformas, cada vez que hubiera que modificar la planta de profesores. De este modo, Gazmuri, que se había ganado la animadversión de sus colegas, es excluido de la escuela. De la noche a la mañana se modifica el plan de estudios y ya no hay cursos para él. No se justifica su permanencia. Este modelo se pondrá en función y tendrá una duración efectiva de ¡setenta años! La innovación y la reforma serán dispositivos de ejecución de “purgas” académicas, hasta el día de hoy. En esto han invertido su energía los profesores de arte de la enseñanza superior.


 


En 1945, los directivos de la escuela se ufanan de haber triunfado en su tarea de haber mantenido a raya al modernismo “a outrance” y al muralismo comunista. Se instala la hegemonía del paisajismo postimpresionista, por decir lo menos. Pero en 1965, los reformistas cosmopolitas desplazan a su vez, a los paisajistas. A éstos no les queda otra que refugiarse en provincia, ya sea instalando sus talleres en un despoblado y convirtiéndose rápidamente en héroes plásticos locales, ya sea montando escuelas como último bastión, practicando siempre esa resistencia al modernismo.


 


Me atrevo a sostener que el único momento en que los artistas contemporáneos dirigen una escuela, es entre 1967 y 1973, cuando se nivela el ejercicio del poder académico con la pertenencia a grupos de inscripción favorecidos por el reconocimiento internacional. Pero esto es severamente puesto en duda por la validación stalinista que hace la dinámica partidaria durante la Unidad Popular, al instalar a las BRP como la “avanzada” del arte contemporáneo. El jdanovismo plástico de la UP cancela los esfuerzos de reconocimiento autonómico instalados por la propia reforma universitaria.


 


Durante la dictadura, lo que tiene lugar es el desmantelamiento de esa nivelación, mientras que durante la Transición Democrática, algunos grupos de exonerados restituídos, en alianza con residuos académicos de la dictadura que lograron sobrevivir, reconstruyen mediante nuevas reformas de planes de estudio e implementación de pautas de evaluación, las históricas “purgas” académicas a las que se ha hecho mención. De ahí que la “purga” se haya convertido en hábito de conducción académica y control estamentario.


 


En la última década, la aparición de escuelas de arte en las universidades privadas, proporcionaron a los artistas un espacio nuevo al margen de los bloques de “purga”. Es así como rápidamente esos nuevos espacios se convirtieron en enclaves defensivos, ocupados por grupos en instancia de acumulación de fuerzas, llegando a desplazar la decisionalidad de los bloques tradicionales de enseñanza.


 


En eso está hoy día el arte chileno, consumido en el manejo de su “enseñabilidad”, en la lucha cotidiana por el control de los planes de estudio, como figura de la ocupación sustitutiva de la escena.


 


Mientras, en otras escenas plásticas, los artistas siguen operando como agentes de inscripción y transferencia.

 

Enero 2005

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