La Disputa por el Archivo

He sostenido en esta página que el arte chileno padece de una grave indocumentación. Esto permite que los relatos orales legitimen determinadas situaciones o momentos de la historia del arte, frente a las que se carece de fuentes primeras a las que se pueda recurrir para refrendar el efecto de las ensoñaciones filosóficas que colaboran con el retoque de la historia. Una actividad radical, en la escena chilena, consiste en regresar a las fuentes. Es decir, regresar, en nuestro medio, significa simplemente inaugurar un campo.


 


Es fácil realizar un panorama de la producción de escritura sobre arte durante los primeros setenta años del siglo veinte. No alcanza a constituirse siquiera una masa crítica. Las pocas antologías de textos que han sido editadas, carecen de aparto crítico. Solo a partir de fines de la década del setenta se produce una aceleración de la producción de escritura. Una rápida consideración sobre lo que en este terreno ha tenido lugar durante los últimos treinta años, nos hace pensar que en este período se ha escrito más que durante los primeros setenta años ya referidos.



 


Si ya hemos tenido dificultades institucionales para reunir la producción anterior a los años setenta, no disponemos de un sistema que nos permita acceder a lo más relevante de la producción de la última treintena. Queda por definir, que sería lo más relevante. En ausencia de revistas de arte especializadas, la polémica artística chilena ha tenido como soporte el espacio del catálogo. Sin embargo, en las tentativas generalistas de historia local, adolecen de graves confusiones documentales que favorecen la reproducción de un relato mitológico del arte chileno.


 


Los museos y las universidades han realizado esfuerzos desiguales e insuficientes en el campo de la constitución de archivos. Hay que distinguir, en verdad, entre las necesidades de formación de licenciados a nivel de pre-grado con las exigencias de un archivo destinado a fortalecer estudios de post-grado en historia del arte. 


 


No son pocos los agentes que consideran que un archivo es un acopio de papeles autógrafos e impresos relativamente ordenados en cajas de zapatos. Hay instituciones que hacen un gran trabajo de constitución de carpetas con recortes de prensa de exposiciones. Pero eso no es un archivo de fuentes primeras.


 


Son numerosos los artistas que poseen grandes cantidades de documentos sobre su propia obra y la de sus colegas, pero que no saben cómo ni desean traspasar a instituciones públicas un material que consideran valioso. No hay confianza en las instituciones. Parece no haber garantías para que dichos documentos sean, no solo preservados, sino convenientemente clasificados y puestos a disposición del público especializado.


 


Existe, por otro lado, una incapacidad para constituir archivos de autógrafos, que recopilen toda la “basurita gráfica” que participa de modo preparatorio en la producción de obra. Del mismo modo, hay colecciones de cartas de artistas, sin clasificar, en manos de personas que controlan celosamente su acceso. La relación con documentos claves sigue siendo privada. Incluso, lo que se puede denominar “tradición oral” del arte chileno, no ha podido constituirse, perdiéndose la posibilidad de registrar relatos de primera importancia.


 


Todo lo anterior apunta a buscar herramientas flexibles que nos permitan montar dispositivos amigables que resuelvan, con perspectiva estratégica, la crisis de constitución de archivo para el arte chileno en general. No solo hay que investigar sobre el siglo XX, sino establecer las lagunas que abundan respecto del siglo XIX.


 


El Centro de Documentación que se ha instalado en el Centro Cultural Palacio La Moneda se propone elaborar una política pública de constitución de archivo. No solo se trata de recolectar, clasificar y disponer un conjunto apreciable de fuentes primarias, sino de expandir la noción de archivo que permita acoger la producción de video-arte y de fotografía de artistas; es decir, trabajos de artistas sobre soporte fotográfico. Pero al mismo tiempo, abriendo un campo a la recolección de “basurita gráfica” con estatuto de “obra”. 


 


La cuestión de la constitución de archivo ha adquirido un rol fundamental en las actuales políticas de “empoderamiento” académico. A tal punto, que han estado en el origen de la renuncia de Gonzalo Díaz al directorio del Centro Cultural. El deseo de la Universidad de Chile, a través de su Magíster en Artes Visuales, de construir la documentalidad apropiada a su cometido académico, planteó un severo conflicto de intereses. 


 


Las instituciones académicas suelen preferir a una estrategia abierta de constitución de archivo, la instalación de procedimientos de control policial de la escritura de la historia, a través de una normalización interpretiva asentada en la manipulación y el retoque historiográfico. Una política pública de constitución de archivos se traduxce un gesto político, que debe garantiza el acceso democrático al conocimiento del sistema de arte chileno.

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