El año pasado, al conocer los resultados del Fondart, leí que había ganado un proyecto que se titulaba IN CUBO. Y que se proponía traer visitas eminentes expertas en curatoría, ya que en Chile no había curadores. ¡Ah!,! ya!. O sea, parece que me pueden poner una demanda por ejercicio de una profesión para la cual no califico en esta escena. ¡Vaya, vaya! Entonces, me hice la pregunta del tonto dialéctico, que consiste en inquirir por la forma en que se hacen las cosas, quien las hace, de donde las hace, desde que posición, etc. Todas esas cosas que en el arte chileno no hay que preguntar para pasar piola.
De todos modos, no me sorprendió que los evaluadores de ese proyecto avalaran la base argumental de esta “incubación”. Cuestión de reproducir el pequeño nepotismo blando y cruzado que termina favoreciendo a algunos impropios evaluadores.
A falta de curadores en Chile, las gestoras proponían unas visitas extranjeras para que vinieran a Incubar el germen de la verdadera curatoria de arte contemporáneo. Hasta ahí, todo bien, todo legítimo, aunque un poquito ingenuo. ¡Si el problema no es que me desconsideren en esta semi-profesión regional que con tanto esfuerzo me he forjado, en un mercado laboral hostil! Lo que me pasa es que no puedo resistir ante tanta candidez.
Por de pronto, la metáfora de incubar convierte al espacio chileno en un galpón de Super Pollo. Y eso me parece grave que ningún artista haga mención a esa agresión. Imagínense que el espacio chileno deambula y se equilibra entre metáforas de “tíos permanentes” y “gallineros industriales”. ¡O sea!. ¡No hay valor! Habrá que levantar la hipótesis del curador como incubador. Sin dejar de considerar la gravedad de no tener que recurrir a una metáfora que implique seminalización. O sea, este proyecto IN CUBO es como profiláctico. No hay manchita en la sábana. No hay evangelización, sino tecnificación del crecimiento artístico siguiendo el modelo de la explotación de pollos.
Pero todo pasa. Nadie se acuerda. Hasta que a raíz de la visita de Dan “Incubador” Cameron a Santiago, se me cayó la teja del título. Porque al final, lo que él propone para salir de nuestro provincialismo artístico es una estrategia de “incubación asistida”. Lo cual me hace pensar en la contradicción que se localiza en el seno mismo del proyecto, porque en la medida que la incubación desplaza la seminalidad, termina por afirmar esta última por oposición. Es tanto lo que afirma su incubalidad que delata su horror al fantasma de la seminalidad. Valga la repetición.
¿No me creen? Vayan y métanse a wikipedia y busquen la palabra “incubo”. De hecho, no entiendo por qué no le hicieron desde la partida una recomendación para no presentar ese titulo en el Fondart, porque no faltarían los maldadosos que harían, de inmediato, la asociación INCUBO/ZÚCUBO. Pero, al parecer, los artistas asociados padecen de “falta de ignorancia”, porque nadie hizo ninguna broma pública.
De ahí que cito lo que bajé de wikipedia, para analizar el sentido profundo de un proyecto que me arrebató mi estatuto. Desde ahora en adelante yo debiera firmar como “no-curador independiente”. O sea, no-incubado. ¡Ah! Vamos a la cita, para terminar, por hoy: “Íncubo (Del latín “incubare”, yacer, acostarse) es un demonio masculino de la creencia popular europea de la edad media. Al igual que su versión femenina, súcubo, busca tener relaciones sexuales con los humanos, en su caso las mujeres. Las víctimas viven la experiencia como en un sueño sin poder despertar de este. Si la mujer queda embarazada tendrá a un hijo con super poderes aunque de apariencia normal (como el mago Merlín, hijo de un íncubo y de una novicia)”. ¡Me encantó esta idea del íncubo y la novicia! ¿A ver? ¿No será este proyecto una variante de la metáfora del “tío permanente”?