La Incubación Curatorial (2)

La estrategia comunicacional del proyecto INCUBO se ha basado en la hipótesis de que en Chile no hay curadores rigurosos. O sea, al menos habría curadores. Pero la visita de Cameron dejaría en claro los propósitos efectivos de INCUBO. En Chile, no habría, simplemente, curadores.


 


Me he tomado el trabajo de hacer la lista de los que en este país están usando de manera indebida esta denominación. Estarían próximos a ser denunciados por ejercicio ilícito de la profesión. Cecilia Brunson ha tenido que recibir la garantización externa de un gran referente de las “curatorías de servicio”, para asegurar una posición que gracias al apoyo del Fondart, apunta a demoler la propia política difusiva del Consejo Nacional de Cultura. ¡Paradojas chilenas!



 


Entonces, la lista de curadores podría ser la siguiente: Alberto Madrid, Patricio Muñoz Zárate, Justo Pastor Mellado, Guillermo Machuca, Natalia Arcos, Luz María Williamson, Jorge Sepúlveda, Simonetta Rossi. ¡Ya! No habría más. A juicio de INCUBO, ninguno de estos daría el tono.


 



¡Bien! Pero no solo los críticos e historiadores han asumido este ejercicio ilegal de la profesión. Hay artistas-curadores. Hagamos una lista: Pablo Rivera, Mario Navarro, Carlos Navarrete, Patrick Hamilton, Arturo Duclos, Camilo Yánez, Vanesa Vásquez, Hoffman´s House. O sea, sumando las dos listas llegamos a diecisiete personas. La verdad, resulta preocupante. Demasiada gente. Todos serían pésimos. Hay que traer gente de afuera para que les venga a enseñar. Cosa que no estaría mal, en principio. Pero lo mínimo que se espera es el riesgo de un análisis riguroso del campo.


 


Seamos serios. Es un privilegio que una administradora estética elabore una estrategia de reinserción laboral en su país de origen, gracias a un fondo concursable del Estado. Pero es una pésima política que su reinserción se construya sobre la descalificación del personal que opera en la plaza. Más bien sería una tontera política. Porque eso nos da el derecho a preguntarle por la fortaleza de su posición para sostener semejante desafío. A ver: ¿cuáles son las exposiciones que ha organizado? ¿Son tan buenas? ¿Con que criterio podríamos calificarlas de buenas? Pero la culpa no la tiene ella, sino los evaluadores del Fondart que habilitaron su proyecto sin dimensionar el alcance de la descalificación de la escena interna. A menos que esos evaluadores quisieran intervenir en la recomposición de la escena curatorial. Y no estaría del todo mal que se reconstruya a partir de una polémica en ese sentido. Sería útil para la propia escena.


 


Esto es muy grave. La propia escena se boycotea. Porque si hago el estudio de las curatorías realizadas por los artistas-curadores, debo concluir que casi en su totalidad han sido claves para la construcción de la nueva escena plástica de los post-noventa.


 


Resulta irresponsable e irrespetuoso de parte de INCUBO desconocer el avance que ha significado para esta escena, el trabajo de los curadores-artistas. Desde las primeras muestras organizadas por Duclos, hasta la presencia de Matucana 100 en ARCO, pasando por “Doméstica” y “Transformer”, de Mario Navarro, la escena interna no es la misma. Los artistas emergentes más significativos han salido de allí. Entonces, lo mínimo que se exige es un poco de rigor en el análisis de cada coyuntura emergente. De hecho, el libro de Mosquera no podría ser lo que es sin que se hubiera montado un frente de obras emergentes que han tenido un cupo gracias a las iniciativas curatoriales de los artistas-curadores que ya he mencionado.


 


Sin embargo, hay una cuestión más grave en la Descalificación BrunsonCameron. Ninguno  se ubica en el campo real de los problemas chilenos. Un dato no menor consiste en reconocer que aquí se hace mucho, con muy poco. Hay que imaginar lo que podríamos hacer con un solo presupuesto de los que maneja Cameron. Por eso resultan inaceptables sus palabras sobre el “provincianismo chileno”. Sabemos muchísimo acerca de ese provincianismo. Y de una manera no provinciana. 


 


Brunson no hace una lectura de las dificultades de construcción del propio campo curatorial. En este sentido, la ingenuidad de su proyecto es proverbial. De partida, no considera la distinción que hemos producido entre CURATORÍA DE SERVICIO Y CURATORÍA DE INFRAESTRUCTURA. O sea, Brunson no acude siquiera al estado de la polémica sobre la doble función entre curatoría y escritura de historia. Ni siquiera se ha enterado de lo que algunas curatorías, no solo chilenas, han significado en la relectura del arte latinoamericano.

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