En el arte chileno hay una manera de discutir las cosas que conduce al desmontaje de cualquier iniciativa. En la medida que el MAC de Brugnoli no gestiona en su provecho la discusión de una bienal, en su sector académico-político se gesta todo tipo de argumentos conducentes a la desestimación de la iniciativa. Es una vieja táctica de boicot por enumeración de las condiciones de las condiciones de las condiciones para montar algo. Entonces, la mención al antagonismo entre bienal y formación de colecciones, no solo confunde los términos del debate sino que falsea los datos para una discusión rigurosa sobre bienales y sobre colecciones. No es posible contraponer la una a la otra. Son dos espacios de trabajo a desarrollar. Como si se diera a entender que el MAC no tendría mejor colección porque se financiaría una bienal. ¡Absurdo! Y eso es lo que se da a entender. De hecho, la queja de los asistentes de su sector apuntaba a cuestionar la existencia del Centro Cultural Palacio La Moneda, como si el presupuesto de éste le impediría al MAC tener un plan de desarrollo. En verdad, el Museo Nacional de Bellas Artes puede argumentar lo mismo. Y de hecho, la atribución de recursos de Estado, no provenientes de la propia Universidad de Chile, podría ser calificada como efecto monárquico laguista, en la medida que favoreció al MAC, en contra del fortalecimiento presupuestario del MNBA.
Hay que recordar que el MNBA depende de la DIBAM y que el MAC es un asunto de “la Chile”. Pero en virtud de extrañas negociaciones superiores, resulta más que plausible que el financiamiento de las restauraciones apuradas del MAC obedece, no tanto a un logro de su dirección, sino a negociaciones de otro carácter, entre Lagos y el propio rector de “la Chile”. Por ahí pasó un tipo de negociación sobre unos temas que no han sido conocidos y cuyo resultado significó desplazar recursos financieros que podrían haber sido empleados en el desarrollo del MNBA. Es decir, si el MAC se jacta de ser un museo universitario, que “la Chile” se comprometa en forma. De lo contrario, al recibir financiamiento extra-universitario, perfectamente se podría pensar en la necesidad de ahorrarle a esta universidad la carga de tener que mantener ese museo.
Entonces, anteponer la formación de colecciones a la realización de una bienal resulta de una estucia de corto alcance, que supone que el dinero sale de una misma bolsa. Eso es lo que el relato de la Gaceta del Consejo, en su espíritu frondista, deja entrever. Para ello esgrime un “argumento Fosis” que fue muy eficaz al comienzo del Fondart. Allí se decía que era una vergüenza que hubiera fondos para la creación artística cuando no se habían resuelto problemas sociales básicos de la población. De modo que se penalizaba proyectos de reacción en provecho de iniciativas en las que se demostrara que habría un impacto reparatorio en la comunidad. Muchos proyectos Fondart de los inicios eran proyectos de desarrollo comunitario.
Es curioso que desde el propio Consejo Nacional se ponga en duda la realización de una bienal, esgrimiendo argumentos similares. No se desea pensar que una bienal es un proceso complejo que incide en la acelaración de la transferencia artística, de un modo que puede efectivamente fortalecer las demandas de la musealidad, del coleccionismo local, de la editorialidad, de la intervención y de la renovación urbana. Una bienal puede, debe ser, más bien, un eje de desarrollo y concertación de iniciativas que den como resultado un mejoramiento de calidad de vida. De eso se trata. Sin embargo, la mezquindad de los intereses de corto plazo de algunas instituciones y de algunos agentes y administradores estéticos, refuerza la endogamia y la reproducción de disputas de patio chico.
Lo que la Gaceta no quiso tomar en consideración fue la composición de la mesa que discutía de la posibilidad de una bienal. Si algo ocurrió de importante fue que el debate se desplazó del estricto campo de fuerza de los administradores institucionales del arte, hacia un conjunto de operadores políticos, académicos, culturales, que amplían el debate y hacen que este delimite responsablemente la complejidad del objetivo.