El Nuevo Mapa Administrativo del Arte

La fronda es siempre un tipo de conspiración interna. El título de mi entrega anterior revela un contrasentido. Sin embargo, no lo corrijo en provecho de la reiteración del argumento que señala que la acción de agentes externos resulta ser más colaborativa que el trabajo de los propios funcionarios de un servicio. Al servicio le corresponde analizar la eficacia de sus acciones y velar por la lealtad de sus operadores. El trabajo de zapa hace pensar en los efectos de la “quinta columna”. ¡Que lenguaje! Me explico en los términos que los servicios entienden.


 


La Gaceta del Consejo debiera convertirse en un consejo a la gaceta. La importancia de señalar, por mi parte, la distinción entre feria y bienal, apunta a denunciar las incorrecciones de la propia política del Consejo Nacional. Por ejemplo, ya me referí al error que había significado que la Galería Mistral, dependiente del Consejo, asistiera a la Feria de Art Bassel en Miami.



 


Lisette Lagnado se refirió a la perversión de las ferias de arte que estaban
adquiriendo un comportamiento de bienales. Es decir, el mercado está aprendiendo
de las curatorias de las bienales más experimentales. Una bienal de este tipo
fue, a mi juicio, la XXIV Bienal de Sao Paulo, que dirigió Paulo Herkenhoff. En
términos estrictos, en su apertura metodológica, fue la bienal más “brasilera”
que haya existido. La razón es que impuso el Manifiesto Antropófago de Oswald de
Andrade como la plataforma analítica de la bienal. Esa fue una intervención en
el discurso de la historiografía eurocentrista. Hoy, una feria como ARCO, para
cubrir su flaqueza financiera, recurre a la alianza con medios académicos
españoles y, luego, con curadores latinoamericanos, para montar una ficción
analítica y garantizar conceptualmente un mercado deficitario.


 


Hay que saber intervenir en esas coyunturas. Fue lo que hizo Matucana 100 en
ARCO, recientemente. Llevó a la zaga a Galería Animal. Le señaló el rumbo.
Garantizó una política. Lo cual deja en claro que desde el galerismo chileno no
hay capacidad alguna de garantizar ya nada, en lo que a inscripción exterior se
refiere. En lo interno, la iniciativa desde el Consejo Metropolitano de Cultura
de conducir el debate que da inicio a la Bienal de Santiago, redistribuye las
coordenadas del mapa administrativo del arte de la capital. A la Galería
Gabriela Mistral, no solo la inscripción exterior le queda grande, sino que ya
no interviene ni en el espacio interno, porque ha sido sobrepasada por
iniciativas de autoproducción artística, que limitan su importancia.


 


De hecho, cabe preguntarse si la Mistral se justifica dependiendo del Consejo
nacional, con el que no tiene relación orgánica, ya que se encuentra en
Santiago. O sea, la Mistral no es la expresión de la División de Artes Visuales
de Consejo Nacional. Perfectamente, el Consejo Metropolitano de Cultura puede
reclamar su derecho a disponer de la Mistral como una sala compartida, con una
política definida en función de la lectura que el Consejo Nacional y el Consejo
Metropolitano realicen sobre planes de desarrollo exhibitivo y de formación
de artistas en residencia. Y que no dependan de los manejos de patio chico de su
actual directora, que satisface con financiamiento estatal la pequeña política
reproductiva de un sector de artistas cuya colocación gerencia. 


 


En región metropolitana y en algunas regiones ya se ha fortalecido un
contingente de artistas que no requieren ser garantizados por la depresiva
tríada Mistral/Balmaceda/Metropolitana. Por el contrario, han demostrado una
gran fortaleza orgánica y una gran independencia para montar plataformas de
intervención que los llevan a exponer no solo en el interior, sino en el
extranjero. Me refiero a iniciativas como las de Caja Negra, el Polo de
Desarrollo de la región del Bío-Bío y el Proyecto Movilidad Social


 


Entonces, entre Matucana 100 en ARCO y la Mistral en Art Bassel, quiosco
incluido, no hay donde perderse. Sabiendo que en mayo próximo tiene lugar
ArteBA, en Buenos Aires, que traslada el aire bienalizante de ARCO, pero que se
concentra en validar políticas concretas de coleccionismo. Y ese es su valor.
Entonces, ahora vale la pena preguntarse por el número de galerías chilenas que
van a Buenos Aires. Y habrá que preguntarle a la Mistral porqué no
privilegia ArteBA, que desde un punto de vista estratégico, resulta decisiva en
relación a la inscripción de nuestras prácticas en la región. Que hubiera
fortalecido nuestra presencia, aprovechando el efecto de convergencia que
significó asistir a la Quinta Bienal del MERCOSUR (Porto Alegre) en
octubre-diciembre del año pasado.

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